Opinión

Estúpido es el que hace (y dice) estupideces

Parafraseando a la mamá de Forrest Gump, Miliber Mancilla -madre de una niña imaginaria muy talentosa- se pasea sin tonterías por algunos vericuetos de la estupidez humana: la ideología política y el amor, entre ellos

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Las pandemias causan daños y perjuicios. La viruela, el sarampión, la gripe española, la peste negra, el coronavirus (y ciertas corrientes políticas, sobre todo) son enfermedades que se han expandido a nivel global. No solo han matado a muchísimas personas, sino que generaron un declive ecónomico que viene acompañado de desempleo, hambre (algo que en Venezuela pasó sin necesidad de pandemia) y depresión. Salvo el fanatismo ideológico, estas enfermedades no han hecho tanto daño como sí lo hace la enfermedad más grande de todos los tiempos: la estupidez humana.

Hay gente que es estúpida y eso no es un secreto, pero mejor digamos que la estupidez es como el enamoramiento, un estado (no precisamente de WhatsApp). No se nace estúpido, solo se aprende a serlo. “Estúpida es la gente que hace estupideces” decía la mamá de Forrest Gump (¿cómo era que se llamaba esa señora?) y tenía razón. Todos hemos cometido estupideces, así que todos hemos sido estúpidos alguna vez.

La estupidez y el embrutecimiento caminan de la mano (bueno, ahorita caminan a dos metros de distancia), sin embargo, tienen ciertas diferencias. La persona que es bruta lo demuestra a través de sus pensamientos, el estúpido lo demuestra mediante sus acciones. El estúpido, lamentablemente, actúa. La mayoría de los estúpidos son brutos y la mayoría de los brutos son estúpidos, pero no se pueden ver como sinónimos. Además, decimos diamante en bruto y no diamante en estúpido (¿entienden?).

Hace poco leía un libro sobre la estupidez humana (sí, hay un libro sobre la estupidez humana que es larguísimo porque en serio hay gente estúpida) y mencionaban que si el mundo perfecto existiese, no existirían las risas, puesto que la mayoría de las veces uno se ríe de situaciones estúpidas. Por eso nadie se ríe de mis chistes, son de los pocos chistes que no son estúpidos (ge, ge, ge, mentira). Lo cierto es que las estupideces son necesarias para que existan humoristas, escritores satíricos, políticos y redes sociales.

Sí, claro, el tema de la estupidez puede hacernos reír y eso es muy chévere. No obstante, la estupidez no solo divierte, sino que también puede generar tragedias, guerras, catástrofes, desdichas y penurias. La estupidez es culpable de muchas cosas que han pasado a lo largo de la historia.

Yo les voy a hablar de tres tipos de estupideces que ha cometido la humanidad y han escoñetado al mundo entero (o una parte):

El tercer lugar se lo lleva el fanatismo y la estrechez mental. Cuando el único punto de vista que vale es el tuyo, te vuelves estúpido. Por ejemplo, Hipatia de Alejandría es una de las primeras científicas de quienes tenemos referencia; fue maestra en la escuela neoplatónica y realizó grandes contribuciones a la ciencia, específicamente en matemáticas y astronomía (oh là là, señor francés). Era tan bella que no necesitaba filtros en Instagram y era tan correcta que nunca deseó que Twitter tuviese la opción de editar tuits (Todas las Hipatia son así de talentosas).

En fin, a Hipatia de Alejandría la asesinaron. Nadie sabe con exactitud quiénes lo hicieron, pues muchos dicen que la mataron los partidarios del obispo por estar involucrada en las luchas internas entre el obispo y el gobernador. Otros dicen que la asesinaron por ser pagana y científica y yo, particularmente, creo que la mataron porque le ponía azúcar a las caraotas. Lo cierto es que su muerte marcó un punto de inflexión entre la cultura del razonamiento clásico y el oscurantismo medieval.

O sea, cuando mataron a esa caraja, se restringió la difusión del conocimiento. A la gente no solo le daba miedo hacer ciencia, sino que no sabía qué coño estaba pasando porque el conocimiento solo era para los enchufados de la época. La gente ya no hacía ni podcasts ni hilos de Twitter porque la iglesia tenía el poder y los limitó a todos. Ojo, siguen teniendo mucho poder, hasta Dayana Mendoza es cristiana ahora y si no me creen, vayan a su Instagram.

Bueno, hay muchas maneras de ser estúpido, pero uno de los problemas nace cuando la estupidez se genera en masa. La segunda estupidez más grande de la historia ha sido la idealización. Las naciones no suelen tener amor por la tiranía y opresión, eso de que “lis biinis simis mís” es completamente cierto hasta que llega un Hitler, un Musolini o el que no puede ser nombrado (no, no hablo de Voldemort) que les da un discurso con una lógica tan de mierda que, si los escucharamos hoy en día, pensaríamos que no hay una sola palabra que sea aceptable para alguien con un cerebro normal.

Pero ¿qué sucedió en este caso?

Pues, los idealizaron. ¿No les pasa que detallan a su exnovio y se preguntan por qué carajo estuvieron con esa persona? Y lo ven por todos lados y no entienden cómo duraron tanto tiempo con un pendejo como ese. Pues, les tengo la respuesta: ustedes lo idealizaron, lo que los hace estúpidos. Cuando idealizan a alguien, creen que todo lo que hace está bien, incluso si destruyó cosas que no podrán ser remediadas en siglos.

En su momento, las personas idealizaron tanto a estos políticos que los creyeron genios y quizás los tildaron de loquitos, pero hasta ahí. Apoyar a esos mamarrachos solo costó alrededor de quince millones de vidas.

El primer lugar se lo lleva esa gente que cree que todos tenemos amnesia anterógrada (como Dory) o somos Drew Barrymore en «Como si fuera la primera vez» (Hola, soy Tom) y que el hecho de tener DirecTV otra vez (Hola, soy Tom) nos hace olvidar la situación en la que vivimos (Hola, soy Tom). Si ustedes son de los que creen que los que quedamos en Venezuela solo tenemos que pensar en la horrible situación en la que vivimos, ustedes son estúpidos (Hola, soy Tom).

Leyendo a Tabori, entiendo que la estupidez se reviste de muchas formas: orgullo, credulidad, vanidad… La estupidez humana tiene su historia desde la autocastración de los skoptsi (ese cuento lo dejamos para después porque es divertidísimo) hasta la técnica de los Hermipuss que aseguraba una vida larga y plena mediante la inhalación del aliento de las jóvenes doncellas (de las bellas damas, dirían los babosos). También la historia abarca los ritos de Luis XIV y no quiero ni hablar de las imbecilidades (nunca había escrito esa palabra) que se cometen por amor y han perjudicado a miles de personas. Dígame si mencionamos a aquel italiano que pasó casi treinta años de su vida creando una bibliotecca de los libros más aburridos del mundo, más aburridos que este artículo. ¡De verdad que los seres humanos somos estúpidos, imbéciles, toches!

El problema es que la estupidez no tiene fin, como dijo el espelucao aquel que era ciintífiqui. La estupidez no tiene cura y como bien lo dice Albert Camus, “la estupidez tiene una gran habilidad para salirse con la suya”.

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