Opinión

Aprender a renunciar, la lección de las mariposas

Iván Zambrano, embelesado con el paso de las mariposas por Caracas, propone una lectura reflexiva sobre estas criaturas, la mitología en torno a ellas y la forma de asumir la vida siguiendo su ejemplo: "La filosofía de vivir sin herir ni joder a nadie"

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Hay una migración de mariposas en Caracas. Son discretas. Van en un desfile silencioso que sorprende al que se asome sin expectativas por la ventana. Son un río que levita, un dragón de cola larga que se menea desde Los Dos Caminos y sigue el fuego del sol. Dicen que desde hace 10 años no se veía una migración igual por estos lares. Parecen recortes de papel lustrillo que alguien lanzó al cielo y se quedaron volando para siempre.

Las mariposas que sobrevuelan Caracas se sacuden dibujando espirales sobre la ciudad que parece un dibujo lavado por las lloviznas intermitentes. Las gotas repican en sus alas mientras se encaminan por la avenida Francisco de Miranda y se paran en los jardines de las terrazas, para robarle descaradamente un beso a alguna flor frente a su dueño y seguir volando.

Agua, néctar y barro. La dieta de las mariposas es líquida. Se paran en las trompas de los caimanes, no las detiene el peligro. Tal vez buscan saciar su sed con las lágrimas del cocodrilo. Son atrevidas, y con razón. ¿Qué se hace en una vida de cuatro semanas si no se arriesga nada, si no se pierde nada?

Vivir con espíritu de mariposa. Viajar y amar todo lo que se pueda. Agradecer y soltar a los lugares y a las personas que fueron refugio por una temporada, despegar sabiendo que el viento puede cambiar la ruta o un sapo nos puede matar de un lengüetazo.

Para ellas no hay apuro porque no saben qué es el tiempo. Su vida se mide en horas de vuelo y territorios conquistados. Las mariposas se mueven de 8 a 20 kilómetros por hora, como quien disfruta del viaje porque no ansía un destino fijo. No están demasiado tiempo en el mismo espacio. La comodidad es un peligro silente, como dejar el gas de la cocina abierto.

La metáfora de la rana hervida. Si el agua está caliente, la rana brinca y escapa. Pero si la olla se va calentando con ella adentro, se vuelve sopa de ancas. Si te acostumbras te achicharras. Más vale brincar a tiempo.

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Las mariposas existen desde Pangea, cuando todo era un solo bloque en la Tierra y no existían las visas. Eso explica su presencia en todos los continentes. No hay mariposas en la Antártida, pero tienen permiso de vuelo en todo el mundo. Son de sangre fría. No se pueden aclimatar. Emigran con el relevo de las estaciones. Cambia el clima y ellas se mueven. El frío las paraliza, como inmoviliza el miedo.

Al vivir más tiempo que otras especies, las mariposas Monarca vuelan los 10 meses que sus alas bombean sangre. Recorren cerca de 4.000 kilómetros cada vez que parten de Canadá hacia México para pasar un invierno más amigable. Las guían las corrientes de aire. Van haciendo paradas en los árboles. Visitan y se van. Viven sin nostalgia ni ansiedad.

Renacen cuando sienten el llamado. Borrón y cuenta nueva. Metamorfosis. Dejar de ser para volver a ser. Huevo, larva y pupa antes de despegar. Las mariposas cambian de cuerpo varias veces en una vida. Se licuan en su crisálida y se reconstruyen por completo. Se vacían y vuelven a aprender.

Existen 24.000 especies de mariposas en el mundo, cada una con un hechizo distinto. La Greta Oto es una mariposa de cristal, es del color que ella quiera ser. Sus alas transparentes son una capa de invisibilidad para escapar de la vista de los depredadores. Para despistar a los enemigos, la mariposa Pavo Real tiene ojos pintados en sus alas. La Calyptra o mariposa vampiro se posa en las heridas abiertas para beber de ahí. La metáfora de quien se victimiza, quien prefiere ser el perro que da vueltas y vueltas y se queda echado en su pasado.

Flores voladoras

Las mariposas son mitología, cultura y magia. Han sido símbolo de transformación, muerte y pecado. Muchos nombres de especies de mariposas corresponden a héroes grecorromanos. Son vistas como guías espirituales, que conducen a las almas al cielo o al infierno.

Para las civilizaciones ancestrales, las mariposas simbolizan lo efímero de la belleza terrenal, el alma que no se destruye con la muerte física.

La psicología se interpreta como “la ciencia del alma”. Psi (Ψ) es la vigésimo tercera letra del alfabeto griego. Su trazo representa dos alas desplegadas. Psyché: “mariposa”, “soplo”, “aliento”. Para esta cultura, al morir el cuerpo, el último respiro de una persona convertía su espíritu en mariposa.

Dentro de su mitología se cuenta la historia de Psyché, una joven tan hermosa que los hombres dejaban de ir a los altares de Afrodita para adorar a esta mujer que, por amor, evoluciona de mortal a diosa (una analogía de la metamorfosis). Afrodita estaba tan celosa de ella, que ordenó a su hijo Eros (Cupido) que flechara a Psyché para que se enamorase del hombre más feo del mundo. A Eros le salió el tiro por la culata, lanzó la flecha al mar. Se enamoró de Psyché y la llevó a su palacio en el Olimpo.

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Las mariposas eran signo de inmortalidad para los mayas. Las almas de los guerreros muertos en las batallas acompañaban durante cuatro años al sol y luego se convertían en mariposas. Los aztecas las veían como mensajeras. Para que un deseo se haga realidad, hay que susurrárselo a una mariposa y liberarla. Son mudas y reservadas, solo podrán decírselo a Xochiquetzal, la diosa de la belleza.
Su vuelo es vacilante. Viajan como hadas borrachas que bailan con la brisa. Sin vergüenza y sin música.

Algunos marineros pensaban que ver una mariposa en medio del océano, significaba que morirían en el mar. Lo mismo que cuando una abuela ve una mariposa negra detrás de la puerta de la casa. Para los supersticiosos, son pequeñas brujas que traen malos presagios o un spoiler indeseado.
Insecto, pero hermoso.

“Butterfly” en inglés: mosca de mantequilla, por lo suave de sus alas.

“Farfalla” en italiano, como la pasta que tiene alas.

“María, posa”, su raíz en castellano. Belleza y coquetería.

No pican ni muerden. La filosofía de vivir sin herir ni joder a nadie. La lección de la mariposa: no resistirse a las transiciones, aprender a renunciar, a dejar la comodidad de los nidos.

Renunciar no es rendirse, ni conjura al fantasma del fracaso. Una retirada a tiempo es una victoria. Soltar antes de que se rompa el mecate. Aflojar el dedo con el que te aferras al borde de un amor que ya no es, salir de las amistades que ya no tienen sentido, de los jefes que te absorben. Hay que soltar a los viejos muñecos, como hizo Andy en “Toy Story 3”.

Renunciar a la queja y al chisme.

Renunciar al control, al apego, al miedo.

Renunciar a los prejuicios y a las camisas de fuerza.

Vivir como si fueran tan solo cuatro semanas, pero sin mirar el reloj.

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