Opinión

De aquellos polvos vienen estos lodos

Desde hace al menos tres años, la oposición venezolana vive una dilatada hora menguada, que no parece tocar a término. En este análisis, Andrés Cañizález apunta a que la causa principal de esa situación radica en que el liderazgo opositor ha privilegiado lo coyuntural y efectista por sobre una real estrategia de cambio

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En una extensa entrevista que concediera Ramón J. Velásquez para un libro editado por la Fundación Polar en el año 2000, al hacer un balance del siglo XX, decía el reconocido intelectual y ex presidente de la República que Venezuela ha sido siempre un país que encuentra las respuestas y soluciones más inesperadas a sus ingentes crisis en el orden político.

Estamos, en este 2020, ante lo que sin duda es un atolladero para lo que, en su momento, fue la alternativa democrática. Hoy luce extraviada la que fuera una opción que triunfó rotundamente en las elecciones parlamentarias del año 2015.

Hoy, el rostro visible de la carcomida Asamblea Nacional es Juan Guaidó. Pero conviene no olvidar que la oportunidad perdida que se tuvo al manejar durante cinco años el parlamento, y que esta fuese la única institución reconocida por la comunidad internacional, no se debe solamente a los yerros del joven dirigente.

Guaidó

Los resortes del poder

En este mismo espacio, hace tres años, me preguntaba si Henry Ramos Allup acaso sería el Frank Underwood de la política venezolana.

¿Quién es Frank Underwood? En primer lugar, se trata de un personaje ficticio. Es la figura central de la serie House of Cards, del servicio de televisión por internet Netflix. Si bien la serie decayó en sus últimas temporadas, la primera y la segunda, emitidas en 2013 y 2014, respectivamente, constituyeron un éxito tanto de público como de la crítica.

En esas temporadas iniciales se nos presenta a un Underwood decidido a llegar al poder, apelando a una serie de acciones que, vistas por separado, parecían no tener relación. Pero en la medida en que transcurre la historia, en realidad debe vérseles como jugadas de una gran partida de ajedrez. El objetivo: alcanzar la presidencia. Cosa que, finalmente, obtiene al cerrarse la segunda temporada.

No pocas veces he traído a colación capítulos o situaciones de “House of Cards” en mis clases y cursos de comunicación política de la Universidad Católica Andrés Bello. Underwood es un personaje emblemático. Se trata de un político dispuesto a acceder al poder, sin gozar necesariamente del respaldo popular. Por ello, genera situaciones que lo favorecen en su estrategia. Conoce Underwood no solo los hilos del poder en Washington, sino que además, viniendo del mundo parlamentario, muchos le deben favores y él sabe manejar la escena pública.

Salida en falso

Seguramente, usted recuerda quién fue el primer dirigente político de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) que terminó encabezando el primer año en la presidencia de la Asamblea Nacional, en 2016. A pesar de que existía un acuerdo previo entre los partidos políticos de la MUD que, de haberse cumplido, habría hecho de Julio Borges presidente del Poder Legislativo el año pasado.

Tampoco es un secreto que los diputados del estado Amazonas se “sacrificaron” comenzando las sesiones legislativas de 2016. Lo hicieron por solicitud de quienes encabezaban la Asamblea Nacional. En teoría, para evitar una pugna con el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), que de todas formas llegó.

Un dilema recurrente

A falta de pan, la Asamblea Nacional en 2016 le dio circo a la sociedad venezolana al sacar –por ejemplo- los cuadros con la imagen chavista de Simón Bolívar del Palacio Federal Legislativo, o anunciando que se echaría a Maduro del poder en seis meses, en lugar de tomar decisiones inmediatas sobre las designaciones irregulares de magistrados del TSJ, que habían ocurrido poco antes (durante la Navidad de 2015).

A mediados de 2016, cuando todo parecía apuntar a que se invocaría la Carta Democrática en el seno de la OEA, quienes eran directivos de la AN no presentaron la solicitud formal ante el secretario general del organismo.

Hace tres años, decíamos: la MUD vive una hora menguada. Atravesada por un conflicto irresoluto que se agrava con los resultados de las elecciones regionales de 2017. Los electoralistas no pudieron defender la voluntad popular (que mayoritariamente es contra el régimen). Los abstencionistas, por su parte, además de sostener que la vía no es electoral, no terminan de decirle al país cuál es la hoja de ruta democrática.

Tres años después seguimos atravesados por este mismo dilema. Y un viejo zorro de la política venezolana, como lo es Ramos Allup, no parece jugar en equipo. El tiempo que estuvo al frente del parlamento privilegió la puesta en escena en lugar de apostar a que la Asamblea Nacional fuese realmente el corazón de una estrategia de cambio. Sí, de aquellos vientos vienen también estos lodos.

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