Opinión

Censura bajo el régimen de Maduro (IV): La salud de Chávez como secreto de Estado

La salud de Chávez pasó a ser un tema censurado en Venezuela, tal como si fuese un secreto de Estado. Sencillamente se desconoció cuáles órganos exactamente estaban afectados y cuánto. No se brindó información precisa sobre dónde recibía tratamiento y menos aún existía información oficial sobre los nombres de los médicos tratantes

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El ejercicio del poder de Nicolás Maduro se inició rodeado de secretismo. Designado como heredero por el propio Hugo Chávez, la transición del poder chavista entre fines de 2012 e inicios de 2013 constituyó un abierto y cotidiano ejercicio de censura y manipulación por parte del régimen.

Hace casi 8 años, el 8 de febrero de 2013, se cumplían dos meses desde la última vez que el presidente Hugo Chávez apareció públicamente. Chávez le dio a su alocución de aquel día, en cadena nacional de radio y televisión, el tono de testamento político. 

Entre el 8 de diciembre de 2012 y el 8 de febrero de 2013 no hubo ningún mensaje, por ninguna vía, de un Chávez que según la versión oficial convalecía en Cuba. Siendo el presidente alguien tan comunicativo, todo ello mantenía al país en una profunda incertidumbre.

En ese período, fuimos testigos de un sinfín de declaraciones oficiales sobre la presunta mejoría del presidente reelecto, pero en términos prácticos y concretos lo que reinaba era el silencio, la voz de Chávez estaba ausente. No había hablado ni se había mostrado ante el país y, sin duda alguna, aquello era un síntoma por demás preocupante.

Tan dado a conmemorar fechas importantes o sucesos políticos significativos, el silencio de Chávez resultó más notorio en tres ocasiones durante aquellos 60 días entre fines de 2012 e inicios de 2013:

El primer hecho fue el abultado resultado electoral favorable al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en las elecciones regionales del 16 de diciembre de 2012. Tras obtener un total de 20 de las 23 gobernaciones en disputa, fue revelador el silencio del presidente y de su partido, puesto que no hubo ni un tuit para celebrar tan contundente victoria.

Chávez tampoco pudo presentarse el 10 de enero de 2013 a la toma de posesión. Ni siquiera luego de transcurrido un mes de su intervención quirúrgica contra el cáncer, hizo una llamada o envío un mensaje grabado – por ejemplo – a los venezolanos, para agradecerles a quienes le dieron su voto en octubre de 2012, al ser reelecto como jefe de Estado por otros seis años.

El tercer silencio ensordecedor fue la fecha que Chávez tanto había exaltado: el 4 de febrero, aniversario de su primer intento fallido de golpe en 1992. La ausencia de un mensaje suyo por cualquier vía resultó ser la guinda sobre el pastel de todo un proceso sin precedentes en la vida política e institucional de Venezuela. 

Aquella acumulación de ausencia contrastaba con la vocería de aquel momento. “Conversamos largamente con el presidente”, “el comandante firmó unos decretos”, “el presidente Chávez está de buen ánimo”, se le decía a una sociedad que en su fuero íntimo temía por lo peor.

Un mes y un día después, Nicolás Maduro confirmaría lo que ya se sabía o intuía: Chávez había fallecido.

La salud de Chávez pasó a ser un tema censurado en Venezuela, tal como si fuese un secreto de Estado.

Sencillamente se desconoció cuáles órganos exactamente estaban afectados y cuánto. No se brindó información precisa sobre dónde recibía tratamiento y menos aún existía información oficial sobre los nombres de los médicos tratantes.

La ausencia de una política informativa transparente por parte del poder ejecutivo en relación con el real estado de la salud de Chávez, en la campaña de 2012, fue sustituida por melodramáticas declaraciones del propio presidente que buscaba la reelección en las que, por ejemplo, rogaba por un tiempo más de vida. 

Cruel paradoja. Chávez resultó electo para un nuevo período en el cual ni gozó de salud ni pudo ejercer ni un día el nuevo mandato en el poder.

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