Opinión

Cómo viven los niños el divorcio de sus padres

Sentirse responsables de la separación de mamá y papá y cargar con el compromiso de que vuelvan a estar juntos, es parte del conflicto interno que viven los niños durante el divorcio. Depende de los adultos lograr que este proceso sea sano para ellos

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Seguridad y estabilidad son dos de las más básicas necesidades de los seres humanos. El hogar conformado por mamá, papá e hijos suele ser, en la mayoría de los casos, la base donde los niños comienzan a construir su mundo emocional. ¿Qué ocurre cuando los padres anuncian su divorcio?

Cuando mamá y papá deciden no seguir juntos van a ocurrir cambios no pedidos, en prácticamente todas sus áreas vitales. La casa va a cambiar, la rutina se verá afectada, entrarán personas nuevas, se alejarán de otras, un proceso complejo en el que los padres deben tener paciencia con los niños.

El divorcio es un duelo, explica la psicóloga y especialista en tanatología Alejandra López. “Es un duelo donde muchos niños se van a quedar en la fase de no aceptación y negación durante mucho tiempo, luchando con sus pocos recursos emocionales y sociales para que esta situación se revierta, ya que si mamá y papá se quisieron alguna vez pueden volverlo a hacer”.

Es mi culpa

Los niños creen que son la causa del conflicto entre su padre y su madre, asumen la responsabilidad de reconciliar a sus padres y, algunas veces, se sacrifican a sí mismos en el proceso.

“Todos los niños (exceptuando casos de familias donde ha habido extrema violencia, que es probable que el niño se sienta aliviado de la separación) tienen la fantasía de que ellos pueden hacer que mamá y papá vuelvan a quererse”, apunta la psicóloga.

Foto Cottonbro / Pexels

Alejandra López agrega que por esta creencia, los niños comienzan una lucha muy dolorosa con la realidad, donde los padres deben estar muy presentes para ser empáticos, contener y ayudar a este niño a entender y aceptar que mamá y papá ahora vivirán separados, se quieren pero no como pareja y que pueden enamorarse de otra persona.

“Es normal que esto les genere mucha rabia y frustración. Démosle espacios para que la expresen y que se sientan comprendidos, a pesar de que no es una situación que puedan cambiar”, dice la especialista.

En la pérdida traumática de uno o de ambos padres debido al divorcio, los niños pueden volverse vulnerables tanto a enfermedades físicas como mentales. Con mucho cuidado y atención, una familia puede hacer uso de su fortaleza o de sus factores positivos durante el divorcio, ayudando así a los niños a tratar de manera constructiva este proceso.

“Como en todos los duelos, lo más importante para que los niños puedan digerir y asimilar en su mundo emocional este cambio de una manera sana, es hablándolo todas las veces que sea necesario, con la sinceridad y claridad posible según su edad, recordando que esta es una decisión de adultos y solo ellos son responsables. Los niños necesitan escuchar que ellos no son los culpables de esta situación, que ahora mamá y papá ya no son familia entre ellos, pero que siempre van a ser sus padres pase lo que pase”, destaca la psicóloga.

Foto Burak Kostak / Pexels

Recuerda que, por otro lado, es muy importante que los padres no usen a los niños para herirse o vengarse mutuamente y que se evite hacer juicios negativos o hablar mal del otro padre con el niño.

No son sus heridas

“Nuestras heridas como adultos son exclusivamente nuestras y no tenemos derecho a enturbiar la relación del niño con su madre o padre trasmitiéndole esas heridas. Los niños deben tener la libertad de vivir sus propias experiencias con sus padres y decidir en qué lugar de su mundo emocional colocarlos”, destaca.

Foto Galina Yarovaya / Pexels

Lo necesario es que estos padres que se separan puedan llegar a una convivencia pacífica, flexible en la negociación y con mucha comunicación en la educación de los niños. Es cierto que tendrán que respetar que el otro padre organice su relación con sus hijos y las normas de su hogar desde su criterio, pero igualmente lo ideal es que estos dos adultos logren trabajar y resolver sus diferencias para no vivir en una continua guerra con los hijos en medio de esta rivalidad.

Los adultos también tenemos que aprender a terminar nuestras relaciones, entendiendo que es simplemente parte de un ciclo que se cierra, donde cada miembro ha tenido algo de responsabilidad y asumirla, reconocer lo positivo que se ha vivido en el tiempo que duró el matrimonio, pero dejando ir al otro para que siga su vida.

La gente puede dejar de querernos como pareja. Eso es parte de los riesgos de las relaciones de amor romántico, pero eso no los convierte en nuestros enemigos y menos cuando compartimos algo tan importante como son los hijos.

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