Opinión

Mi historia del Caracazo

En Fe y Alegría nuestros periodistas salían a la calle a cubrir los acontecimientos, mientras Caracas era una balacera, y por las autopistas no circulaba ningún carro

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Hace pocas semanas, en los días previos al aniversario de los sucesos de “El Caracazo” (27,28 de febrero y 1 de marzo de 1989), el colega y amigo Alexander Medina de la Red Nacional de Fe y Alegría me pidió que rememorara aquel evento y el papel periodístico que cumplimos entonces. Acá sintetizo aquella vivencia personal y profesional.

Un hecho que cimbró nuestra experiencia fueron los sucesos que rodearon a “El Caracazo”, entre fines de febrero e inicios de marzo de 1989. Como a muchos ciudadanos aquello nos pescó por sorpresa, pese a nuestra presencia y relación con líderes de diversas comunidades populares de Caracas, que eran muy sólidas en aquel momento, no tuvimos la más mínima sospecha de lo que venía.

En 1989 ya tenía trabajando tres años en la emisora Fe y Alegría 1390 AM, que para entonces estaba ubicada en Coche, Caracas. Junto a mi compañero de la UCAB y gran amigo, Carlos Correa, habíamos ingresado a la radio, siendo unos chamos, ya que cursábamos tercer año de la carrera cuando ingresamos como pasantes y terminamos siendo unos quedantes.

Por aquel tiempo era común que los periodistas y educadores de Radio Fe y Alegría participasen de capacitaciones ofrecidas por la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER). Precisamente en febrero de 1989 se produjo un cambio metodológico en estas capacitaciones. Pasamos de los talleres de 2 ó 3 semanas, aislados de la rutina diaria de trabajo, a esquemas en los cuales el capacitador externo e insertaba con el equipo de la radio en su rutina. Teniendo esto como foco coincidió la presencia del capacitador Andrés Geertz, un sólido referente por su dilatada experiencia, con la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez en febrero de 1989.

Algo que discutíamos entonces era cómo sin dejar nuestra alma popular, aquel compromiso con las comunidades y dirigentes vecinales, podíamos darles cobertura a las fuentes de poder. La coincidencia de la visita de Geertz y la toma de posesión nos permitió dar el salto. Recuerdo la cara de sorpresa de Estrella Gutiérrez, entonces directora de IPS en Venezuela, quien, sorprendida de nuestra presencia, de la emisora popular en los pasillos del entonces fastuoso Caracas Hilton, sólo atino a saludarnos con un “y ustedes qué hacen aquí”. Sí, era una gran novedad, especialmente para nosotros.

Estuvimos ante una impresionante toma de posesión con centenares de figuras relevantes de la política y economía internacional, con quien te podías cruzar y conversar en los pasillos del hotel, junto a unas dos docenas de presidentes y jefes de Estado, éstos sí fuertemente custodiados, en medio de agasajos, una sala de prensa a la que no se le negó nada, y un aire de que Venezuela era un gran país que envolvía todo. Con aquello, fresco en la memoria, era impensable que reventara tan temprano un estallido social para el segundo gobierno de Pérez.

Prueba de fuego

Periodísticamente vivimos una prueba de fuego. Recuerda quien era el director de la radio entonces, el jesuita José Martínez de Toda: “mientras casi todas las 27 emisoras de Caracas se silenciaron por la ausencia de periodistas y técnicos, o simplemente ponían música clásica, decidimos en Radio Fe y Alegría acompañar a la gente en aquellos días de espanto, informar de lo que estaba pasando, recoger en el teléfono las llamadas de auxilio, tranquilizar a la población. Nuestros periodistas salían a la calle a cubrir los acontecimientos, mientras Caracas era una balacera, y por las autopistas no circulaba ningún carro”.

Los días de saqueo fueron duros, sin duda alguna, hicimos un esfuerzo por llamar a la calma. Además de reportar lo que ocurría, dábamos espacio a los mensajes oficiales y a las voces de la Iglesia católica llamando a la cordura. Luego vino lo peor. La dura represión, ante la incapacidad de que se reestableciera el orden. En mi memoria está la llamada de una señora, que tirada en el piso llamó a la radio, nos decía están disparando a diestra y siniestra, cuando ella hacía una pausaba claramente se escuchaban los disparos. Todo aquello salía al aire.

Ser la única voz, en medio del silencio que simbolizaba en aquel contexto la música sacra que se transmitía, fue una dura prueba para todos los que formábamos parte del equipo periodístico. No tuvimos dudas, ni el director, ni nosotros, que hacíamos lo correcto al seguir al aire informando y tratando de dar un mensaje de calma, llamando a la sindéresis.

Muchísimos ciudadanos en medio de su desesperación, ya que se había implantado un toque de queda, descubrieron el dial 1390 AM. Eso, por cierto, quedó reflejado en el estudio que meses después hiciera mi profesor y mentor, el jesuita Jesús María Aguirre, sobre cómo se informaron los caraqueños durante los sucesos del Caracazo. El entonces ministro del Interior, Alejandro Izaguirre, presionó en las altas esferas de la Iglesia católica y del propio movimiento de Fe y Alegría para que nos calláramos.

No fue una orden directa de censura, pero siendo el interlocutor un alto funcionario de gobierno, la jerarquía católica y de la Compañía de Jesús entendió que era el momento de apaciguar los ánimos. Seguimos comentando lo que pasaba, pero se nos ordenó no sacar llamadas telefónicas en vivo que pudiesen alterar los ánimos.

Fue un duro momento de preguntarnos sí debíamos seguir, con aquellas condiciones, o renunciar y armar un escándalo para denunciar la restricción. Decidimos quedarnos, entendíamos (y no me arrepiento de esa decisión) que en esa hora tan delicada era mejor para la sociedad venezolana que aquella ventanita llamada Fe y Alegría siguiera al aire a que no hubiese, sencillamente, ninguna.

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