Opinión

La afición al deporte en Venezuela: ¿pasión o pasatiempo?

Hay aficionados que dan todo por acompañar a su equipo favorito. Es una pasión extrema que los acompaña aunque se pierda o se gane un juego. En Venezuela esas situaciones parecen no ser recurrentes, al menos en los últimos años, y en estas líneas Carlos Domingues analiza lo que podría estar pasando

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Sábado 9 de agosto de 2014.

Defensa y Justicia es un club de barrio en Argentina. Club de barrio son esos equipos humildes incrustados en el corazón de populosas zonas en el Gran Buenos Aires. El “Defe” es uno, habitando una zona bastante humilde de la capital argentina: Florencio Varela, al sur.

Gustavo es un productor de una cadena televisiva argentina que levanta señal y produce el campeonato de ese país y otros eventos futbolísticos internacionales para transmisiones continentales. Tuve la oportunidad de conocerlo durante mi pasantía por DIRECTV Sports Venezuela, en el año 2015, en ocasión de la Copa América de Chile. Del “Pelado”, como le dicen todos, tengo una anécdota tan graciosa como curiosa.

Gustavo es aficionado de Defensa y Justicia. Nunca imaginó que el día en que había programado su matrimonio, sería el debut de su equipo amado en la Primera División de Argentina. En mayo de 2014, celebró el inolvidable ascenso por primera vez del Defe a la máxima categoría viajando a San Juan y no pretendía perderse ese histórico estreno con los más grandes.

Pues Gustavo, aquel sábado de agosto, cuando el Racing Club de Avellaneda visitaba el Tito Tomaghello de Varela, decidió ir al estadio en pleno matrimonio. Eso sí, sin que su prometida supiera. El choque estaba programado para las 8:30 pm y planeó todo de tal manera que, en plena recepción de matrimonio, después de contraer nupcias, se escapó al estadio.

Mientras todos se preguntaban dónde estaba Gustavo entre vinos y celebración, el muchacho estaba cubriendo su calva con un sombrerito amarillo y verde, los colores de Defensa, pegado al alambrado que separa una de las tribunas populares del Tomaghello vitoreando el gol de Brian Fernández, que si bien era el 1-3 ante la Academia, lo gritó a todo pulmón por ser el primer tanto en primera de su amado equipo.

Sus colegas de la transmisión televisiva, jugándole una de desleales, lo poncharon con la cámara principal en ese precioso momento. Sí, aún trata de apaciguar la furia de su esposa, que vio en los resúmenes dónde estaba su recién casado marido, por el que todos preguntaban en la fiesta de casamiento.

Quería contar esa anécdota para demostrar hasta dónde puede llegar el amor, la pasión o la palabra que pueda expresar el sentimiento por un equipo, por un club, por unos colores. Gustavo no podía perderse ese histórico debut de su Defensa en Primera porque su amor era tanto que fue capaz de priorizarlo antes que su matrimonio.

Expresiones como la de Gustavo se ven una y otra vez en distintos países, en distintos deportes. Gente que es capaz de hacer cualquier sacrificio para disfrutar de su pasión, cuentos inimaginados, relatos inverosímiles, increíbles.

En estas líneas, no quiero debatir si eso está bien o mal, pero sí quiero expresar que en nuestro país, la pasión por el deporte local, en líneas generales, no se desborda de tal manera. Siendo más específico en el área que manejo que es el fútbol: con la diáspora criolla, se fueron los barristas, los aficionados más apasionados del deporte nacional, que podían tener algún relato similar al de Gustavo. Pero ya prácticamente eso se extinguió.

Nuestra sociedad no toma la afición por el deporte criollo como una pasión extrema, como parte de su vida, como un componente indispensable e insustituible de sí. No. Casi desaparecieron aquellos que son capaces de hacer sacrificios extremos solo por el hecho de apoyar a su equipo. El venezolano ve al deporte hoy, luego de vivir una intensa crisis económica y social, como un pasatiempo y no como una pasión, de ahí que se haga tan difícil entender como hoy día cuesta llenar tanto un estadio y sí un concierto con precios prácticamente impagables.

Argumentar excusas por el precio de los boletos es un demostrativo: en casi todo el mundo el espectáculo del deporte es caro, de elevados precios y los aficionados hacen sacrificios, de todo tipo, para poder acercarse al estadio o pagar la cuota de socio. Y lo hacen porque justamente es parte de la vida, del día a día, es un distintivo social y no una mera distracción como hoy lo es el deporte en Venezuela.

Entonces, aquí existen otras prioridades de disfrute: es común que si hay una fiesta, una salida con amigos, una salida con una chica o un chico, un evento familiar, sea siempre algo más importante que ir a apoyar al equipo. Supongo que un sociólogo puede hacer una investigación en la que, mediante un método científico, puedan demostrar esta teoría, pero de buenas a primeras, conociendo mi entorno deportivo, me doy cuenta de que eso es así.

¿Curioso? Eso no pasa con el fútbol de otros países, por ejemplo. Y para muestra, un botón: nunca vi una reacción como la de los aficionados venezolanos al Real Madrid con la clasificación a la final de la Liga de Campeones. Ahí sí había pasión, sentimiento, sentido de pertenencia.

Es por ello que toda estrategia que intente acercar al aficionado al estadio, al gimnasio, a la cancha, debe tomar en cuenta una realidad que desnuda las reales sensaciones de la gente por el deporte.

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