Opinión

El periodismo estorba en dictadura

Sin periodistas que fisgoneen, sin reporteros que escudriñen, sin fotógrafos que rebusquen, la tragedia de Las Tejerías será rápidamente olvidada

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El diccionario de la Real Academia Española de la Lengua ofrece en línea dos significados del verbo estorbar: 1) Poner dificultad u obstáculo a la ejecución de algo; 2) Molestar, incomodar. Ambas acepciones explican por qué en una dictadura, en un régimen que apuesta por la hegemonía y control de las comunicaciones, el periodismo estorba.

El ministro del Interior y Justicia, el general Remigio Ceballos, ha dictado cátedra en pocas palabras, como suele ser en su caso, para mostrarnos cómo entienden el rol de los medios y de la información quienes detentan el poder en Venezuela.

Hablamos de la tragedia de Las Tejerías. El deslave y la tragedia que se vive allí está vedada a periodistas y empresas privadas, a los ciudadanos, a fin de cuentas. La razón es muy sencilla: “estamos trabajando”, ha dicho el ministro.

La lógica militar, que en primer término establece el control, se ha impuesto como respuesta a un problema humanitario, de atención a víctimas. No en balde ha sido nombrado un general como autoridad única en las Tejerías, por encima de la dirección de protección civil, de la Cruz Roja o hasta por encima de las propias autoridades electas.

Para el ministro, y así lo ha dicho sin ambages, los periodistas estorban mientras los militares están trabajando. Es esta toda una definición del régimen que debemos tener en cuenta.

Aunque Ceballos quiso poner su frase en la primera acepción de la RAE, en el sentido de que los periodistas obstaculizaban la ejecución de las tareas oficiales, en realidad en el fondo de su declaración lo que en realidad nos decía estaba más relacionado con la segunda acepción: para quienes nos gobiernan y controlan, los periodistas molestan, incomodan.

Ha sido así, pero hasta ahora nadie, desde las altas esferas del poder, lo había dicho de forma directa, sin rodeos ni miramientos.

Sin periodistas que fisgoneen, sin reporteros que escudriñen, sin fotógrafos que rebusquen, la tragedia de Las Tejerías será rápidamente olvidada. Las historias de dolor, las denuncias de las víctimas, las imágenes de la destrucción, sencillamente no estarán a disposición de los venezolanos, del resto de venezolanos.

Los venezolanos de Las Tejerías tienen ya todo esto, lo padecen en carne propia, pero su voz también ha sido silenciada, dado que los que estorban, los periodistas, nos estarán allí para contarle al resto del país.

Varias crisis en una crisis

Las Tejerías está viviendo varias crisis, según la poca información que sobrepasa el cepo militar. Está la crisis psicológica de quienes sobrevivieron, pero que no pudieron salvar a algún familiar; está la dolorosa crisis emocional de no saber aún si un familiar o amigo cercano está vivo, dado que tampoco hay una política oficial e informar detenidamente sobre la identidad de fallecidos o desaparecidos.

Hay una crisis sanitaria, dado que el deslave acabo con desagües y tuberías; tenemos a miles de venezolanos ¿acampando? O dónde están durmiendo y comiendo los sobrevivientes que quedaron sin nada, ni siquiera con un techo propio donde cobijarse.

Ante la ausencia de periodistas en Las Tejerías tampoco sabremos si hay maltrato o abuso de los militares; si las comidas y medicinas estarán llegando efectivamente a quienes más lo necesitan. Las cámaras de la propaganda estatal sólo nos mostraran la versión oficial.

Sin los periodistas que estorban, a fin de cuentas, tendremos una tragedia sin rostros y sin voces de las víctimas.

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