Opinión

El fútbol está girando fuera de su órbita

Actualmente, las conversaciones sobre fútbol no se basan en la propia actividad sino en lo que sucede fuera de ella. Rumores, chismes, tragedias... Es hora de volver a lo principal: el juego

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Me topé en Twitter con un fragmento de una entrevista que sostenía el popular Ibaí Llanos con Gerard Piqué. En él, el futbolista hacía una aseveración que pocos se han atrevido a divulgar: la gente ya no está viendo fútbol.

Decía que una persona cada vez que se sienta frente a un televisor, está más ocupada revisando cualquier red social en su teléfono que prestando atención al partido. Es quizá, ciertamente, algo más propio de las nuevas generaciones, pero mientras el tiempo pasa, son cada vez más las personas que cumplen con el rigor de este ejemplo, jóvenes, adultos o abuelos.

El fútbol cada vez es menos “romántico” y, al contrario, se va contagiando más de la vorágine del mundo actual. No quiero con esto condenar la realidad, porque lo cierto es que lo que ocurre dentro del campo sigue siendo lo que nos gusta: un juego, un partido de fútbol. El entorno es lo que está arropándole y en muchos casos, contaminándolo.

Decía Piqué que las noticias que más impactan no son los resultados de los partidos ni los campeonatos obtenidos. Lo que más “vende” o atrae la atención son los rumores que vinculan a un futbolista con algún club o lo que le pasa al jugador en su vida privada, lejos de lo que pueda ocurrir en el campo de juego. Analicémoslo y es cierto.

Hoy discutimos día a día sobre cuál es el favorito para ir llevarse la Copa del Mundo, pero con el mismo interés cuestionamos la idoneidad de su realización en esta época del año. Nos alarma la cantidad de futbolistas caen lesionados, uno tras otro, justo en los días previos a la disputa del mundial. Es más noticia, prácticamente, quienes se lo pierden que quienes van a estar. Mientras, se aprietan los calendarios y se juega domingo – miércoles -domingo sin parar porque hay que abrir el espacio para que se juegue el mundial. Y el futbolista, exprimido.

Alguna vez leí que el futbolista gana lo que corresponde que se le exige en cuanto a remuneración. No lo discuto, pero cada vez menos nos preocupamos en lo que un futbolista puede sentir o pensar. Nos interesa su desempeño en el campo y más nada, sin entender que son humanos, que no son máquinas inagotables.

Hace poco supe que un futbolista que regresó a jugar en Venezuela después de un tiempo, no rindió lo que de él se esperaba en la temporada. ¿El motivo? Una situación personal con su esposa, que puso en vilo la continuidad de su matrimonio. Y si bien el trabajador, sea el área que sea, debe saber diferenciar las situaciones personales de sus responsabilidades profesionales, es inevitable escapar a la posibilidad que su desempeño puede verse afectado por lo que la cabeza piensa.

El fútbol está girando fuera de su órbita. Josep Blatter admite que fue un error otorgar a Catar la organización del mundial y un embajador del evento que asegura que la homosexualidad es un problema mental, añaden tanta leña al fuego externo de lo que ocurre en el campo, para que se tenga más material sobre el qué hablar que las convocatorias de 26 futbolistas que cada seleccionador clasificada está anunciando. Y así todo lo se está distorsionando.

Desvirtuado. Cada vez más el fútbol se va descarrilando. Así como crecen inversiones multimillonarias en transmisiones, las deudas y recortes económicos crecen. Hay dos realidades: la del juego, la del campo y lo que sucede fuera de él. Siempre fue así, sí, pero nunca tanto fue tan importante para la gente lo externo. Y parece inevitable torcer ese rumbo.

Ojalá que el fútbol no sucumba a su entorno. Aún queda la ilusión del niño que sueña con ser futbolista, como principal capital para que se mantenga viva la llama de lo auténtico: del juego.

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