Opinión

Recordar para no olvidar: el caso Venezuela

Los eventos del In Memoriam organizados por el Espacio Anna Frank para recordar a la víctimas de la Shoá conducen a Carolina Jaimes Branger a insistir en la situación de los venezolanos

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Durante estos últimos días del mes de enero de 2023 el Espacio Anna Frank, a cuya junta directiva me honra pertenecer, conmemorará una vez más In Memoriam, eventos pensados para recordar a las víctimas del Holocausto, entre las que se encontraban un millón y medio de niños.

En 2011 asistí a un seminario sobre cómo comunicar el Holocausto, invitada por el Yad Vashem de Jerusalem. Y desde entonces me he preguntado, no sé cuántas veces, si quienes pensamos distinto al gobierno revolucionario aquí en Venezuela correremos el mismo peligro y destino de 6 millones de judíos -que solo por ser judíos- fueron asesinados en los campos de exterminio nazis, incluyendo el millón y medio de niños entre quienes falleció Anna Frank. Los judíos que intuyeron lo que estaba pasando, salieron. Aquí ya han salido más de seis millones de venezolanos. En el caso de los judíos, la mayoría murió en las cámaras de gas. En Venezuela muchos siguen haciendo maletas… La Venezuela que conocimos, amamos y en la que creímos, desapareció bajo la voracidad de los revolucionarios y la papanatería de la oposición, por decir lo menos…

Para mí, el punto de inflexión entre el antes y el después de Venezuela fue la invasión a la finca-posada de la familia Quintero en Caruao, en marzo de 2010. Aquel evento ha debido encender todas nuestras alarmas, pero no pasó nada. Lo que sucedió allí no fue una invasión cualquiera: fue la negación de toda decencia y de todos los sentimientos que honran la condición humana. Una aberración en todo sentido.

Los invasores no eran anónimos: eran «amigos de la casa», conocidos de toda la vida. Contertulios y copartícipes de celebraciones y festividades, que de la noche a la mañana se constituyeron en enemigos acérrimos y castigadores empedernidos de esa familia que solo le ha hecho bien a la comunidad de Caruao. Según el relato de la nieta Arianna Arteaga Quintero, por la saña y la violencia mostradas, parecía que esas personas estuvieran vengando algún terrible agravio.

Ese agravio intolerable es el ser personas de bien y parecerlo. Ser propietarios de lo suyo y emplearlo con sentido de beneficio propio y colectivo. «Terratenientes», «oligarcas», «escuálidos»: ecos del mismo discurso de odio que desde hace veinticuatro años nos han restregado en la cara día tras día. No hay noción de méritos, ni de trabajo honrado, ni atisbo de respeto a lo que se ha producido y ganado con sudor, lágrimas y a veces hasta con sangre. El que piense distinto es culpable y hay que arrasar con todo. Y si se resisten, «les quemamos la casa con ustedes adentro».

¿Y dónde estaban las autoridades? En aquel momento leímos -atónitos- las declaraciones del para entonces gobernador de Vargas, general García Carneiro, diciendo que los Quintero «tendrían que negociar». ¿Negociar qué? ¡No hay que negociar lo que es propio! Me pregunto: si el invadido hubiera sido un chavista pesado o un enchufado ¿se hubiera «negociado»?… Esto que vivimos es abyecto, perverso, vil. ¿Nos tocará vivir cosas peores?… Pareciera que sí, ahora con el apoyo, queriéndolo o sin quererlo, pero ambas con el mismo resultado, de una oposición que se muestra más interesada en destrozar al otro opositor, que al régimen de Maduro.

No me queda duda de que los jerarcas del chavismo tendrán que responder ante la historia por haber desvalorizado la educación y el trabajo. Porque un país se construye educando y fomentando el trabajo, exactamente lo contrario que ha hecho este régimen. Usar la ignorancia y la fuerza como métodos de subyugar al pueblo es un crimen. Crearle la falsa ilusión de que todo lo resuelve el gobierno y que lo que uno no tiene fue porque otro se lo quitó, es simplemente vil. Esa concepción rentista exacerbada nos ha convertido a todos en pobres.

En el mundo hay países ricos en recursos naturales que son países ricos: merecen respeto, y a menudo suscitan envidia. Hay países pobres en recursos naturales, que a pesar de ello son países ricos: merecen admiración. Hay países pobres en recursos naturales que son países pobres: merecen solidaridad. Y hay países ricos en recursos naturales que nadie se explica cómo ni por qué son países pobres: suscitan lástima. Entre estos últimos, por desgracia, se encuentra Venezuela.

Las injusticias no se solucionan creando otras injusticias. Se solucionan resolviéndolas. El problema de Venezuela no se trataba de sustituir a unas elites corruptas por otras aún más corruptas y más voraces porque tenían años esperando meterle mano al botín. Cada día se hace más patente que los “revolucionarios” no querían resolver la injusticia, solo querían “agarrar el coroto” y no soltarlo. Pero para no soltarlo tenían que poner en marcha un engranaje sofisticado de dominación en lo que los cubanos son expertos.

Cada vez que alguien dice que los chavistas son ineficientes e ignorantes, me pregunto si esa persona habrá entendido el meollo del asunto. Los chavistas están haciendo a la perfección lo que se propusieron hacer desde el primer golpe de 1992: acabar con el statu quo para someter a la población. Y cada vez se acercan más a lograrlo. ¿Qué creen ustedes que pasó en Cuba? ¿Qué creen que pasó en Corea del Norte o en Camboya? La fuerza bruta reprime para embrutecer a la fuerza. Se crean enemigos externos, consignas, la propaganda es vital. La receta es la misma en todas partes.

Las misiones “educativas” repartieron diplomas sin impartir conocimientos, pero crearon la falsa ilusión como aquella del espantapájaros del Mago de Oz. A los docentes buenos no se les dieron incentivos, sino desalientos. ¿Para qué ser profesor? ¿Cuánto gana un profesor?¿Cómo sobrevive un profesor?… El gobierno de Chávez –y su continuación, el de Maduro- se ha dedicado al tema de la educación superior sin tomar en cuenta la creciente deserción en la escuela primaria, los bachilleres que se han graduado sin haber cursado matemáticas, por ejemplo, porque no había profesor. Suena a exabrupto, pero en la Venezuela de hoy, como nadie quiere ser profesor, quienes pagan las consecuencias son los alumnos: hay liceos en los que pasan los tres últimos años de bachillerato sin profesores de Matemáticas, ni de Química, ni de Física. En esas materias a los flamantes “bachilleres” les colocan el promedio de las otras notas. Y así llegan los pocos que terminan la educación secundaria a la educación superior.

Entonces, si se trata de hacer «justicia social» tendrían que empezar por abajo. Porque lo que están haciendo es decorar una torta que no está hecha. Y están poniendo la torta. Otra torta más. Ya habrá quien diga que «qué es una raya más para un tigre». Pero en educación, más que en ningún otro sector, cada raya cuenta, porque cada raya es una raya. La educación es un tema demasiado importante, demasiado medular, demasiado serio para convertirlo en un instrumento de proselitismo político. Las tortas en educación andan por la calle y muchas ocupan cargos públicos, por desgracia. Y quien paga es el país…

En cuanto al trabajo, ¡qué desgracia cómo perdió su valor! Empezando por la descalificación y atropello en contra de quienes tienen algo porque se lo han ganado por laboriosa brega, pasando por el “yo robaría si mis hijos tuvieran hambre” (¿por qué no trabajar, en vez?), la arbitraria y corruptora inamovilidad laboral y terminando por las misiones y su sucedáneo, las cajas CLAP, que en vez de ser un apoyo y complemento, sustituyeron el trabajo, bajaron el nivel de vida y crearon una serie de parásitos que piensan que el Estado les debe dar todo, desde la casa hasta el papel toilette.

“No estudies, no trabajes, que pa´eso está el gobierno”. Ningún jerarca chavista va a un CDI ni se consulta con médicos integrales. Buscan a los mejores médicos –mejor si estudiaron en algún país del primer mundo-en las clínicas privadas. Y no los culpo. Pero es muy fácil decirle a los demás que vayan a hospitales donde no hay nada, ni siquiera médicos.

La falta de incentivos mató al comunismo europeo. Aquí, gracias a los altos niveles de ignorancia, todavía falta. ¿Cuánto? Dependerá de los niveles de sinvergüenzura –ganar sin trabajar- y ambiciones –educarse para prosperar- de los venezolanos.

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