Opinión

Racismo: es el momento de detenerlo

La visita del Atlético Mineiro a Venezuela, en el marco de la Copa Libertadores, se vio empañada por inaceptables expresiones racistas de los fanáticos del Carabobo. Ahora, el club venezolano podría tener que pagar una multa por al menos $30 mil tras lo sucedido

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Contrario a lo que siempre me gusta, que es resaltar las cosas positivas de nuestro fútbol, es muy difícil dejar pasar la situación presentada el pasado miércoles en el Olímpico, donde Atlético Mineiro en su visita por Copa Libertadores al Carabobo, expuso en sus redes un video en el que se aprecia y se escucha a seguidores del club granate gritando expresiones racistas y ofensivas.

Quiero centrarme en el buen primer tiempo que hicieron los de Tolisano, pero es inevitable no dejar de recordar que tres inadaptados (porque no creo que hayan sido más) fueron capaz de perjudicar no solamente la imagen de una institución como Carabobo, que viene haciendo bien las cosas, sino un país que ya bien vapuleado está en cuanto a cuestiones xenófobas y racistas.

Suficiente humillación hemos recibido como venezolanos en el extranjero recientemente, producto de la ola migratoria que ha sufrido nuestra patria. Uno lee con estupor lo que hacen con los nuestros y el dolor es tan grande que esta situación presentada en un partido de fútbol en Venezuela no puede ser algo más que deplorable y condenable.

No basta la difícil situación que atraviesan algunos protagonistas de nuestro balompié con situaciones de deudas y la inestabilidad institucional. No basta con que algunos resultados en lo futbolístico sean adversos. No basta con que haya mucho por construir para mejorar nuestro espectáculo. No. No basta. Porque lo que faltaba era que ahora seamos condenados por racismo, en una sociedad como la nuestra que se ha jactado siempre de ser todo menos excluyente.

Nunca será argumento válido afirmar que esto suele pasar en el resto del continente en los partidos de fútbol. Que es una situación común y que Atlético Mineiro, un poderoso club de Brasil, al hacerlo público por sus redes sociales, amplió la magnitud del hecho noticioso. Es deplorable y no está bien que pase. Duele el golpe económico que seguramente tendrá que enfrentar Carabobo, que justamente se mudó al Olímpico por cuestiones económicas. Y digo duele porque que tres inadaptados se encarguen de enlodar y comprometer al equipo tan duramente, es una situación difícil de controlar, más cuando en nuestro país no tenemos un expediente de situaciones similares.

Yo optaría por identificarlos y sancionarlos. Que la situación dicte un precedente inmediato acerca de cómo responder a algo tan repudiable, además que sirve de advertencia para que situaciones tales no vuelvan a ocurrir, evitando así comprometer los intereses del club.

El actual reglamento de la Conmebol Libertadores establece lo siguiente: “La Comisión Disciplinaria de la CONMEBOL determinará el monto de los daños ocasionados o los perjuicios financieros después de considerar las circunstancias de cada caso en particular y las pruebas disponibles. El club en cuestión puede ser descalificado de los próximos torneos organizados por la CONMEBOL. La CONMEBOL tomará futuras medidas según corresponda, como la suspensión del club de cualquier otra competición de la CONMEBOL”.

Desde mediados de 2022, el ente establecía el monto de 30.000 dólares de multa para los equipos locales cuyas aficiones incurrieran en actos discriminatorios, pero para esta campaña ese monto puede elevarse hasta los 100 mil, de acuerdo a lo que determine la Comisión Disciplinaria. Un monto realmente importante, sobre todo para los clubes de Venezuela, que dejarían de ingresar un buen monto por su participación en este torneo, una de las salvaciones presupuestarias que sirven para el cálculo financiero de los clubes.

Es necesario que la condena pública hecha por Carabobo vaya más de un comunicado: ejercer acciones realmente efectivas para que esto no pase más y sea paradigma de situaciones similares. Lo que unos pocos inadaptados hagan no puede comprometer los intereses ni la reputación de un país que ya bien ha sufrido en la piel de sus conciudadanos la discriminación.

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