Opinión

Prohibido escapar: los responsables deben dar la cara en el fútbol venezolano

Lo sucedido con Lara y Aragua debería llamar a la revisión de cómo la crisis está afectando al balompié criollo. Se necesitan acciones legales para evitar que equipos con tradición sigan desapareciendo

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Fútbol

El jueves 2 de marzo fueron anunciados los equipos que conformarán la Segunda División del fútbol de Venezuela. No aparecen en el listado de dieciséis algunas instituciones con tradición, que poseen un gran activo, la afición: Lara, Llaneros, Aragua, Zulia, han quedado fuera, como consecuencia siempre de los manejos administrativos.

Y esto duele. Duele mucho. Duele porque hay mucha gente detrás de cada institución. Un equipo de fútbol es una fuente de trabajo. Tiene una estructura de personal que más allá de ser deportiva, genera empleo, sirve de sustento de vida para un grupo considerable de personas: futbolistas, técnicos, administrativos. Y que de un plumazo no haya manera de cómo responder a los compromisos, que no se dé la cara a tus empleados, es algo, cuando menos, indignante y desesperante.

Aquí me quiero detener. Porque si bien estos equipos han tenido una afición ganada con el paso del tiempo y a ellos se le debe respeto, no puede ser que los directivos que no cumplieron con sus compromisos, no rindan cuentas sobre la responsabilidad más que personal, administrativa. Una quiebra tiene procesos, mecanismos. Aquí es más un “no pago y me desaparezco” y los trabajadores quedan en el aire, sin nadie que le brinde una respuesta, que les paguen lo que le deben, en cristiano.

Todos los casos son graves: en Lara, no se dio respuesta a nadie, se hizo un intento de venta y al ser imposible lograrlo, vino el “mutis” que alarma. Una institución que llegó a ser campeona, con infraestructura, con un grupo de trabajadores con largo vínculo en la empresa, se vino abajo en apenas meses. Engaños, deudas, contrataciones fantasmas, incumplimientos, anuncios falsos. Todo se hizo mal y su propietario sigue sin responder a sus obligaciones. Eso no puede pasar más. Debe existir una instancia, quizá en fuero común, que se encargue de garantizar que estos propietarios respondan por sus actos.

Aragua es el otro en caer. Descendido de forma deportiva, había esperanzas de reactivación para encarar la Segunda División pero las deudas impidieron seguir adelante. No hubo forma que cumplieran a tiempo y esto es grave, porque tienen meses sus empleados exigiendo se cancelen las deudas. La inconsistencia en la sostenibilidad financiera y en muchos casos, hasta el desinterés de los mismos directivos (Como pasa en Aragua, uno de los pocos equipos cuyo capital depende del sector gubernamental, que desde que hubo un cambio de mando en la Gobernación todo se transformó), se llevó a pico a un campeón de Copa Venezuela, a un equipo con mucha tradición en nuestro país.

Son dos ejemplos, pero la situación es recurrente. Así como hay directivos que invierten y hacen un esfuerzo descomunal porque su empresa esté al día, ocurren estos casos que, evidentemente, demuestran que las instituciones no pueden seguir dependiendo exclusivamente del capital de un mecenas, de un solo propietario, de un dueño. Porque cuando se acaba la plata o se acaban las ganas, pueden sacrificar hasta el legado histórico de instituciones que, muchas veces, representan más que unos colores deportivos: algunos son parte de la idiosincrasia de una ciudad o de una región.

Desde hace tiempo insisto en que la FVF y la Liga debe diseñar un mecanismo no solo que garantice la solvencia de los equipos (la Licencia de Clubes es una “alcabala” en el tiempo para permitir seguir aspirando a competir), sino que actúe en lo inmediato cuando los directivos dejen de cumplir sus obligaciones. Una manera de obligar a que respondan a sus compromisos. No pretendo que exista un “pote” o un fondo salvador, sino que los irresponsables, los que gestionen de manera ineficiente, no eludan sus competencias.

Hay una crisis económica fuerte en el país que está golpeando al fútbol justamente por cómo se gestiona el modelo de negocio en cada institución. Hay que atender el asunto como organizadores. Es prioridad.

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