Opinión

Cuando emigrar es igual a morir

A la terrible experiencia de atravesar la selva del Darién se une el maltrato, la arbitrarierad y la crueldad en la frontera mexicana cuyas dimensiones acaban de quedar expuestas

Ciudad Juárez
(Foto: Guillermo Arias / AFP)
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En 2022, de regreso de los Estados Unidos, pernocté en Cancún para tomar a la mañana siguiente el vuelo a Caracas. Fui de las primeras en entrar al avión porque mi hija venía en silla de ruedas. Adentro ya había una familia de cinco miembros, padre, madre, un adolescente de unos dieciséis años y dos niñas menores de ocho. Los padres y el joven lloraban amargamente, mientras las niñas los veían con caritas de angustia. Nuestros asientos estaban justamente al lado del joven. Me explicó que habían vendido todo lo que tenían en Venezuela porque estaban decididos a emigrar, que incluso tenían visas mexicanas (si no, no los hubieran dejado montarse en el avión), pero que “no les dieron entrada”. “Nos mandan de vuelta a Venezuela porque no tenemos pasaje de regreso. ¿Usted sabe cuánto gastamos en estos pasajes? ¡Es una desgracia tener que volver!”.

La historia resumida es que el padre era profesor universitario en Mérida. La madre, profesora de Castellano y Literatura en un liceo. Por supuesto, no les alcanzaba para mantener a tres hijos. Tenían colegas amigos en Querétaro, México, que los animaron a salir de Venezuela, asegurándoles que como profesores podían encontrar trabajos. De hecho, ya los habían conseguido.

Nunca olvidaré la cara de desolación, desesperación y de angustia de aquella pareja. Se me salieron las lágrimas cuando él me dijo “encima de lo pobres que ya éramos, ahora regreso, sin trabajo, y con una deuda de 2.000 dólares que pedí prestados para comprar los pasajes”.

Creo que Venezuela ha sido de los pocos países en el mundo que ha recibido a todo tipo de inmigrantes con los brazos abiertos. Por esa razón me cuesta entender la poca o nula humanidad de otros países al recibir a nuestros connacionales. Entiendo que la inmigración es un problema, porque representa un descalabro en las economías de los países donde llegan, más si son centenares o miles de personas cada día. Nosotros podíamos hacerlo cuando éramos un país petrolero. Pero de ahí a que los encierren como delincuentes y que ante un incendio -que algunos de ellos provocaron, es verdad- opten por dejarlos que se achicharren antes de permitirles huir, es simplemente un horror. Eso pasó hace apenas una semana enestación del Instituto Nacional de Migración deCiudad Juárez. Casi cuarenta muertos se suman a los más de 7.000 que han fallecido o desaparecido tratando de llegar a los Estados Unidos. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador trató de explicar, cantinfléricamente, como es usual, cómo se había producido el incendio:

“Esto tuvo que ver con una protesta que ellos iniciaron a partir, suponemos, de que se enteraron de que iban a ser deportados, movilizados y como protesta en la puerta del albergue pusieron colchonetas del albergue y les prendieron fuego y no imaginaron de que (sic) esto iba a causar esa terrible desgracia”.

¡El que una gente desesperada tome una medida extrema como iniciar un fuego, no puede ser excusa para dejarlos morir a todos quemados! Menos mal que no todos son como AMLO. Ya la titular de la Fiscalía Especializada en materia de Derechos Humanos, solicitó una audiencia de juicio oral para pedir las órdenes de detención contra «el presunto responsable que inició el incendio, los servidores públicos y vigilantes de seguridad privada».

Un reportaje de Claudia Smolansky para ArmandoInfo del 2 de abril pasado sobre México como destino “final” o simplemente, como paso para los Estados Unidos, desnuda la tragedia que viven nuestros compatriotas, que no solo tienen que salvar la terrible selva del Darién, sino enfrentar los dantescos centros de detención mexicanos, los pésimos tratos de los funcionarios de inmigración y tener que regresar a Venezuela, donde se les habían cerrado todas las puertas. “En 2022 se triplicó el número de venezolanos deportados desde México. A pesar de que las autoridades migratorias lo definen como «retornos asistidos», organizaciones locales e internacionales coinciden en que son eufemismos y que estos casos, muchas veces, ocurren bajo arbitrariedad y violencia”. Más sufrimiento que se añade al largo rosario de desgracias que nos han caído a los venezolanos desde que el régimen chavista-madurista destrozó el país.

Mucha alharaca han armado por las recientes detenciones de funcionarios del régimen. Yo me siento como Santo Tomás, ver para creer. Me parece que sabemos muy poco de lo que hay detrás de todo esto y que podría ser la excusa para una razia de opositores sin precedentes. Mientras, los venezolanos seguirán saliendo, cada vez más desesperados, buscando en algún sitio lo que en nuestro país es imposible encontrar: futuro. Y en esa búsqueda, muchos, por desgracia, lo que encontrarán será la muerte.

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