Opinión

Vinotinto Sub-17: que la FVF no saque pecho por el resultado

El resultado no fue acorde con la preparación. Por eso, la clasificación al Mundial de esta categoría es una hazaña, principalmente, de los jugadores y luego, del cuerpo técnico. Lo que pasó antes del torneo no se debe volver a repetir

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Los muchachos de la selección Sub-17 merecen todos los homenajes y premios del mundo. Si alguna empresa está pensando en una charla motivacional, en lugar de contratar a un influencer de TikTok, debería llevar a toda esta plantilla. El testimonio de esos jóvenes, algunos que recién empiezan a cruzar la adolescencia, es muy valioso. Pasaron de estar en completo abandono, con solo un preparador físico al lado, a tutearse con delegaciones como Brasil y Argentina, que se prepararon a fondo.

Para cualquier fanático del fútbol venezolano, y en especial de la selección, resulta por lo mínimo extraño ver a una representación nacional llegar a la última jornada de un torneo sin la necesidad de sacar la calculadora. La Vinotinto juvenil clasificó al Mundial de la especialidad en su penúltimo encuentro, cuando ya lo habían hecho Ecuador, Brasil y Argentina. De manera que ese último partido podría haber sido anecdótico, pero no lo tomaron así los jugadores ni cuerpo técnico y le terminaron amargando el campeonato a los meridionales, quienes con el empate quedaron fuera de opciones por el título.

Pero además, la selección que tuvo a David Martínez com máxima figura, jugó bien, compitió, mostró talento individual y cohesión grupal. Había una idea de juego. No siempre se pudo ir contra el arco contrario, pero tampoco, de acuerdo con las tendencias de las selecciones después de Richard Páez, pegó sus dos bloques cerca del propo arco. Por el contrario. Debido al buen pie, en la mayoría de encuentros, buscó asociarse, mediante el juego de pases y si se necesitaba el desahogo directo, la pelota iba con sentido al delantero pívot.

Lo resumió muy bien Carlos Domingues en el título de su más reciente colaboración con El Estímulo: una selección muy distinta a las demás. Entendiendo que no hay selecciones que se puedan clonar, porque necesitarías el mismo ADN de cada jugador, jugador que además influencia al siguiente en la relación dentro de la cancha, sí podemos decir que esta Sub-17 se acerca mucho la ideal de lo que desearíamos ver en otras categorías: calidad, compromiso, solidaridad y entrega. Ganar exhibiendo un buen trato al balón, diga lo que se diga, genera orgullo y conquista corazones.

El aporte de Ricardo Valiño, que tuvo contacto con estos muchachos prácticamente 15 días antes del torneo, debe reconocerse. Tocó la fibra de cada jugador. Algo hizo bien para que los muchachos creyeran en él. ¿Cuánto peso tiene un técnico que desconoce el talento disponible a disposición y debe armar un equipo en tan poco tiempo? Esa es una pregunta que probablemente nunca tendrá respuesta. Hay estrategas que llevan años en procesos y lamentablemente no se les dan los resultados. Eso no significa que no trabajen bien.

Debemos, por lo tanto, comprender en medio de la euforia que esto que vivió Venezuela es anodino y no debe repetirse. Estamos hablando de dejar a una selección menor a la deriva. Porque, por paradójico que suene, creer que un equipo puede ser transformado de la noche a la mañana, y que lo conseguido por la Sub-17 puede repetirse con solo tener el talento disponible, es falso. Los torneos cortos siempre propician sorpresas. La regularidad es más premiada en los campeonatos largos, como las ligas. De tal manera que hay que ser muy cuidadosos con este éxito.

Hay miles de cosas que quienes llevamos años cubriendo selecciones, conocemos que suceden en etapas formativas. Técnicos que ni se aprenden los nombres de los jugadores y los llaman por apodos, otros que reciben dinero para escoger a los titulares, viáticos robados y un largo etcétera que incide en el desperdicio de talento. La frustración suele reinar a esta edad, comprendiendo que apenas son niños que están haciendo la transición al profesional.

Lo mejor que puede hacer la Federación Venezolana de Fútbol, más allá de las ruedas de prensa, es disculparse con cada uno de estos muchachos, que jugaron por encima de las propias dificultades. Ellos deben estar seguros de que el abandono no se repetirá. No hace falta que se haga público. Sería un gesto que complementaría la proeza de clasificar a un Mundial. Estos jóvenes, víctimas colaterales de una terrible relación entre FVF y José Pékerman-Pascual Lezcano, deben ser arropados por una estructura que realmente vele por sus intereses. Ya después de esto, le toca a cada individuo tomar las decisiones pertinentes para asegurarse una carrera en el fútbol.

Hay una segunda oportunidad de hacer las cosas bien, ojalá la nueva ola de asesores argentinos, encabezados por Fernando Batista, consiga hacerle entrar en razón a la FVF de lo que se necesita para la continuidad competitiva. Y también, ojalá, esta nueva ola resista cuando los malos resultados y las constantes intervenciones del oficialismo se presenten. Los muchachos cumplieron, ahora hay que cumplirles a ellos.

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