Opinión

¡Por eso estamos vueltos leña!

Jóvenes que no saben el significado de la palabra poesía, que asocian una rima con la música de Bad Bunny y que creen que el premio a Rafael Cadenas "no es gran cosa"... ¿Será capaz esta nueva generación de promover el compromiso con los valores democráticos y la confianza en las instituciones sociales, para construir una sociedad más justa y equitativa?

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Un artículo del profesor Rubén Darío Gil circuló profusamente por las redes. Empezaba por agradecerle a su padre, Enrique Ventura Gil, por la educación que había recibido y contrapuso su experiencia con lo que pasa hoy en día. Contó quele había pedido a un grupo de alumnos de un instituto educativo superior -sí, leyeron bien, educación “superior”- que memorizaran un poema para la próxima clase:

“…una alumna levanta la mano y me pregunta…

– ¿Qué es un poema?

Les juro que me asusté… bueno, le respondí… un poema es un poema. La más lista de la clase, orgullosa, comenzó a recitar:

“Del cielo cayó una rosa/ mi madre la recogió/ se la puso en su cabeza y qué linda le quedó…”.

Desconcertado y con ganas de salir corriendo para otra galaxia, les pregunté a esos estudiantes de “ARTE” si alguna vez habían escuchado hablar de Andrés Eloy Blanco o de Aquiles Nazoa… y lo hice para irme por las esquinas y, sin embargo, me miraron como si estuviese hablando en Tagalo.Fui más allá, comencé a leerles el poema “Angelitos Negros” para que por lo menos tuvieran una referencia conocida y nadie, absolutamente nadie, había escuchado ese poema jamás.

La más joven de grupo, osó en preguntarme si había escuchado: “Yo le llego”, de un tal J Balvin y Bud Bunny, quizás pensando que “eso” era poesía, mientras que el resto de la clase chateaba con sus celulares”.

Patético, ¿no?… Si uno de los referentes de la juventud de hoy es Bad Bunny, “¡paren el mundo, que me quiero bajar!”.

Unos días más tarde, leí un comentario -con muchas respuestas con el mismo tono, fondo y forma- donde un joven se quejaba de “la alaraca (sic) por el Premio Cervantes a Rafael Cadenas… gran vaina!!!”. “Como si eso fuera a resolver los problemas del país”, comentó otro, sin tener la más remota idea de que por ahí deberíamos empezar la reconstrucción. El discurso de Cadenas es un punto de partida para una Venezuela libre y democrática.

Cuando un pueblo pierde sus referentes, puede suceder cualquier cosa. Nos quedamos sin aquellas personas, instituciones o valores que sirven como guías o modelos a seguir, y su pérdida tiene graves consecuencias para la identidad y la cohesión social.

En los años cuarenta, la inmensa mayoría de los venezolanos era analfabeta. Sin embargo, la gente recitaba de memoria a Andrés Eloy Blanco. Sus discursos en la Asamblea Constituyente eran seguidos por radio. Había respeto, consciencia de lo importante, noción de qué hacía grande a un país. Esa generación de venezolanos fue la que salió a la calle el 23 de enero de 1958 y sostuvo a la incipiente democracia hasta que se consolidó.

Ahora nos encontramos con que lo más común es que haya una sensación de desorientación y de falta de sentido en las vidas de las personas. Y es que, al perder sus modelos a seguir -o peor aún, si los modelos son tipo Bad Bunny- la gente puede sentirse perdida y sin rumbo, sin saber qué hacer ni a quién seguir. Y ni siquiera es que estén en búsqueda de nuevos referentes, es que sienten que no los necesitan. Aunque no se den cuenta, eso genera todavía más confusión e inseguridad.

Una vez que Luis Alberto Machado visitó Colombia, acababa de salir el libro de varios autores “¿En qué momento se jodió Colombia?”. En una rueda de prensa, un periodista le preguntó que en qué momento se había jodido Venezuela. “Nunca”, respondió el doctor Machado. Hubo un gran murmullo en el salón. “Nosotros nunca nos jodimos, porque siempre hemos estado jodidos. Cada vez que logramos levantar cabeza, algo pasa que nos hunde más”, explicó Machado. Su respuesta levantó una enorme ronda de aplausos.

En toda época se ha pensado, en general, que nunca se ha estado peor. Yo tengo sesenta y cuatro años y estoy convencida de que Venezuela jamás ha estado peor que ahora.

El chavismo acabó con todos los referentes. Cuando ya no hay valores compartidos ni modelos comunes, es más difícil que las personas se entiendan y se respeten mutuamente. Nos hemos vuelto profundamente cínicos, y cuando un pueblo se vuelve cínico, se producen graves consecuencias para la sociedad y el sistema democrático. Cuando la gente cree que los políticos son todos iguales y que no les importa el bienestar de la sociedad, no solo se debilita la democracia y se deteriora la calidad de las instituciones, también se genera desesperanza, apatía y se fomenta la polarización y la intolerancia.

¿Será capaz esta nueva generación de promover el compromiso con los valores democráticos y la confianza en las instituciones sociales, para construir una sociedad más justa y equitativa? Francamente lo dudo, pero como reza el dicho, la esperanza es lo último que se pierde…

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