Opinión

El fútbol también agota

La jugadora de la selección Vinotinto Sonia María O'Neill Caroli ha publicado en redes sociales que se toma un descanso para reencontrarse. Su testimonio interpela a fanáticos, periodistas, entrenadores y clubes, como seguidores de la disciplina

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Sonia María O’Neill Caroli dice que para. El físico le da, pero la mente no. Y la realidad es que no hay músculo que se mueva si el cerebro no se lo exige. La jugadora de la Vinotinto, una de las más mediáticas desde su arribo a la selección femenina, hace lo que pocos hoy en día: se escucha antes de que el ruido sea irreparable.

La volante, que también puede jugar de defensa central, asegura que la han tratado como «un número sin valor, no como un ser humano». En el cierre de su comunicado, que se puede leer más adelante, suelta una frase que resume su desencanto: «Estoy cansada de la toxicidad en el fútbol femenino».

Sonia se esfuerza en alejar a las redes sociales y personas fuera de la especialidad de su declaración. Y si bien desconocemos lo que pasa por su cabeza y, como ella escribe, lo que significa estar desde los 12 años bajo los ojos de entrenadores y clubes, desde afuera se percibe la toxicidad de la que habla.

Si bien es una palabra comodín, tóxico/a es una manera que tienen las nuevas generaciones de englobar prácticas que deshumanizan o impiden el sano desarrollo de una actividad. Va más allá de los contratiempos o dificultades propias de la profesión. Con el avance de las redes sociales y los mensajes de autocuidado, se ha hecho de consumo general el uso, aunque cuesto conceptualizarla.

Tenemos una idea de lo tóxico que puede llegar a ser el fútbol en general. El último ejemplo es lo sucedido con la selección femenina y la medalla de plata en los juegos Centroamericanos y del Caribe. En un balompié que no tiene títulos ni premios para mostrar, tal logro tuvo que ser reivindicado por Deyna Castellanos. Para una gran parte de los fanáticos, que vive en el lejano Oeste de Twitter, fue el momento de crucificar la entrenadora, Pamela Conti.

Casi al mismo tiempo, por el reclamo por más inclusividad, Castellanos también dividió a la audiencia, luego de la presentación de la nueva imagen de la Federación Venezolana de Fútbol (FVF). La gran figura de la selección opina que las selecciones femeninas y de fútbol playa no fueron incluidas asertivamente en el mensaje del organismo que dirige Jorge Giménez.

Si a lo anterior le sumamos los bandos a favor y en contra por el nuevo escudo de la FVF, resulta sencillo comprender cómo el balompié, en algún momento un remanso para la ajetreada semana de trabajo, se ha convertido en una actividad de bandos, en la que no hay grises y lo único que importa es la victoria (de mi opinión o de mi equipo).

Según el diario Marca, de España, en el fútbol se contabiliza una media de 60 suicidios al año, «aunque en el 90% de los casos no se denomina como tal, se prefiere hablar de ‘accidente’, de ahí la dificultad para acotar las cifras». Que los futbolistas son seres humanos, es una perogrullada, pero la mayoría del tiempo lo olvidamos cuando comentamos sobre rendimiento y resultados. Excusados en la pasión, una característica del deporte, descartamos el gran valor de la contención.

Por eso casos como los de Sonia son importantes, invitan a que tengamos otra mirada de la disciplina. Esto requiere de un esfuerzo para evitar que cada opinión sea un grito de batalla; una demanda de principios: o conmigo o contra de mi. Hay una frase que destaca en el post de Sonia: «O que digan que necesito subir solo fotos de fútbol…». Todos sabemos a lo que se refiere.

Hoy, la crisis por enfermedades mentales nos exige más escuchar que decir. Algunos medios y las redes sociales, mediante su diabólico algoritmo, nos empujan a lo contrario e impulsan la polarización. Con un historial de derrotas que superan ampliamente a las victorias, los venezolanos deberíamos haber comprendido hace tiempo el valor de la humildad. Sin embargo, ha sido todo lo contrario. En un claro caso de disonancia cognoscitiva se han adoptado posturas que no forman parte de nuestra idiosincracia.

Necesitamos recordar que esto es un juego y que para entender a las personas que lo ejecutan, también debemos ser personas, antes que fanáticos, periodistas, entrenadores y clubes.

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