Opinión

Venezuela de nuevo en las horas bajas

Una votación, en las actuales circunstancias, representará una derrota segura para el chavismo. Bajo esta lectura más que adelantar las elecciones, como se suponía en algún momento, podríamos estar en presencia de la posibilidad de que se retrasen por un tempo variable

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Aquello de que Venezuela se arregló fue -como se dice en lenguaje popular- un verdadero pote de humo. Las claves para una verdadera y duradera mejoría nacional pasan, en primer término, porque haya un cambio político.

En Venezuela, tras una efímera etapa de mejoría económica y social, nos encontramos como sociedad en un nuevo período de horas bajas. No se trata solamente de que los economistas al unísono nos digan que estamos en recesión y que no se proyecta mejora importante para el cierre del año.

De nuevo, también, crece el flujo de venezolanos saliendo hacia otros destinos. La migración masiva de venezolanos es un doloroso recordatorio de cómo un grupo en el poder puede destruir las capacidades económicas de un país, llevando a que millones deban sencillamente huir.

Si en el chavismo leen las mismas encuestas que han salido a la luz en tiempos recientes, es difícil que vayamos a un escenario de elecciones. En estas encuestas se evidencia un rechazo mayoritario hacia la opción de que Nicolás Maduro vaya a la relección, mostrando estos distintos sondeos el deseo de cambio que se respira entre los venezolanos.

Una votación, en las actuales circunstancias, representará una derrota segura para el chavismo. Bajo esta lectura más que adelantar las elecciones, como se suponía en algún momento, podríamos estar en presencia de la posibilidad de que se retrasen por un tempo variable, mientras el régimen de Maduro pueda construir así sea ilusiones efímeras de que estando él en el poder nos irá mejor, como nación.

En el corto plazo, sin embargo, seguirá la nefasta combinación de incertidumbre (habrá elecciones, cuándo, con cuál CNE) y deterioro económico (devaluación paulatina, alza de precios, salarios irrisorios).

El fin de la metáfora de que Venezuela se arregló sencillamente ayudó a desnudar la cruda realidad: mientras el chavismo esté en el poder difícilmente el país mejorara en líneas generales. Habrá sí, como viene sucediendo, mejoras puntuales en algunos sectores, pero sin mucha capacidad de sostenerse en el tiempo, porque el contexto general no es favorable para su sostenibilidad.

Entretanto, el escándalo de corrupción que provino de Petróleos de Venezuela y de las Criptomonedas dejó al desnudo el afán de enriquecimiento que predomina entre las altas esferas. Pudimos ver lo que el poder quería que veamos, pero ya esto en sí nos habla de niveles cínicos en el manejo de los activos de la nación, generando una nueva elite política y económica, que lleva vida millonaria, cuando la gran mayoría está sumida en la pobreza.

Un chavismo enquistado en el poder, tal como viene ocurriendo por ya largos años, sencillamente le cierra las puertas a cualquier posibilidad de bienestar colectivo. Las crisis, en sus muy diversas facetas, forman parte de un modelo de dominación política y control social. Una sociedad sumida en la incertidumbre y enfocada en resolver las carencias diarias puede ser más fácilmente manipulada desde el poder.

En este tiempo, según me parece, la tabla de salvación está en aferrarse a la ruta electoral. El estado de opinión pública demuestra que en los distintos sectores sociales e identidades políticas prevalece el deseo de ir a votar. No será fácil, ni está garantizado el éxito. Pero la movilización a favor del voto es una manera muy directa para canalizar el descontento y presionar, desde la sociedad, por llevar al chavismo a un terreno donde no tiene las cosas a su favor.

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