Opinión

Debut de la Vinotinto: la importancia de saber de dónde vienes

Es necesario mirar el pasado reciente para entender que Venezuela tiene que mejorar mucho para que vuelvan las alegrías. Fernando Batista no es un mago y el talento disponible no es amplio. Partir de la realidad es el inicio para cambiar los malos resultados

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Cada vez que la selección de Venezuela comienza su carrera por un objetivo importante, recuerdo aquella frase de Pitágoras de Samos: «El principio es la mitad del todo». Son muchas las interpretaciones, pero la que más me da sentido a lo dicho por el filósofo está relacionada con derrotar el temor al fracaso. Es algo que va más allá de dar el famoso primer paso y tiene que ver con intentar nuevas cosas, necesario para conseguir resultados diferentes. Pitágoras además era matemático, así que encaja mejor en este texto por aquello de sacar cuentas para asistir al Mundial de 2026.

Por más que nos rompamos la cabeza tratando de descifrar lo que Fernando Batista quiere con su 11, solo lo sabremos tras los dos primeros encuentros de eliminatoria, primero ante Colombia y luego en casa, el partido más importante de esta doble jornada, ante Paraguay. Se puede clasificar al Mundial perdiendo afuera, pero no cediendo puntos como local. Esa clave, mil veces cacareada, le cuesta mucho a los equipos con menos talento competitivo disponible.

Y a la Vinotinto no le sobra talento. Pareciera estar en un peldaño mejor que Bolivia, ya después tendrá que batirse a duelo con otros que querrán arañar ese puesto que da chance a repechaje, el objetivo principal. Que después pasen otras cosas es inevitable. El fútbol siempre tiene nuevos protagonistas, para bien o para mal. Pocos pensaban que Colombia, con sus jugadores en el mejor nivel en ligas europeas, quedaría fuera de la cita en la pasada eliminatoria y así fue.

Lo primero para Venezuela, pues, es trazarse objetivos posibles. A las esperanzas hay que ponerle números: la selección nacional ha sido última en las dos recientes eliminatorias. La historia de la Vinotinto en Barranquilla no es buena: cuatro derrotas, un triunfo y un empate. Solo han anotado dos goles y recibido nueve. Así que antes de entrar en discusiones bizantinas, sobre si un partido contra Colombia es un clásico o no, lo que realmente importa es lo que se verá en la cancha. Batista tiene una enorme responsabilidad: que los jugadores pueden tomar las mejores decisiones en el campo, un punto que ha sido el dolor de cabeza para todos los entrenadores que han estado al mando de la Selección.

Jugar bien o mal, entra en el terreno de lo subjetivo. Escoger lo que pide cada jugada, no. Para esto último se requiere trabajo y sobre todo, comunicación. Las fechas FIFA dejan pocos días para trasmitir una idea. El programa antes de esta convocatoria, que el cuerpo técnico de Venezuela haya preparado para cada uno de los seleccionados, de manera de comprender sus roles, tendrá la primera prueba en 48 horas. A partir de allí podremos hablar del desempeño en cancha y de si se ven mejoras con respecto a los partidos amistosos.

Pero hay un punto que parece indicar nuevos aires. En los últimos días hablamos solo de lo deportivo. Eso, que parece ser poco, para Venezuela es mucho, si repasamos el pasado para nada lejano. Desde la carta de los jugadores en la etapa de Noel Sanvicente al gran error de haberle dado un cheque en blanco a José Pékerman y su apoderado del que no vale la pena nombrar, los problemas fuera del gramado han condicionado el desempeño. Incluso la FVF parece preocupada por retomar aquello que nunca debió obviar: el aporte de la empresa privada.

Así pues, si se parte desde la humildad de comprender que en la clasificación general no se ha superado a Bolivia no una sino dos veces desde hace dos premundiales (apenas 5 triunfos en 36 partidos), entonces hay una mayor probabilidad de que el recorrido sea acorde con las verdaderas expectativas. El trabajo de Batista y el desempeño de los jugadores en la cancha dirán si es posible aspirar a más.

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