Cultura

Los 5 discos indispensables del rock latinoamericano de los años 80

Forjada la identidad del rock de la región durante la década anterior, en los 80 se nutre de otros sonidos, se pone al día con el resto del mundo y demuestra su fuerza y originalidad. Estos son los Indispensables que hay que conocer y escuchar para entender el momento

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En Latinoamérica comienzan los años 80 con un lento viraje de algunas dictaduras a la democracia y ese movimiento se ve reflejado en la música. En el caso del rock, lo posmoderno toca la puerta, como afirmaría Charly García: “esos raros peinados nuevos”. La poliforme new wave invade los gustos de las nuevas generaciones, ahora se habla de punk, postpunk, reggae, ska, neorománticos, techno pop, thrash, dark y otros subgéneros.

Mientas la región se pone al día, destacan la invasión del rock argentino y la insurgencia del rock en tu idioma. Años más tarde, en portada, la reconocida publicación Newsweek encabezaría con “Rock en español. How the rest of the world is getting a Latin Groove”.

La integración latinoamericana se estaba ganando por la vía musical, gracias al rock.

Charly García: Clics Modernos (1983) Argentina

Indispensables

“Modernos”, esa fue la categorización que círculos de especialistas, medios y público dieron a la fresca movida pop rock en la Argentina convertida en democracia a comienzos de los años 80. Charly García generacionalmente no formaba parte de “Los Modernos”, pero fue inspiración para los renovados sonidos que aparecerían en los escenarios del cono sur, muy especialmente su segundo álbum como solista, Clics Modernos.

Al regreso de su “mini exilio” en Nueva York, Charly traía un disco bajo el brazo: su consagración. En esta parada artística no compartirá créditos con ningún otro músico, será Charly García y su banda. Pasado será su imagen de romántico hippie de pelo largo y músico erudito del rock progresivo. Regresaba a su país con el cabello corto y una música muy distinta a todo lo hecho anteriormente.

En esos tiempos de cambios, el mismísimo Luis Alberto Spinetta afirmaría que quería hacer música como la de Charly García que ponía a bailar a sus pequeños hijos. Y sí, Charly cruzó la línea roja del rock grandilocuente de los 70 para entrar en la onda new wave. Pletórico de creatividad, resplandeciente como la nueva democracia de su terruño, incorporó elementos electrónicos a su rock (la caja de ritmo Roland 808, cobró protagonismo en arreglos, además de yuxtaponer samplers), llamó a rutilantes instrumentistas y creó un discurso rítmico lleno de reflexión sociocultural.

García ha sintetizado el contenido de Clics Modernos bajo tres principios que me tomo la licencia de evidenciar: es una grabación donde se fusiona rock y tango; propuesta de carácter minimalista, polirítmica, neoclásica y ambigua; a pesar de todo lo dicho por la prensa especializada, el famosísimo tema “Los dinosaurios” no fue hecho pensando en la dictadura argentina, pero… el espíritu evasivo e inteligentemente irónico de Charly, nunca nos permitirá saber si esto es verdad o mentira.

Lo del tango puede hurgarse en “No soy un extraño” o “Nuevos trapos”; neoclasicismo, indudablemente en “Los dinosaurios” y “Ojos de video tape”; minimalismo rock expresado en “No me dejan salir” y “Nos siguen pegando abajo”; ambigüedad en todo el álbum, y un buen ejemplo de poliritmos: “Dos Cero Uno (Transas)”.

“Los dinosaurios” es el tema icónico del álbum, himno argentino y sureño contra la violencia, contra los milicos, contra las dictaduras, resultando dificultoso referirse a otros temas en particular. Si existe un trabajo de Charly García donde todas las composiciones son indispensables, ese es Clics Modernos.

Charly fue el responsable de las composiciones, arreglos, teclados, guitarras, caja de ritmo, samplers, voz y más. Es capital la ayuda Pedro Aznar en el bajo, Larry Carlton (Albert Hammond, Steely Dan, Peter Gabriel, Joni Mitchell) en las guitaras, Casey Scheverrell (Jean-Luc Ponty, Chaka Khan, Gino Vannelli) ocasionales baterías, Doug Norwine en el saxo y Joe Blaney, experimentado productor. Registro facturado en uno de los mejores estudios del mundo: Electric Lady, de New York.

La suma de todo lo anterior hizo que Clics Modernos se convirtiera en una de las principales producciones en la historia del rock argentino y latinoamericano, una revolución moderna.

Botellita de Jerez: Botellita de Jerez (1984) México

Si existe un rock con identidad en Latinoamérica ese es el mexicano y en gran medida se debe al quehacer pionero de la agrupación Botellita de Jerez. Extravagante oferta musical que transpiraba su esencia en las presentaciones de bares y lugares cutre de Ciudad de México hasta que deciden probar suerte con la grabación de un vinilo. Entre profundas críticas de los ortodoxos y cálido recibimiento del público, Botellita de Jerez se hizo un puesto en el maltrecho rock de su país.

El rock mexicano venía de una década de carencias, represión y censura. Fue un sonido marginal en la cultura popular local. Gracias a la tarea titánica de varias agrupaciones, especialmente El Tri de Alexis Lora, y los llamados “hoyos fonquis”, el género sobrevivió a la década maldita (los setenta).

Parte de la recuperación del rock mexicano se debió a este power trio, más bien tequila trío, llamado Botellita de Jerez. Sus cursis integrantes Currucucú, El Mastuerzo y Uyuyuy, crearon una nueva nomenclatura rockera. Armando Vega Gil en la guitarra, Francisco Barrios en la batería y Sergio Arau en el bajo (los tres hacían voces), combinaron el aguacate con rock and roll y nació su estilo: el Guaca Rock.

Teniendo como referencia a sus compatriotas Naftalina y Tree Soul in my Mind (luego Tri) e indudablemente a Chuck Berry, se vistieron con jeans ornamentados al estilo charro, zapatillas de goma con espuelas y franelas punk, siempre acompañados de motivos llamativamente mexicanos. Basamento rock and roll y lírica llena realismo mágico, entre lo absurdo y el día a día de un mexicano de a metro, estos chilangos mezclaron danzón, chachachá, ranchera, corrido o son jalisciense con el ritmo norteamericano. De esa manera, crearon una marca.

Hicieron del “black is beautiful” afroamericano una versión mexicana: “naco es chido”, el mal gusto, lo kitsch es cool. A partir de este principio, lo popular, el barrio, la vecindad se convierten en identidad rockera. No es de extrañar que bandas como La Lupita, Maldita Vecindad, El Gran Silencio, especialmente Molotov y Café Tacuba (que versionaron el éxito de Botellita de Jerez, “Alarmala de tos”) le deban mucho a los Botellita.

Grabaron varios discos, el primero es la piedra angular: puro rock and roll mexicano, destacando un tema que rompía el molde rock and roll y se aproximaba a la muy de moda new wave, “Alármala de tos”, que sería una de sus principales composiciones en la primera mitad de los 80, antes del boom de Caifanes.

La raza los seguía, popularizaron frases que aun se mantienen en el argot callejero y presentaron principios polémicos: lo importante es el mensaje y la actitud, no tanto la calidad.

¿Qué sería del rock mexicano sin el guaca rock y Botellita de Jerez?

Los Prisioneros: La Voz de los 80 (1984) Chile

Indispensables

Los miembros de la banda Los Prisioneros no eran punks, pero en cierto sentido generaban el mismo efecto: música para descargar energía adolescente, mensajes destinados a la juventud (chilena) y origen de clase parecido al punk primigenio. La Voz de los 80, su primera placa discográfica, fue un reverdecer en el pop rock del sur del continente.

Entre cierta candidez política y texturas musicales muy básicas, el trío chileno fue ganando la atención de los medios de comunicación y de la industria musical, una anomalía sociocultural que surgía de los barrios y ascendía al conjunto de la sociedad, partía de Santiago de Chile y se transpolaba a toda Latinoamérica.

Influenciados por The Clash, estos estudiantes universitarios se aventuraron en un plan que incluía rock and roll, ritmos de Jamaica y remoto influjo punk. Ser autodidactas les otorgaba un sonido crudo de elemental R&R.

Esto no fue problema para conectar con su entorno, todo lo contrario, se convirtieron en material de fácil asimilación para sus congéneres, con el agregado de que Jorge González (bajo, voz principal y líder del proyecto) tenía el don de la palabra y amoldaba letras en consonancia con el aquí y ahora, en sintonía con el desengaño de la juventud chilena. Este efecto de menos metáforas más realidad, se amplificó al escenario latinoamericano. Miguel Tapia (batería) y Claudio Narea (guitarra) se dejaron llevar por la hiperquinesia y velocidad de componer de González, además de su intuitiva capacidad de producir los temas.

Sugerimos adentrarse en las letras de canciones como “La Voz de los 80”, “Sexo” o “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”, tratado púber sobre los primeros años de la década de los 80 desde la perspectiva de una sociedad tan opresiva y asfixiante como la que representaba la dictadura de Augusto Pinochet.

Los Prisioneros inicialmente pasaron relativamente desapercibidos por la rigurosa censura del régimen. A los pocos años ya estaban enemistados con los censores y comenzó el hostigamiento, lo que ofreció las circunstancias perfectas para invadir parte de América Latina.

El trío de la comuna de San Miguel fue fenómeno socio-político-cultural, aun no debidamente analizado, y su opera prima, discurso de un cambio societal que se venía venir.

Nota para Venezuela: Jorge González ha reconocido que uno de sus grandes éxitos, “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos”, se inspiró en el tema “Buena suerte”, de la agrupación caraqueña Las 4 Monedas, composición que a su vez era una versión de “007 (Shanty Town)” del jamaicano Desmond Dekker.

Sumo: Divididos por la felicidad (1985) Argentina

Sumo fue una de las más sobresalientes bandas de los años 80 en Argentina, un grupo de acciones anarquistas en los escenarios, caos incontrolable. Su incendiario espíritu fue Luca Prodan, voz y líder ideológico. Luca era el artista más políticamente incorrecto del momento: podía decir cosas como que los Soda Stereo son unos chetos (sifrinos snobs) y escribir:

Caras conchetas, miradas berretas
Y hombres encajados en Fiorucci
Oigo dame y quiero y no te metas
Te gustó el nuevo Bertolucci?

La rubia tarada, bronceada, aburrida
Me dice: ¿Por qué te pelaste?
Y yo: Por el asco que da tu sociedad
Por el pelo de hoy ¿cuánto gastaste?

Las frases anteriores corresponden al track “La rubia tarada” que da inicio al álbum Divididos por la felicidad, una grabación que marcó al rock argentino. Era postpunk cargado de reggae, una energética new wave argentina con mucha oscuridad. Reflejaba la experiencia de vida de su ideólogo, el cual venía con ADN biopsicosocial mezcla de Italia con Reino Unido, que se asentó a gusto en la Patagonia. Prodan leía, tenía consistencia intelectual, al tiempo que era un desastre en su relación con la existencia. Voz y primer actor de Sumo, en tarima era imparable y su grito expresaba cosas como:

Un pseudo punkito, con el acento finito
Quiere hacer el chico malo
Tuerce la boca, se arregla el pelito
Se toma un trago y vuelve a Belgrano

Basta, me voy, rumbo a la puerta
Y después al boliche a la esquina
A tomar una ginebra con gente despierta
Esta sí que es Argentina

“La rubia tarada”, tema al que corresponde los versos enunciados, estaba sustentado en una especie de hard disco funk, que atacaba la frivolidad de la vida nocturna de Buenos Aires. Inmediatamente, sin descanso, le seguía en el vinil una composición dance de aires jamaiquinos, visión adelantada de la próxima electrónica, la de los 90, llena de efectos de estudio de grabación y pedaleras de guitarras, donde podemos escuchar a un engendro de Robert Fripp multicultural y bajo ácido. Gracias a Dios, inmediatamente aparece un apartado de reggae y dub que baja la velocidad y furia de Divididos por la felicidad.

Sumo es proyecto pionero en el reggae blanquiceleste sin ser una banda reggae. Cinco de diez temas tienen acepción jamaiquina. El combo musical abrió senderos nuevos y diversificó el árbol genealógico del rock argentino con descendencia en grupos como Divididos o Las Pelotas, figuras emblemáticas de la historia post Sumo.

Otro apartado es el pelaje postpunk, asimilado de bandas como Joy División (de donde surge el nombre del álbum con una malintencionada libre traducción). Está la composición “Mejor no hablar de ciertas cosas”, poderoso afterpunk con un saxo que nos recuerda al John Coltrane de sus últimos días; “Divididos por la felicidad”, composición que no podría ser más Joy Division; el vanguardista/rupturista “DEBEDE” que mira con veinte años de anticipación los trabajos de James Murphy, funk punk disco.

Sumo abrió desconocidos oscuros y rítmicos pasajes al rock argento y latinoamericano. En Venezuela tuvo un hijo ilegítimo: a agrupación Los Gusanos.

Os Paralamas Do Sucesso: Selvagem? (1986) Brasil

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Para mediados de los años 80 Brasil atravesaba un lento proceso de transición a la democracia. Los militares tenían décadas en el poder y comenzaban a soltar el control. En ese marco también el rock inició su proceso de reactivación. Años después este periodo fue llamado Brock.

Aparece una oleada de bandas como Blitz, Baraon Vermelho, Titás, RPM, Legião Urbana, Ultraje a Rigor, entre otras. Os Paralamas Do Sucesso, es un nuevo nombre en ese inventario y si bien es cierto que al principio de su historia entraba perfectamente en los parámetros del catalogo BRock, en su tercer álbum, Selvagem?, algo pasó.

El trío compuesto por Herbert Viana (guitarra y voz), Bi Ribeiro (bajo) y Joao Barone (batería), apostó por un cambio paradigmático. Se manifestaba principalmente en dos aspectos: por un lado, introducir contenido de corte político, sociológico y filosófico; y en lo musical girar hacia sonidos afrobrasileños y mucho reggae.

El single más destacado del vinil Salvagem? fue “Alagados”, en él la crítica social y el rechazo a las formas explotadoras del capitalismo toman forma. Esa denuncia se hacía a ritmo de samba, rock y punteos de guitarras que nos recuerdan a música africana. Se convirtió en una declaración de principios de la nueva música de Os Paralamas.

En estos nacientes fundamentos se siente la presencia de los discos que estaba escuchando Herbert Viana en el proceso de grabación (Survival, de Bob Marley; The Rhythmatist, de Stewart Copeland; Anthem, de Black Uhuru; African Beat, de King Sunny Adé), basta inspeccionar títulos como “Teerá”, “O Homem” y “Vocé”. También fueron llamados los “Police de Brasil” por alguna cercanía al sonido de los británicos como “A Dama e o Vagabundo” o “There’s a Party”, que en realidad era más próximo al ska two tone de Inglaterra.

Realmente los aportes de Os Paralamas se concentraban en “A Novidade”, con letras como “Por un lado esto es el carnaval, por otro lado el hambre es total” en formato new wave/reggae manchado de ecos brasileños.

El track que da nombre a la placa es, valga la redundancia, una salvajada, una base rítmica apabullante, llena de solos de guitarras hard rock, donde Viana demuestra lo buen guitarrista que es, además afectado por un pasado clásico (Jimmy Page, por ejemplo), funk, rock y nuevamente éteres jamaicanos, sin dejar de lado el contundente reproche a la violencia gubernamental y racismo.

Otras dos contribuciones de esta banda: logran salir del ostracismo del BRock y cruzar las fronteras, se convierten en uno de los principales exponentes del rock latino en los 80 y parte de los 90, y recorren casi todo el continente americano. Más adelante repetirían el fenómeno Sepultura y CSS (Cansei de Ser Sexy). Segundo, servir de referencia, de globo de ensayo, en cuanto a fusión rock, para muchos de los grupos y en particular al movimiento Mangue Beat de Pernanbuco, de donde salió Chico Science & Nação Zumbi.

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