Salud

Así combaten la difteria en el quebrado hospital de niños de Guayana

Milicianos y personal de seguridad resguardan la puerta de emergencia desde el miércoles 28 de septiembre. En este servicio solo atienden casos de presunta difteria, los cuales pasan 48 horas en observación y luego, de ser necesario el tratamiento, son hospitalizados en el primer piso donde hay un área de aislamiento.

Publicidad
Puerto Ordaz
Por Dalila Itriago (Enviada Especial, San Félix)

En el pediátrico Menca de Leoni no se escuchan risas de niños. Tampoco llanto. Desde hace 15 días fueron cerradas las puertas de vidrio de la emergencia de este centro de salud, ubicado en el sector Guaiparo de San Félix, estado Bolívar.

En el servicio solo atienden casos que presumen puedan ser difteria. Luego de pasar 48 horas en observación, y en caso de necesitar tratamiento, son hospitalizados por dos semanas en el primer piso de un edificio de tres niveles. Allí están en un área de aislamiento, donde solo pueden tener un acompañante por cada paciente. De no presentar los síntomas de la enfermedad, son remitidos a sus hogares o a otro hospital. Los médicos reconocen que el área está infectada.

Este jueves a las 3:27 de la tarde, Nellys Futrillie mecía a su bebé de dos años, Abel Marcano, mientras lo nebulizaban allí. Cerca de tres horas después salía de este centro de salud del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales con el niño en brazos.

“La doctora me dijo que me daría de alta por la enfermedad. Que le comprara tratamiento por neumonía y que lo llevara a nebulizar al CDI más cercano de mi casa. Me explicó que no podía quedarme allí porque eso está contaminado con difteria y que solo atendían estrictas emergencias”, comentó la mujer mientras se dirigía al sector llamado Sierra de Imataca, donde vive.

Adentro del edificio sí permanecían la niña Kimaylis Lao, de 10 años de edad, y Joikel Soto, de apenas uno. Ambos con los mismos padecimientos: fiebre, garganta inflamada y una especie de acceso o plaquita blanca en las amígdalas.

“Nosotros somos de Caroache. Ella tuvo fiebre el viernes pasado y este martes se sentía malita. La llevé al CDI del 19 de abril y de allí me la bajaron para acá. Tenía cosas demasiado feas. Hoy la revisaron y ya no las tiene. Aquí, gracias a Dios, le han dado el tratamiento a la hora”, dijo su mamá.

Joikel Soto sí correteaba por los pasillos pero sin hacer mucho ruido. Su madre explicó que venían del sector La 46, que en su familia nadie había viajado a las minas y que estaría al menos dos semanas más en San Félix hasta que concluyera el tratamiento prescrito que la ayudaría a vencer las llaguitas y el pus en la boca de su hijo.

Una fuente médica informó que allí había tres pacientes sospechosos de difteria pero que no tenían la prueba diagnóstica específica para determinarla. Por eso dejan a los niños entre cuatro y cinco días en observación, que es el período de contagio. Luego los suben al piso 1, cuando tienen menos fiebre y se encuentran más estables.

Área restringida

El primer piso es todavía más triste. No hay basura, malos olores ni hacinamiento, pero sí un profundo silencio. Al subir las escaleras la primera visión es una puerta color mantecado con una chapa de metal en la mitad. Una hoja de papel blanca con un escrito en caligrafía tipo Palmer informa que el área está restringida.

Al traspasar las puertas batientes, un pasillo largo y solitario da la bienvenida. Los “niños milagro”, como los llaman algunos médicos, están dentro de sus habitaciones. Tienen tapabocas y están acompañados por sus madres. Se les percibe encapsulados, como peces de hermosos colores que solo pueden verse a través de un cristal.

El jueves había allí ocho pacientes. Provienen de sectores humildes como Core 8, Cambalache, Bella Vista, 25 de Marzo, UD 104 y Nueva Chirica. De allí justamente es Keyla Villaroel, quien llegó hace diez días luego de que su hijo Hanyer, de 11 años de edad, presentaran los síntomas de esta enfermedad infecciosa, que no se registraba en el país por lo menos desde hace 24 años: molestia en la garganta, gripe, dolores musculares, vómitos y mareos, entre otros.

“Fui primero al CDI de La 46 y allí una doctora me dijo que no me quería alarmar pero que sí me haría un informe para que fuera al Seguro Social. Yo no estaba al tanto de que aquí solo atendían estos casos”, agregó Villaroel, quien agradeció los exámenes, las placas, los electrocardiogramas y la aplicación de penicilina cada cuatro horas para su niño. Se quejó solo de dos cosas, que a ninguno de los ocho niños recluidos allí les tomaran una muestra de las plaquitas que tenían en sus gargantas sino hasta el día de ayer, y que exista tan poca claridad para informar sobre lo que tiene su hijo.

“Me siento agradecida porque atendieron rápido a mi hijo, pero hasta ahora nadie nos ha dicho que tengan difteria. Dicen que es amigdalitis. Pero yo le vi una placa a mi hijo que era como una membrana. No era normal. Era como un nacido (de hongos). Una pared de pus”, añadió.

IMG_3123 (1)

Ese silencio que hay en los pasillos es el mismo que imponen las autoridades. Nadie quiere asumir el costo o la responsabilidad de las supuestas 23 muertes por difteria que se habrían registrado en la región.

Es un silencio que trae consecuencias. Keyla asegura que el sábado 8 de octubre una de sus vecinas en el área de aislamiento, la mamá de un niño llamado Jeremías, de cinco años de edad, se fue del hospital a pesar de que su hijo no había culminado el tratamiento.

“Ella dijo que se iba porque nadie le decía nada y su hijo ya estaba curado. Yo les comenté a algunos médicos pero no me hicieron caso. La que sí se molestó fue la doctora del Distrito Sanitario. Ella dijo que ese niño todavía no estaba bien y que podía infectar a otros. Prometió ir a buscarlo a su casa, en San José de Chirica, y traerlo. Lo que ella no sabe es que su mamá no tenía las condiciones para quedarse aquí. A veces nosotros la veíamos que pasaba todo el día sin comer y entonces compartíamos. Se cansó”, agrega.

Hablan los adultos

La entrada de emergencia del Hospital Dr. Raúl Leoni contrasta con su vecina pediátrica Menca de Leoni. Allí las áreas de atención sí lucen abarrotadas. El jueves, las 18 camas de la Sala de Observaciones de mujeres estaban ocupadas. Igual de llena estaba la sala de hombres, y sin  aire acondicionado. Los pacientes se abanicaban desesperados con un pedazo de cartón.

El triaje de Medicina Interna y la Sala de Espera estaban repletas también. Mientras que en un cuartico donde solo había dos camas se hallaba el único caso de adulto sospechoso de difteria. Era Jerymar Campos, de 17 años de edad.

IMG_3121 (1)

Proviene de un sector de San Félix llamado Las Batallas. Le explicó a los médicos que había tenido contacto con amigos que vienen de las minas y, a diferencia de otros casos que han sido descartados, a ella se le hospitalizó porque nunca antes había tenido amigdalitis.

Llegó el miércoles 12 de octubre a las 8:00 pm y refirió a los médicos de guardia que su malestar había comenzado un día antes cuando se palpó los ganglios inflamados, le dolía la cabeza, y tenía dificultades para masticar y tragar.

El protocolo en estos casos es notificar al Distrito Sanitario, tomar una muestra para el cultivo de ese exudado, verificar que el paciente tenga la vacuna y luego aplicarle el tratamiento con Penicilina Benzatínica.

“Lo ideal es que en todas las instituciones tuvieran ese medicamento, pero solo lo hay para el personal que ha tenido contacto con casos sospechosos de difteria”, agregó otra fuente que no quiso dar su nombre.

A eso de las 2:28 de la tarde del jueves, Jerymar no había recibido tratamiento. Un médico del lugar explicó que la Penicilina es manejada por Epidemiología y solo ellos pueden suministrarla. Tendría que esperar.

Ella representa al tercer caso probable. El segundo fue una doctora que atendió a una niña en el Pediátrico, Jennyfer. Y el primero oficial se registró el 28 de septiembre de 2016 cuando llegó Gisiana Lira Guillén, proveniente de Upata, con síntomas de amigdalitis. Fue atendida pero su madre se quejó de los protocolos de actuación: dijo que se comportaban como si su hija “fuera una leprosa”.

Los especialistas que todavía quedan en Guaiparo se quejan de que el hospital redujo a la mitad sus turnos quirúrgicos, dicen que no cuentan con la atención y garantía de sus vidas, que no tienen insumos para trabajar, que de una lista de 30 antibióticos solo tienen 4 o 5, además hay escasez de antihipertensivos y anticonvulsivantes.

En cuanto a la posibilidad de hacerse un examen no hay opción para obtener una hematología completa, electrolitos o VIH desde hace un año. El equipo de RX adultos tampoco sirve, de los 8 quirófanos hay solo tres operativos y los médicos toman las placas en el servicio de Pediatría.

A morirse a La Unidad

En Guayana circulaba esta semana la información de que se estaba enviando a las personas con presunta difteria para un ambulatorio CDI ubicado en la zona llamada La Unidad. Una fuente de Guaiparo indicó que desde hace al menos seis meses todos los días llegaban casos sospechosos al hospital, pero cuando se empezaron a morir las personas fue cuando se decidió enviar a los presuntos infectados a ese lugar.

IMG_3101

En realidad el centro está limpio (aunque en toda la entrada haya un vertedero de basura), pero no se observa un acondicionamiento especial en el lugar. Es pequeño y hace mucho calor. Cuentan con una consulta de emergencia, un cuarto de “apoyo vital”, una terapia intensiva (que sería el lugar donde ingresarían los pacientes), hay apenas tres camas en el área de observación, y dos cubículos con cortinitas de tela donde revisan a los pacientes.

“Ellos quieren ocultar las cifras de las personas infectadas, pero ya no los mandamos para allá. Es una maldad hacerlo. Sabemos que no los atenderán. Al final los rebotan. Entonces, ¿para qué hacerles perder tiempo?”, comentó una fuente médica del Seguro Social.

Publicidad
Publicidad