«Desde que salí de Cuba tenía la idea de desertar. Usé Venezuela como trampolín para emigrar. Desde que vi las misiones, vi que era la única forma del cubano de poder salir», comentó a Efe Bofill, para quien su país es «una isla cercada».
Pero llegó tarde, apenas cinco días después de que el aún presidente estadounidense, Barack Obama, suspendiese el «Cuban Medical Professional Parole» (CMPP o Parole), un programa especial de visas de EEUU para personal médico cubano que deserta de las misiones en el exterior.
Él, como muchos otros de los centenares de desertores cubanos, tuvo que emprender un trayecto por el que pagan entre 600 y 650 dólares a un «coyote» para atravesar la porosa frontera colombo-venezolana.
El camino no es fácil. El paso fronterizo de Maicao, en La Guajira colombiana, limítrofe con el estado venezolano de Zulia, está en el corazón de un territorio desértico y lleno de bandas de contrabandistas y grupos herederos del paramilitarismo.
La otra opción, por San Antonio del Táchira (Venezuela) y Cúcuta (Colombia), no es mejor: guerrilleros, narcotraficantes y exparamilitares se enseñorean de un territorio agreste y selvático con un clima sofocante.
Para estos cubanos, escapar de la pobreza y la falta de libertades en Cuba tuvo su continuidad en la dramática situación a la que se vieron abocados en Venezuela.
«Venezuela pasa de ser un drama dominical a una película de terror un domingo por la noche», resumió Bofill.
Los 20.000 médicos cubanos que integran el programa social bandera de la llamada revolución bolivariana, la Misión Barrio Adentro, están sujetos a duras normas de comportamiento.
Tienen prohibido salir de los municipios donde están instaladas sus misiones y dormir fuera de sus residencias y están obligados a volver a casa antes de las seis de la tarde.
A su llegada a Bogotá, denuncian también que viven en barrios peligrosos, que duermen hacinados con otros cubanos y que en los centros médicos sufren el acoso de quienes, desesperados, piden medicamentos que escasean o les reclaman una mejor atención.
Tanto las autoridades venezolanas como la embajada cubana en Caracas consultadas por Efe dijeron desconocer cuántas deserciones se han producido en el país pero aseguraron que no son un número significativo.
Pero los aludidos sostienen que son muchos los que han abandonado Venezuela, algunos para volver a La Habana y otros para desertar, especialmente en los últimos tres años tras la muerte del presidente Hugo Chávez y el endurecimiento de la crisis económica venezolana.
El exjefe de uno de los contingentes cubanos en el oeste venezolano, que se separó de la misión al contraer matrimonio con una venezolana y prefiere hablar a Efe en el anonimato, aseguró que muchos de los colegas que se encuentran ahora en EEUU traían ese plan desde La Habana y que muchos otros lo decidieron una vez en Venezuela, cuando comenzaron a sufrir la crisis.
Eddy Gómez Hernández, que llegó al norteño estado venezolano de Cogedes con el objetivo de ganar algo de dinero y volver a su isla natal, llegó a Bogotá un día después de que se cancelase el Parole.
Gómez decidió iniciar su carrera como médico inspirado por algunos de los doctores de su barrio. En Cuba ellos «son héroes», confesó.
«Primeramente no tenía idea de desertar. Yo deserto a raíz de analizar el futuro. Salgo de Cuba casado y a las dos semanas de llegar supe que (mi mujer) estaba embarazada», dijo Gómez, quien ha trabajado 14 meses en Venezuela.
Pensar en el futuro de su hijo y la crueldad con la que le trataron sus superiores, que le impidieron visitar a su esposa siquiera para el parto, le llevaron a la aventura de convertirse en un inmigrante indocumentado.
«Salimos huyendo desde que abandonas la casa», recordó. De hecho, escapó de la habitación en que dormía aprovechando que una compañera fue al baño.
En Maracaibo se encontró al «coyote» que le ayudó a cruzar la frontera por Maicao. En el camino vio grupos armados, contrabandistas y Policía de ambos países que le sembraron el temor.
La mayoría de los cubanos relatan que deben darles «todo» a los policías, especialmente de la Guardia Nacional Bolivariana que los paran y piden los papeles.
Y todo para llegar tarde a Bogotá, donde unos 180 cubanos reclaman una solución al limbo migratorio en que se encuentran.
Bofill y Gómez, sin embargo, siguen pensando en un futuro en suelo norteamericano. «La esperanza -dijo Gómez- es que EEUU nos dé otra oportunidad».]]>