Salud

FOTOS | Hospital Oncológico Luis Razetti, un reflejo de la crisis sanitaria en Venezuela

En este centro asistencial, ubicado en la parroquia San José, de Caracas, han sido suspendidas las consultas a los pacientes con cáncer. Los motivos: falta de agua, aire acondicionado, insumos y carencia de médicos. Los enfermos señalan que gran parte de los equipos están dañados y no hay reactivos en el laboratorio para realizarse los exámenes que requieren. Temen perder la lucha contra la terrible enfermedad por las pésimas condiciones del hospital.

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Fotografías: Daniel Hernández

“Cuando el médico me dijo tenía cáncer en la mamá derecha, lo primero que se me vino a la mente fue ‘voy a morir’. Sentí mucho miedo y me preguntaba ‘¿por qué a mí, Dios?’ Mi ánimo decayó muchísimo. En los primeros días no le dije nada a mi familia, pues pasábamos por el duelo de la muerte de mi mamá. Pero luego decidí, sí lo decidí, que lucharía contra la enfermedad, hasta sacarla de mi cuerpo. Ya han pasado cinco años desde el diagnóstico, me operaron, me realizaron una mastectomía radical y eliminaron la mamá enferma, perdí todo mi pelo y mucho peso, pasé por todo el proceso de quimioterapia, radioterapia y ahora tengo que tomar por cinco años una serie de medicamentos para evitar la metástasis. Vivir con cáncer es una situación muy difícil, pero en Venezuela, con todo este deterioro en el sector salud, es una carrera contra el tiempo, una prueba de resistencia extrema en donde si pierdes lo único que te espera es la muerte”.

El testimonio corresponde a Hender Rodríguez, una mujer venezolana de 57 años de edad, madre de tres hijos, que hasta ahora ha salido victoriosa en cada una de las batallas. Como todo un médico especialista estudió la enfermedad, aprendió cada uno de los términos, tipos de cáncer, el tratamiento que requiere cada uno de ellos, hospitales en donde se cuenta con servicio de oncología y al final decidió crear una fundación para ayudar orientar a las nuevas pacientes y sus familiares en todo el proceso.

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“Hace cinco años, cuando yo comencé mi tratamiento contra el cáncer, aún podías ir a los hospitales y lograr la entrega de los medicamentos, realizarte los exámenes y contar con el personal médico especializado. Había más apoyo, (pero) ahora no. En los hospitales no existen las condiciones para atender a las personas con esta y demás enfermedades crónicas y de alto riesgo, hecho por el cual muchos pacientes están falleciendo”, dijo Rodríguez.

Guiados por Hender y acompañados de otros pacientes, el equipo de El Estímulo, realizó un recorrido por las instalaciones del Hospital Luis Razetti, para verificar las pésimas condiciones del centro de salud.

Desde la entrada principal se comienzan a observar a muchas personas, la mayoría mujeres, con tapabocas, turbantes o mostrando la calvicie total en su cabeza, signos inequívocos de que se encuentran recibiendo quimioterapia para combatir la enfermedad.

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Hay pacientes que se encuentran en silla de ruedas, algunos por ser de la tercera edad o con discapacidad, otros por estar impedidos de caminar debido al deterioro sufrido en su cuerpo por el terrible mal que les hace perder peso y la masa muscular. Allí acuden para las primeras consultas, conocer los primeros diagnósticos y cerciorarse si la enfermedad se ha alojado en su cuerpo. Para recibir las quimioterapias, radioterapias, preparar las intervenciones quirúrgicas, de ser necesarias, realizarse exámenes y buscar los medicamentos de mantenimiento para evitar recaídas o las metástasis. Pero nada de esto es tarea fácil.

“Vine al hospital en busca de una consulta, pues hay sospecha que una de mis tías pueda tener cáncer, pero al llegar a la puerta del consultorio encontramos un cartel que decía ‘suspendidas las consultas por falta de agua, aire acondicionado e insumos’. De inmediato aumentó la angustia, pues ahora hay que visitar otros hospitales en donde nos han señalado que la situación es igual o peor y lamentablemente no tenemos recursos para pagar consultas privadas”, señaló Marisol Carrillo, familiar de uno de los enfermos.

Por la falta de agua potable y productos de limpieza, las salas de baño se han convertido en un foco de infección para los pacientes, que además invaden los espacios con malos olores.

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Por la carencia de reactivos en el hospital Luis Razetti, casi nunca se pueden realizar los exámenes requeridos para conocer cómo va la evolución de la enfermedad, hecho por el cual pacientes y familiares tienen que buscar recursos para intentar pagar los altos costos de estos estudios, meta que no siempre se puede cumplir.

En una de las sillas en la sala de espera estaba, muy angustiada, Maribel Rodríguez, hermana Melania Rodríguez, una joven de 25 años que desde hace dos años fue diagnosticada con un cáncer linfático que han atacado con los diversos tratamientos y que también ameritó una operación para extraer los ovarios contaminados.

“Nos acaban de dar unos resultados en donde se señala que mi hermana pudiera tener metástasis en uno de sus pulmones, pero para conocer a ciencia cierta cómo se encuentra su cuerpo nos han solicitado una serie de estudios que tienen un costo de $1.200, recursos con los cuales no contamos. Hemos acudido a diferentes entes del gobierno y fundaciones en busca de la ayuda, pero nos han señalado que es mucho dinero y que no cuentan con esos recursos. En la familia ya no sabemos qué hacer, mientras que mi hermana no pierde la fe, que la salud regresará a su cuerpo”, expresó.

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Hace un año, al señor José González, de 61 años de edad, le encontraron un tumor cancerígeno en el recto. Después de visitar varios hospitales y buscar otras opiniones comenzó el proceso de quimioterapia. Se encontraba solo y sin acompañante acostado sobre dos sillas en la sala de espera, pues sentía mucho dolor.

“Después del diagnóstico me recetaron 33 sesiones de quimioterapia, ya solo me faltan 8. Vine al hospital en busca de un contraste para realizarme unos estudios, pero primero tuve que pasar por cuidados paliativos para que me colocaran un calmante para el dolor. Mi esposa murió hace cinco años de la misma enfermedad y ya comprendo todo el sufrimiento que pasó. En mi caso, con la ayuda de Dios, he logrado realizar los tratamientos, he tenido que pagar algunos estudios en clínicas privadas, me despidieron de mi trabajo- un restaurante en donde laboraba como mesonero- (y ahora) estoy luchando por mejorar mi salud y poder irme del país para lograr cumplir la otra etapa del tratamiento, pues aquí no hay medicamentos para evitar la metástasis”, comentó.

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Camillas, equipos de tomógrafos, camas, sillas para las quimioterapias, entre otros equipos dañados, se encuentran en diferentes pasillos de este hospital y que a pesar de las denuncias de los pacientes no son reparados.

Consuelo Fernández tiene 56 años. Hace tres fue diagnosticada con cáncer de ovarios, el cual ha venido superando con los tratamientos.

“Ahora me dicen que tengo una recaída con metástasis de pulmón, pero en el hospital no hay el medicamento carboplatino, especial para este tipo de cáncer. Tengo que hacerme una serie de exámenes y los equipos no sirven, cada vez que vengo al tratamiento tengo que traer tres frascos de soluciones, el yelco, gasas, algodón y las inyectadoras, entre otros insumos. Soy jubilada y solo tengo un ingreso de bs. 80 mil mensual. De verdad ya no sabemos qué hacer para poder mantener todo este tratamiento, más los exámenes que ya los cobran en dólares”, señaló.

El apoyo de las fundaciones y de los grupos de pacientes se ha convertido en una solución para los enfermos que no tienen recursos para costear medicinas, tratamientos y exámenes. Tal es el caso de Maritza González, que desde el 2015 padece cáncer en la mama derecha.

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“Yo tengo cuatro hijos que atender, no me puedo dar el lujo de dejar que la enfermedad me gane. Por la falta de recursos he acudido a fundaciones y otras pacientes me han dado algunos medicamentos que les sobran. Actualmente busco un centro en donde realizarme las radioterapias -que debió comenzar hace cuatro meses- además del medicamento que evitará la metástasis. He recorrido la mayoría de los hospitales oncológicos de Caracas y el cuento es siempre el mismo: no hay medicinas, los equipos están dañados, no hay médicos. Definitivamente la salud en Venezuela está en terapia intensiva”, señaló.

El cuarto de la esperanza

Las secciones de quimioterapia y radioterapia deben ser colocadas cada 8 o 21 días según el tipo y lo avanzado que se encuentre el cáncer. Cada tratamiento puede durar entre tres y siete horas, donde los pacientes pueden sentir algunos malestares como dolor de cabeza o musculares, calambres, fiebre y vómitos.

La llamada quimioterapia que tiene un color rojo es la más temida, pues se aplica en los casos de cáncer más agresivos para obtener mejores resultados.

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“Este es el cuarto de la esperanza. Los pacientes que acuden a clocarse estos tratamientos terminan siendo amigos, casi familia, pues pasan gran parte del tiempo juntos, se cuentan sus historias de salud y la de sus hogares. Hemos creado un grupo que se denomina ‘Un Canto Por la Vida’, en donde ofrecemos recitales en estas salas para darle animo a los pacientes, para que canten, para que sonrían en medio de la adversidad y tengan fe en que pueden superar la enfermedad”, dijo Hender Rodríguez.

Señaló que durante este tratamiento el paciente debe cumplir con una dieta especial, pero por los altos costos que tienen los artículos de primera necesidad, hasta alimentarse bien se ha convertido en un grave problema.

Falta de personal

Indican los pacientes que en este hospital son muchos los médicos especialistas y enfermeras que han renunciado a sus cargos para marcharse del país en busca de mejores oportunidades en otras tierras, y que el personal que allí encuentra mantiene constantes conflictos en reclamo de mejores salarios, así como la petición de insumos, productos de limpieza y reparación de los equipos.

Daira Ramos es una de las enfermeras que labora en el centro de salud y que participaba en una protesta interna de los trabajadores.

“Denunciamos acoso laboral por parte de los directivos del hospital, que nos quieren amonestar por llegar 10 minutos tarde a las guardias, pero no entienden que para este zona hay poco transporte público, que muchos de los trabajadores vivimos fuera de Caracas y que sencillamente el pago que recibimos no alcanza ni para pagar el costo del traslado mensual”, señaló y agregó a la larga lista de problemas la falta personal en cada uno de los servicios y daños en los equipos.

“Acudimos a nuestros puestos de trabajo por ética profesional, porque queremos que los pacientes por lo menos tengan una buena atención en esta etapa dan dura que les ha tocado vivir, pero cumplir nuestro objetivos se hace cuesta arriba motivado a tantas carencias”, dijo otra de las trabajadoras.

Y cuando todo falla, queda el doctor José Gregorio Hernández.

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En el sótano del hospital Luis Razetti, en donde se ubican gran parte de las consultas, los pacientes, familiares y trabajadores han levantado un altar en honor al popular médico de los pobres, al cual acuden todos cuando no encuentran solución a los problemas de la salud en el centro.

Ahí estaba Lucrecia Hernández, una de las pacientes, ordenando las flores y las ofrendas que le llevan a la imagen.

“Aquí diariamente vienen los pacientes a pedir el restablecimiento de su salud, a pedir para lograr conseguir todos los medicamentos, a rogar que poder vencer el cáncer, pero también hemos realizado misas por las personas que ante la crisis han perdido la batalla, que han fallecido por la falta de insumos. Solo las personas que estamos padeciendo la enfermedad, acompañados de nuestros familiares, sabemos que en Venezuela sí existe una crisis humanitaria, que requerimos el apoyo de otros países, especialmente en el caso del abastecimiento de medicinas para tratar esta y otras enfermedades crónicas. Pero cuando hasta la fe se pierde, todavía tenemos al doctor José Gregorio Hernández para que nos ayude, pues las autoridades nos dieron la espalda”, expresó.

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