Salud

Caraqueños acatan cuarentena a medias por buscar comida y gasolina

En medio de la cuarentena nacional que llega a su segunda semana buscando frenar el coronavirus, miles de caraqueños seguían en la calle durante el día. La mayoría procuraba hacerse de alimentos en comercios formales e informales. En las estaciones de servicio crecían las largas filas de vehículos en pos de gasolina, uno de los bienes más escasos en Venezuela

Cuarentena Caracas
Foto: Daniel Hernández/El Estímulo
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Caracas sigue empecinada en tener cara de domingo, inclusive durante una cuarentena nacional decretada por el régimen militar cívico de Nicolás Maduro, en sus esfuerzos por frenar en Venezuela la pandemia de Covid-19. En un día agitado, centenares de personas todavía estaban en la calle para buscar comida y gasolina.

Hasta hace algunos años, esta era una de las ciudades más pujantes de América Latina, donde vivían unos seis millones de habitantes.

Pero esta capital con eterno clima de primavera, sufre las consecuencias de seis años de depresión económica en el país y de la diáspora de cientos de miles de sus habitantes.

En Venezuela, muchos parecen dudar todavía de la gravedad de esta pandemia que se ha cebado sobre muchos países amigos, como Italia y España.

También sufre por la oscuridad nocturna, las faltas de alumbrado público, el perpetuo racionamiento de agua y la falta de transporte público eficiente.

Segunda semana en cuarentena

Ahora, en medio de la cuarentena para frenar el coronavirus, acusa un movimiento relativo, especialmente en sectores populares y en comercios informales.

Bien entrada la segunda semana de la cuarentena nacional, varios camiones con altoparlantes circulan por las calles. Encima de ellos, policías y guardias nacionales, así como trabajadores civiles paramédicos, conminan a los viandantes a irse a sus casas, cumplir la cuarentena, mantener las normas de higiene y limpieza, evitar aglomeraciones, mantener distancia respecto a las otras personas en la calle y a evitar todo contacto social.

Eso es difícil en un país donde según estudios de opinión como los de la firma Delphos, entre 50 y 60% de la fuerza laboral depende de la informalidad.

Ese criterio en Venezuela supone básicamente vendedores ambulantes en la calle, artesanos y técnicos que trabajan por cuenta propia, conductores de automóviles y motocicletas, trabajadoras domésticas y contratados a destajo.

Buena parte de esas personas, que dependen del día a día, son las que se mantiene en las calles hoy, pese a la amenaza del coronavirus en un país que tiene uno de los peores sistemas de salud de América.

Militares primero, los demás después

El gobierno de Maduro da prioridad a militares y policías en el frente de esta lucha.

Inclusive fuerzas de seguridad de la temida FAES se encargan de custodiar a los pocos enfermos reportados hasta ahora. También sus agentes encapuchados van a las barriadas pobres como las de Petare, a convencer a la gente que deje de buscar comida y se marche a su casa cuando termina el horario de mercados populares.

La FAES es un grupo de acciones especiales y de exterminio, al que organizaciones de defensa de los derechos humanos le atribuyen más de 5.000 asesinatos extrajudiciales. La propia Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, ha recogido en sus informes las denuncias contra ese cuerpo represor del Estado venezolano.

Las organizaciones civiles del chavismo también están dando su aporte en la lucha contra la pandemia. Distribuyen panfletos con información, rocían aguas en las manos de los clientes que ingresan a mercados municipales, ayudan a distribuir implementos de prevención, entregan cajas de comida racionada en el sistema Clap, que es controlado por el partido socialista, en el poder.

A las estaciones de servicio de Caracas también han llegado las largas colas de vehículos tan frecuentes desde hace años en el resto del país.

Camiones recolectores de basura circulan todos los días, y sus hombres se esfuerzan en hacer su trabajo. Esas apariciones son inusuales en otros tiempos, pues en barriadas y urbanizaciones pueden pasar semanas y meses sin que pase el «aseo urbano».

Prioridad a los alimentos

Guardias nacionales se encargaban de organizar los turnos en las gasolineras, y daban prioridad a choferes con salvoconductos, como los de los camiones que abastecen de alimentos a Caracas con productos llegados desde el resto del país.

Grandes y medianos supermercados han sido surtidos con mercancía abundante en las últimas horas, para atender mejor a los que salen a buscar comida. Algunas filas a las afueras son provocadas más bien por la norma de dejar entrar clientes de 10 en 10 o de cinco en cinco para evitar aglomeraciones.

Las fruterías al aire libre y dentro de tiendas y supermercados, exhiben una amplia oferta de frutos de estación, verduras y legumbres.

En las panaderías hay mucho pan y dulces, en las farmacias se encuentran algunos remedios.

Pero toda esta oferta permanece, en parte, porque la vasta mayoría de los venezolanos no tiene cómo invertir lo suficiente para abastecerse bien y guardar provisiones para una pandemia.

Economía paralizada

Hay muy poco que hacer en la calle, aparte de buscar comida.

Es que la economía formal paralizada en buena parte (se mantiene activo el circuito de producción y distribución de alimentos y otros bienes esenciales), se agrava cada hora la falta de gasolina para trasladarse. Además hay fuertes barreras de policías y militares entre estados y municipios.

Hay muy poco dinero para comprar inclusive bienes esenciales durante la cuarentena. En una farmacia desierta fue posible comprar el último frasquito de alcohol isopropílico, de 100 cc, por algo más de un dólar.

Esto supone que un litro es más caro que una botella de 700 cc de buen ron venezolano, esos tan comunes todavía en los estantes de los supermercados.

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