Salud

Trasplantes en Venezuela: cuando la ciencia y la fe crean otra oportunidad para vivir

En el Día Mundial del Riñón, una efeméride promovida por la Sociedad Internacional de Nefrología (ISN) y la Federación Internacional de Fundaciones Renales (IFKF), traemos la historia del monseñor Carlos Rodríguez Souquet y cómo la fe también puede ayudar a mover montañas.

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Trasplantes en Venezuela

Carlos Rodríguez Souquet se ordenó en 1982 como sacerdote. 40 años después la fe en Dios y su temple espiritual le acompañaron a sobreponerse a la dificultad que enfrentan miles de pacientes en Venezuela: trasplantarse un órgano.

La somnolencia y la fatiga empezaron a preocuparle más. O quizás fue la disminución de la carga de trabajo lo que hizo que empezara a notar que lo que pensaba que era normal por la edad o las labores diarias realmente era un problema de salud.

“El tiempo en la parroquia está lleno, completo, no hay tiempo para pensar en eso; es una mirada hacia el pasado lo que nos hace caer en cuenta de las limitaciones”, reconoce el monseñor Carlos Rodríguez Souquet, de la Arquidiócesis de Caracas, trasplantado renal en diciembre de 2021.

Rodríguez Souquet, de 64 años, fue sacerdote en el municipio El Hatillo entre 2007 y 2015, período que transcurrió entre misas, confesiones, visitas a enfermos, reuniones con comunidades, actividades de la iglesia y sacramentos.

El exceso de sueño y el cansancio comenzaron a captar su atención entre 2015 y 2018, durante su ejercicio como párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en la urbanización Santa Paula, del estado Miranda. Pero no hubo un momento para escuchar a su cuerpo.

Carlos Rodríguez Souquet

Comenzó a recuperar tiempo cuando fue trasladado al Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Católica Andrés Bello en 2018, donde continúa actualmente. Decidió acudir al médico. Tenía una insuficiencia renal, que analizaron exhaustivamente hasta determinar la causa: presión arterial alta, lo contrario de lo que suele diagnosticarse.

Su alimentación era balanceada pero algunos productos ricos en magnesio le podían agravar -sin saberlo- la condición, como el jugo de naranja y el aguacate. Su médico le recomendó entonces una dieta restrictiva que le permitiera cuidar sus riñones, que de aquí en adelante debían someterse a hemodiálisis.

La supervivencia es una tarea colectiva

Rodríguez Souquet acudía al Centro Médico Docente La Trinidad en Caracas para sus sesiones de hemodiálisis tres veces a la semana, cuatro horas cada día. Enfatiza que, si bien es complicado este proceso para el paciente, lo es aún más para quien lo acompaña y espera regularmente.

“Sin ser irreverente ni ingenuo, puedo decir que la fe ayuda muchísimo, asumí esto como un período difícil que debía afrontar y traté de hacerlo con la mayor tranquilidad; la diálisis fue un proceso complicado, pero lo que iba a pasar era lo mejor que podía pasarme”, señaló, para luego destacar que un factor muy importante fue su equipo en la sala de hemodiálisis.

Lo acompañaban ocho personas, además de los médicos y enfermeras. Todos con distintos niveles educativos, edades y profesiones, pero con algo en común además de la enfermedad que los reunió: la conciencia de que todos debían remar juntos en ese mar revuelto. Por eso organizaban reuniones varias veces al mes en las que cantaban, bailaban, rezaban, compartían anécdotas y reían, para hacer menos pesada la carga que debieron asumir.

Es así como Rodríguez Souquet volvió a leer novelas, género literario que tanto le gustaba pero que había dejado a un lado por el ajetreo diario.

“Nos conocíamos muy bien, nuestra comunicación era fluida y muy natural, todas las tardes llevaba la comunión para cada uno, en cada reunión para compartir fuera del centro médico iniciaba con una plegaria; los médicos decían que era el único grupo que conocían que compartiera fuera de la sala de diálisis”.

Tres de ellos fallecieron y esos fueron los momentos más complejos que le tocó experimentar. El Monseñor, un hombre al que sus compañeros acudían para buscar refugio espiritual, pensó en algún momento en la posibilidad de que ese fuese su destino.

El día que se cumple el sueño

Un día su hermana, que lo acompañó a una de las sesiones, decidió que debían emprender el camino hacia un trasplante de riñón. En la clínica no les hablaron de esa posibilidad, pues en Venezuela están suspendidos estos procedimientos a través de la procura de órganos (de cadáver a vivo) desde 2017 y la opción de hacerlo en un centro privado era costosa y laboriosa. Ya conocían a la Organización Nacional del Trasplante de Venezuela (ONTV) y buscaron asesoría. La travesía comenzó en enero de 2021.

“Mi hermana tenía como horizonte el trasplante y la ONTV comenzó a jugar un papel importante: nos mostraron las opciones en la ciudad, cuáles medicamentos buscar, me donaron el primer catéter”, cuenta el sacerdote, quien recalcó en varias oportunidades lo valioso que resultó el apoyo de esta organización durante su proceso.

Rodríguez Souquet indicó que actualmente los medicamentos que le sobran, producto de donaciones de amigos y familiares, son entregados a la ONTV y viceversa: los que él pueda necesitar son facilitados por este grupo, que antes de 2014 se encargó de la procura de órganos en el país para trasplantes, siendo sustituida después por Fundavene.

El trasplante se realizó en diciembre de 2021 en la Policlínica Metropolitana, opción que, junto a la Clínica Santa Sofía, fue planteada por la ONTV por ser los centros privados en Caracas que realizan este tipo de procedimientos quirúrgicos.

Su hermana finalmente alcanzó la meta de ayudarlo en la recuperación de su salud, tarea que tomó con tanto compromiso que resultó ser la donante del riñón que él necesitaba.

Angustia después del trasplante

En 2019, Stefanía Lugo, entonces de nueve años de edad, se sometió a un trasplante de hígado también en la Policlínica Metropolitana. Su condición fue diagnosticada a los dos meses de nacida: atresia de vías biliares, una malformación de los conductos que transportan la bilis desde el hígado hacia la vesícula. Fue operada en ese momento a través de un método que se llama Kasai, que le permitiría gozar de calidad de vida hasta que su cuerpo necesitara un trasplante.

En 2017, meses después de la suspensión de los trasplantes cadáver-vivo en el país, a los padres de Stefanía les indican que llegó el momento. Dos años transcurrieron para que se lograra el objetivo.

En ese momento un trasplante de hígado en la Policlínica Metropolitana costaba alrededor de 70.000 dólares, monto que fue recolectado con la asistencia de Fundahígado, una organización perteneciente al centro de salud que apoya a los pacientes con enfermedades hepáticas. Justo en el momento de realizarse la operación, el monto ya había incrementado y rondaba los 100.000 dólares, pero Stefanía llegó a tiempo para realizarse la cirugía sin una alteración en el presupuesto.

Stefanía con su hermano, Kevin Lugo, y su mamá Marling Rojo. Foto: ´Álbum familiar

Esta cifra se mantuvo para el año 2021 e incluía los exámenes previos al trasplante, que se realizan el paciente y su donante, la intervención de ambos y su recuperación. Luego, está el tratamiento con inmunosupresores, que deben buscarse previo a la cirugía. Stefanía debió recaudar además otros $30.000 para costear estos medicamentos.

El Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) no suministra completamente el tratamiento de inmunosupresores, que es lo que va a garantizar, de por vida, que el órgano nuevo sea recibido y asimilado por el cuerpo. En su lugar, algunos pacientes deben buscar comprarlos en otros países, donde deben tener un médico que les recete el fármaco con un permiso especial, para que puedan comprarlo a un precio que va de $80 a $120 cada uno.

Según la ONTV, solo garantizar un tratamiento de inmunosupresores al mes, al principio, puede superar los $1.000, sin incluir los exámenes o imprevistos. Esta organización logra traer al país algunos de estos medicamentos en calidad de donación en algunas oportunidades y se entregan a los pacientes directamente de manera gratuita, pero no es suficiente. De acuerdo al Ministerio de la Salud, para el año 2018 había en Venezuela un total de 5.975 trasplantados.

Lucila Velutini, de la junta directiva de la ONTV, reiteró que necesitan apoyo de los laboratorios dentro y fuera del país que tengan la capacidad de sumarse a esta causa, pero hace énfasis en que es necesario el cumplimiento de las funciones del Estado para que se logre solventar esta crisis que desde hace seis años ha condenado a la muerte a miles de pacientes y, a otros, a la incertidumbre constante, como sucede con Stefanía Lugo, monseñor Carlos Rodríguez Souquet y sus familias.

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