Las redes sociales son terreno fértil para la propagación de información. Pero también son caldo de cultivo para la generación de noticias falseadas, para emitir premisas falaces y, en no pocos casos, ser tribuna para la descalificación y los señalamientos sin base real.
En Venezuela, las redes sociales se han tornado en una suerte de hervidero de opiniones tras el anuncio hecho por Henrique Capriles. El dos veces candidato presidencial volvió a la escena pública llamando a participar en las controvertidas elecciones parlamentarias que ha organizado el régimen de Nicolás Maduro, previstas para el venidero 6 de diciembre.
Tras las elecciones de 2017 (Asamblea Nacional Constituyente) y 2018 (Presidencia de la República), el chavismo tiene el gran desafío de realizar unos comicios mínimamente creíbles, a los ojos de (una buena parte) de la comunidad internacional. Estados Unidos y algunos países latinoamericanos no van a reconocer ninguna elección mientras Maduro esté en el poder. Al menos, eso indican las declaraciones de sus altos funcionarios. Pero la situación es otra con la Unión Europea.
Europa y la opción negociada
La UE viene exhibiendo una política distinta a la de Washington y el Grupo de Lima. En específico, frente a cómo debe encontrarse una salida la crisis prolongada que padece Venezuela. Para no pocos gobiernos europeos, la opción de una salida de fuerza no es plausible y, en general se apuesta por una solución acordada, pactada. Negociación entre chavismo y opositores no es una mala palabra para las naciones con más peso en el seno de la Europa Comunitaria.
Estamos, creo, en un momento en el que no debe verse en blanco y negro la dinámica venezolana, conectada con los actores internacionales. Como hemos escrito en este mismo espacio, desde inicios de 2020, más allá de la estrategia de intimidación que siguió Estados Unidos, haciendo creer que se podía considerar una invasión a Venezuela, tal posibilidad nunca estuvo realmente sobre la mesa.
Lo peor del discurso amenazante, que tuvo su epítome en John Bolton, es que no debilitó o resquebrajó al chavismo. Contrariamente, terminó siendo una opción tomada como cierta por determinados factores internos, como ha sido el caso de María Corina Machado.
Venezuela y el escenario electoral en EE UU
No es Venezuela, ciertamente, una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. El tema venezolano, como ha quedado en claro durante las primeras semanas formales de campaña electoral en ese país, terminará siendo un elemento discursivo. Servirá para decirle a los estadounidenses que no voten por los demócratas. Biden, según Trump, convertiría a Estados Unidos en otra Venezuela.
También señalamos hace algún tiempo, en este mismo espacio, que la decisión de Juan Guaidó de hacer dependiente su estrategia de la política de Washington tendría consecuencias adversas. Una, la más visible, es tal vez la inacción que rodea en estas semanas al presidente de la Asamblea Nacional.
Dicho esto, que estamos ante una invasión que no sucederá y con un liderazgo cohibido de ejercer como tal, enumero lo que me parecen tres premisas falsas que rodean ahora a Capriles. No formo parte de su equipo, escribo como un observador de lo que viene aconteciendo en Venezuela.
Sin respuesta, sin estrategia
El chavismo anunció, a comienzos de 2020, que este año se realizarían las elecciones parlamentarias contra viento y marea. Transcurrieron los meses sin que la oposición preparara una respuesta política. No hay ni un plan, ni se ha construido una estrategia unitaria.
Examinemos, sucintamente, las tres falsas premisas enunciadas en el título, que constituyen aspectos centrales en la hora presente.
Capriles destruyó la unidad. Primera premisa falsa. La unidad de los actores democráticos en Venezuela hace bastante tiempo que es una mera entelequia. Las malas decisiones tomadas por Juan Guaidó y Leopoldo López (especialmente los sucesos del 30 de abril de 2019) dejan al desnudo, por un lado, la incapacidad de actuar articuladamente con el resto de fuerzas; y en segundo orden, la apuesta por una salida mágica: creer que un acontecimiento derrumbaría al chavismo.
Capriles se vendió. Como cualquier político, que a fin de cuentas es un ser humano, Henrique Capriles puede equivocarse con su decisión de llamar a participar el 6D. Pero es una falacia sostener que esto se debe a una razón monetaria. Hay un claro deslinde en esta propuesta -que resumo en “no dejemos perder del todo a la Asamblea Nacional”- y la presencia en las elecciones de una oposición títere de los designios del chavismo.
Esta parte de la oposición títere, que se prestó para quitarle las siglas de los partidos a sus dirigentes reales, ha quedado descolocada. No le sirve al chavismo para que las elecciones ganen en credibilidad.
El cambio definitivo llegará el 6D. Así como se enjuicia a Capriles, también se lo endiosa. Si, efectivamente, las elecciones se efectúan el 6 de diciembre -lo cual pongo en duda, por el contexto sanitario, que podría agravarse en las próximas semanas-, estos comicios no serán el final de nada. El chavismo no se acabará el 6D. No tiene Capriles una varita mágica. A diferencia de otros dirigentes, sí creo que ha sido honesto en sus planteamientos públicos.
Si a lo que apuesta Capriles sale bien, sin olvidar que puede estar equivocado en su estrategia, tal vez lo que veamos el 6 de diciembre sea el comienzo de algo.