Sexo para leer: el precio del placer

El estrés, ajetreo y agotamiento no son buenos para la salud. Es por esto que Lucy decide quitarse los males con un relajante e inesperado placer, bajo las manos de este galán que no pierde el tiempo

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Era viernes, solo quería pasar el resto de la tarde viendo televisión, acostada en la cama y sin más nada que hacer. Pese a una semana fuerte de mucho trabajo, el resultado se notaba en mi cuerpo, producto del estrés.
Me encanta el sexo, que me mimen, besen, chupen, me lo metan y me lo saquen, que me hagan sentir como una reina en la cama. Sin embargo cargaba mucha tensión. Sentía que necesitaba de un buen polvo, pero sin novio, la mayoría de las veces si no era sexo casual, terminaba por tocarme y volar gracias a mis virtudes.
Revisando el periódico de la mañana encontré una sección donde ofrecen masajes a domicilio. Me llamó la atención porque además de eso, pude ver que ofrecían “masajes placenteros”, así que sin pensarlo y con mucha curiosidad accedí a una cita.
Llega el momento. Tocan mi puerta, sabía que era él, tenía todo listo incluyendo la cama, unos tragos para relajarme y mi ropa interior. Su nombre era Arthur. Todo un galán, de ojos claros y con una sonrisa que mataba. Llevaba un maletín, pantalones y camisa ajustados que dejaban ver sus músculos bien definidos, entendí porque se dedicaba a esa profesión, cualquiera se derretía con solo verlo.
Rápidamente se cambia y queda en ropa interior, lo que hace que mis ojos se pierdan en su cosa enorme y bien pronunciada. Empezó por estimular mi cuerpo y mente con frases cautivadoras como – “que bella eres”, “el estrés se irá pronto, te lo prometo” -, mientras quita mi bata transparente que deja ver mi silueta desnuda.
En posición boca abajo, comienzo a sentir como suaviza mi espalda y mis nalgas con un delicioso movimiento circular,- “éste será un rico y especial momento”, “tienes un cuerpo muy provocativo que me encanta”-, me dice en tono seductor.
Me pregunta al oído que si su lengua puede trabajar, y le respondo de forma tímida que estoy en sus manos. Sonrió de tal forma que me lo agradeció pasando su lengua por mi cuerpo. El placer me invade cada vez más, baja su mano y con sus dedos me masturba, hundiéndome en pasión y lujuria.
Al sentir lo bañada que estaba, me volteó boca arriba y posó su lengua en mi clítoris lamiendo como más pudo el néctar que salía de mi cosita. Mientras que con sus dedos rozaba mi ano e introducía un dedo en el. Lo sacaba y lo metía. Me retorcía y gemía de placer.
“! Lo quiero adentro!”-, sólo eso deseaba ahogándome en desesperación. Lo agarré por su nuca, logré que se subiera sobre mí y me penetrara una y otra vez, aliviando mi sed. Terminó por dejar su rico sexo por mi cuerpo, se vistió, tomó su dinero y se fue. Dejó una nota con su número telefónico para una próxima cita, si así lo deseaba.
Rendida y feliz por haber experimentado el mejor masaje, el mejor sexo, el más caro de mis placeres, me tiro a dormir y el dolor muscular desaparece. Servicio de masajes a domicilio, al que quizás vuelva a acudir, por el estrés, y no por el sexo. Cuidado.

 
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