Cinemanía

"The Watchers", el horror se transmite de padre a hija

En “The Watchers”, Ishana Night Shyamalan hace honor al apellido familiar. Pero antes de volverse otra nepo baby del montón, la cineasta logra una rara joya de belleza siniestra que va desde la paranoia al terror elevado

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El escritor irlandés A. M. Shine publicó en 2022 una novela excepcional para narrar el miedo anclado en la ilusión de ser reconocido, contemplado y al final, vigilado. The Watchers cuenta la historia de una mujer que luego de perderse en un bosque se convierte en objeto de adoración de algún tipo de entidad desconocida. Una, además, que se deleita en la posibilidad de la degradación, el miedo y la angustia. 

La novela se volvió un éxito y pasó a las manos de Hollywood para la inevitable adaptación. Pero había un problema. Se trataba de una pieza orgánica y singular que podía pertenecer tanto al terror como al suspense. Por si eso no fuera suficiente, la historia admitía experimentación como para ser más una pieza de terror atípica que un argumento convencional.

Con esa combinación, no parecía la trama ideal para un debut cinematográfico. De hecho, Ishana Night Shyamalan diría después que se atrevió a comenzar el proyecto justo porque el libro le había atraído por ser inconcluso, abierto a interpretación y una mirada desgarradora — siempre siniestra — a la soledad. Algo que esta hija de un director obsesionado con el miedo en su aspecto más humano podría entender. 

A finales del año pasado la futura directora decía a Los Angeles Times que se trataba de un riesgo que tomaba basado en lo mucho que sabía sobre la atmósfera que describía el libro. “Gracias a mi padre pude explorar en todos los aspectos del mundo de la novela”, explicó: “He vivido en esa oscuridad la mayor parte de mi vida”. Un elemento que sin duda muestra en la película “The Watchers” (2024), una obra debut excepcionalmente pulcra y delicada. 

Una mirada a los horrores diminutos 

La directora tomó la premisa de la ficción literaria y le agregó un trasfondo de horror folk que funciona gracias a su elegante visión sobre los espacios y el terror. “The Watchers” está más emparentada con “La bruja” (2016) de Robert Eggers, que con cualquier fantasía morbosa de M. Night Shyamalan. Un atributo que convierte a la película en una cuidadosa mirada hacia lo siniestro que se aleja de los macabros espacios paranoicos a los que acostumbra su padre. 

En lugar de eso, la realizadora explora cuidadosamente en el miedo cerval que cohabita con lo siniestro en un ambiente tenso. Con colores desaturados, un bosque se convierte en una entidad viva y violenta. La película no desperdicia ni una sola secuencia en exagerar o hacer más barroca la historia que cuenta. No lo necesita. Ishana Night Shyamalan tiene la habilidad necesaria para contar una historia de terror con lo mínimo. En especial, al lograr que su punto de vista sobre los horrores invisibles se sugiera con una mano firme que asombra por su precisión. 

Mina (Dakota Fanning) es una artista que se queda varada en un bosque al oeste de Irlanda y en medio de una situación inexplicable. La directora toma la premisa — exacta al libro — y la recompone para analizar el tiempo y el ritmo de cómo el horror puede llegar.

De la misma forma que la serie “From” de Max, en la que el terror se vuelve un núcleo que atrae hacia su centro a todos los personajes, “The Watchers” juega con la idea de la persecución y un laberinto espectral, con sofisticada y terrorífica belleza. 

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En la visión de Night Shyamalan el bosque en el que Mina da vueltas en círculos solo para terminar en el mismo lugar, es un espacio violento por el mismo hecho de ser irreconocible. Poco a poco, la directora convierte a la escena en un monstruo que se oculta entre la maleza. Pero no solo por el terror que puede contener — que se enlaza con fuerza alrededor de la premisa central — sino, a la vez, por el significado que esconde el miedo.

Mia descubrirá que no está sola en este bosque que la lleva a una casa en la que se convierte en un objeto de observación tenebrosa. Que el grupo de desconocidos que sufre la misma situación que ella, son piezas de un museo siniestro que sostiene un tipo de terror iniciático. Alguien mira al grupo como si se tratara de una especie de exhibición retorcida. La directora evita — hasta donde puede — mostrar de lo que se trata o hacia dónde conduce. Y aunque cuando lo hace la película pierde efectividad, el punto del horror se mantiene intacto. Cada personaje es un objeto desnaturalizado, destruido y convertido en una obra de placer por violentos anfitriones. 

Hija de gato

“The Watchers” pierde efectividad por ser incapaz de mantener el ritmo, el tono y la belleza de su primera hora. Pero no debido a falta de habilidad de su directora, sino por el hecho de que una idea así no puede prevalecer en la inevitable revelación final. Con todo, Night Shyamalan se aleja de las catastróficas conclusiones de su padre y evade una solución sencilla.

Con lo que demuestra dos cosas. Por un lado, que tiene la habilidad de evitar el impulso de hacer lo mismo que su célebre padre.

Y segundo, que comprende el terror de una manera elegante, sincera y frontal, lo que le abrirá un amplio camino en el mundo del género. Nepo baby o no, Night Shyamalan acaba de dejar claro que tiene ambición. Y esa es una buena noticia.

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