Entrevista UB

¿Y cómo es eso de un Festival de Cine Venezolano en Japón?

El 29 de octubre el público de Tokio tendrá la oportunidad de participar en la sexta edición del Festival de Cine Venezolano en Japón, que este año presenta la película "Yo y las bestias". ¿Y cómo llegó esto tan lejos? Luza Medina, una de las organizadoras, lo cuenta aquí

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Luza Medina es periodista y especialista en marketing. Desde hace años vive en Japón, en donde trabaja en diferentes proyectos relacionados a sus carreras. Sin embargo, hay uno muy especial que poco a poco ha ido creciendo y que busca hacer algo que, con la gran migración venezolana, parece cada vez más obvio y necesario: exportar nuestras manifestaciones culturales a otros países.

Este 29 de octubre, se realizará en Tokio -en el Teatro Capsule, en Harajuku- la sexta edición del Festival de Cine Venezolano en Japón, que propone una jornada con «Yo y las bestias», de Nico Manzano; y el documental «Juan», de Adrián Geyer. Con Luza, una de sus organizadoras principales, hablamos de eso, de cómo hacer circular la cultura venezolana, cómo nos perciben en Japón, qué papel juega la tecnología y cómo captar la atención de las personas a través de nuestras manifestaciones culturales.

-Seis años, ¿no? Seis ediciones del Venezuelan Film Festival Japan...

-Sí, seis años.

-¿Cuántas personas han promediado por cada edición del festival? O sea, ¿cuántos asistentes, cuántos boletos?

-Lo que pasa es que han sido dos ediciones sin pandemia y tres con pandemia. Ahorita vamos a la primera post pandemia.

Cuando lo hicimos presencial, durante tres días asistían unas 500 personas. Pero cuando lo hicimos online, pudimos llegar a todo Japón, porque normalmente lo hemos hecho presencial en Tokio. Eso sumado a algunas pequeñas proyecciones especiales en unas ciudades cercanas a Tokio, como Karuizawa y Hayama. Pero bueno, son proyecciones de 50 personas aproximadamente. Entonces, en la versión online del Festival asistieron alrededor de mil personas en cada edición. Creo que entre todas las ediciones pudiéramos hablar de unas seis mil personas aproximadamente.

-¿Llega nuevo público o hay personas recurrentes que han estado en las seis ediciones?

-Sí hay recurrentes, pero siempre llegan nuevas personas. Sí, sobre todo cuando cambiamos a online durante la pandemia.

-¿Qué te impulsa a hacer el Festival de Cine Venezolano en Japón? Que de entrada, o sea la premisa, suena medio a locura.

-Realmente la idea nació empezando por mi clase de japonés. Recuerdo que mi primer día de clase éramos un grupo pequeño de, no sé, ¿ocho personas? Entonces, dicen: “Ah, tenemos a uno de Suecia”, ponen en Suecia la banderita de Suecia. Luego, a uno de, no sé, México… éramos de distintos lugares; y la profesora dice: “Y tenemos a una de Venezuela”, y pone la bandera de Venezuela en Argentina. En el mapa de Argentina. Cosas así me pasaban siempre. Iba, por ejemplo, a enviar dinero a mis familiares. Entonces, iba al Western Junior y veían mi tarjeta de residencia y me preguntaban dónde queda Venezuela. Había gente que la confundía con Venecia, ¿sabes? En vez de hacerme la transacción, empezaban a preguntarme: ¿y qué se come en Venezuela? ¿y qué hacen en Venezuela?

Viviendo en Japón me di cuenta del desconocimiento que hay. Venezuela es un país muy pequeño. Las relaciones entre Venezuela y Japón digamos que son nuevas, entre comillas; no hay eventos tampoco, al menos no muchos, por ejemplo, de las embajadas.

Yo siento que el cine es una gran plataforma para que la gente pueda entender la cultura, pueda conocer un poco más de un país, pueda también ver sus problemas. La idea es hacer una muestra lo más plural en la medida de lo posible para poder lograr esa unión. Construir puentes entre dos culturas totalmente distintas.

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-¿Tienes idea de cuántos venezolanos viven en Japón?

-Sé que en los últimos años han llegado muchos que quizás no han ido a la embajada a registrarse, pero según los datos oficiales éramos como 400 en todo Japón. Creo que ya somos alrededor de 600.

-Lo que en un país de más de 120 millones de personas es básicamente nada

-Nada, sí.

-¿Cuál es la población que se interesa por el Festival?

-El mayor público es japonés. Esa es la gran diferencia de los otros festivales de cine venezolano en el resto de países del mundo, en los que normalmente la mayor audiencia es venezolana. Por ejemplo, yo hablaba mucho con los que hacían el Festival de Cine Venezolano en Argentina y me decían que el reto para ellos es llegar al público argentino.

En nuestro caso la mayor parte de la audiencia ha sido japonesa y son ellos quienes han hecho que queramos continuar. Hay momentos en los que ha sido difícil, por lo menos durante la pandemia. Y realmente la audiencia japonesa es muy fiel. Nos preguntaban si lo íbamos a hacer, si iba a estar listo para octubre. Si la gente quiere, lo tenemos que seguir haciendo.

-600 venezolanos en Japón. ¿Cuántos años tienes tú que no te comes una arepa, Luza?

-En estos días, esta semana. Ya se consigue Harina PAN acá. No muy barata como allá, pero a un precio razonable.

-Okey. ¿Y cuál es la población latinoamericana de mayor representación en Japón?

-Brasil, Perú, México también.

-¿Y el perfil de las personas que asisten a este Festival? Ya me dijiste que son japonesas, pero, demográficamente, ¿cómo están divididas?

-Viven en Tokio. Es que hay como un público muy plural…

Hay un público mayor, personas quizás ya jubiladas que tienen el tiempo de asistir a todas las funciones. Y también uno muy joven, de 20 a 40 años, que están interesados en conocer nuevas culturas, en cine independiente, en ver otras cosas.

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Luza Medina, organizadora del Festival de Cine Venezolano en Japón

Acá las películas extranjeras llegan muy tarde en general. “Barbie”, por ejemplo, estrenó en agosto: un mes después que en otras partes. Y además de muy tarde llegan en mayor medida películas de Hollywood. El único chance de ver cine internacional es básicamente el Festival Internacional de Tokio, que lo hacen en octubre también, porque octubre es una fecha de festivales acá; es como el mes de la cultura. Y la gente lo aprecia mucho porque está acostumbrada a un cine muy particular; y cuando ve nuevas propuestas, como que la deja pensando: sale preguntándose si lo que vio en la pantalla [del Festival de Cine Venezolano] de verdad pasa, sale con muchas ganas de conversar.

Nosotros en dos ediciones hemos hecho conversatorios con los directores. La gente hace muchas preguntas y queda muy complacida de poder conversar con el creador y poder entender mejor la propuesta.

-A Hollywood, que sin duda es la gran maquinaria de cine, le costó mucho entrar en parte del mercado asiático. En China no entraban básicamente por la censura; y en Corea del Sur, por las cuotas de pantalla, que a medida que se fueron flexibilizando lograron tener más éxito. En Japón, por el contrario, el asunto parecía ser que simplemente no despertaban tanto interés, parecía haber cierta resistencia cultural. Si a los de Hollywood les ha costado tanto, ¿cómo es tratar de vender el cine foráneo allá?

-Hay que estudiar muy bien la cultura. En el caso del cine en Hollywood, el marketing en Estados Unidos es muy invasivo, muy presente, lo ves en todos lados. Y esto quizás rompe un poco con lo que es Japón.

Aquí en Japón lo más importante es que las películas estén bien traducidas. En el cine tradicional puedes encontrar las películas dobladas en japonés o con subtítulos en japonés. A ellos a veces les gusta mucho con subtítulos porque pueden también aprender otras palabras. Al final, buena parte de los que van al Festival de Cine Venezolano están aprendiendo español. Y aprecian mucho eventos como este porque no hay demasiados.

Pero lo que nosotros hemos aprendido durante todos estos años es que de acuerdo al público al que le quieres llegar tienes que, digamos, dirigirte a la plataforma donde estén presentes.

En Japón se usa mucho Twitter, por ejemplo. La mayoría de los comentarios, tanto a favor como en contra de las películas y de los comentarios del Festival, los puedes ver en Twitter.

Los japoneses son muy detallistas, entonces realmente tienes que ser muy perfeccionista. La forma de comunicar, por lo menos el póster… Si tú ves el póster de este año, pues tiene bastantes letras de arriba hacia abajo en kanji, porque es la manera como ellos pueden realmente entender que son dos proyecciones: que una es a las 3, que una es a las 6.

En occidente leemos de forma distinta, de izquierda a derecha. Y a veces el error, cuando la gente intenta vender algo de afuera, es que usan el inglés porque creen que todo el mundo habla inglés acá, lo cual no es cierto. Los japoneses, además, normalmente leen de arriba hacia abajo. A muchos occidentales un poster con tantas letras, distribuidas de esa forma, podría parecerles muy cargado. Pero no necesariamente es así. Lo importante es que quede todo muy claro, porque los japoneses son muy detallistas.

Twitter es una gran plataforma, también Instagram y Facebook. Facebook también se usa mucho acá.

En japonés hay tres sistemas de escritura, el hiragana, el katakana y el kanji. El katakana se usa para las palabras extranjeras, por eso muchas veces los títulos de las películas los ponemos en katakana, pero también los nombres propios: Lizandro, Luza, etcétera. Por lo mismo mi nombre mucha gente lo quiere escribir Ruuuuuza. Pero yo no soy Ruuuuuza, soy Luza. Sin embargo, para muchos japoneses es como un sonido muy fuerte para un nombre de mujer. Y hay japoneses que nos han dicho que así no se escribe, que se escribe de esta forma. Pues porque, claro, lo están leyendo desde la cultura japonesa. Pero se trata de un nombre extranjero: mi nombre es Luza, no Ruuuuuza.

Eso también nos ha pasado con otros nombres que ponemos en katakana en los afiches. ¡Imagínate tú el nivel de detalle de los japoneses y su concepción de las palabras extranjeras! Realmente la manera de tener éxito acá es estar muy atento a todos los detalles, evitar los errores en la medida de lo posible. Tratar de que todos se comuniquen bien.

Las películas son traducidas por japoneses. La mitad de nuestro equipo son japoneses. Todos les preguntamos justamente esto: si algo está bien escrito, bien comunicado, si hay un error.

Me pasó mucho con el Festival online, que la fecha de cierre no estaba muy grande. Ellos no lo leían y después escribían molestos. Son pequeños detalles.

Todo tiene que pasar por el filtro de la cultura, tienes que estudiar muy bien la cultura y tienes que hacer las cosas de la manera que se hace en Japón.

Es un país donde a la gente le encanta el papel. Yo por lo menos cada vez que tengo una cita, por ejemplo, en el odontólogo, el odontólogo me manda una postal de recordatorio. Las postales aquí son algo muy lindo que se mantiene. Entonces nosotros en la medida del posible también tratamos de enviar la postal de recordatorio diciendo que este año va a llegar el Festival. Eso es algo que es muy japonés. Y ya quizás en otros países ya eso no se estila.

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-Y en general, ¿el japonés promedio tiene algún tipo de interés por otras culturas en términos artísticos y de entretenimiento? Lo pregunto porque ellos producen una cantidad muy top de contenidos: los dramas, el j-pop, anime, manga y todo eso. ¿Les interesa algo fuera de su gran universo creativo y cultural?

-Yo creería que más la nueva generación. El japonés, ahorita con todo lo que es Internet y la globalización, tiene un gran interés por entender tanto otras culturas como consumir productos culturales de otros países. Quizás antes costaba más, y yo siento que todavía hay una población mayor que se resiste, que se resiste a los extranjeros, que se resiste al cambio.

Los japoneses en general no emigran, casi no viajan. Tienen uno de los pasaportes más poderosos del mundo justamente por esa razón. Entonces a veces a ellos les cuesta mucho entender lo que pasa después de su isla. Y si viajan, viajan a Corea, que al final se parece mucho a Japón. O viajan a China, que al final es Asia igual. Y esta es una cultura milenaria que sus raíces se remontan a China en muchas cosas; entonces, al final tampoco es que salen a conocer otros países que son totalmente distintos.

Pero sí, sí hay un interés por ejemplo por España. También por México: la comida mexicana es una comida que gusta muchísimo acá. Y hay muchas celebraciones de ese país: la Embajada de México es muy activa celebrando el Día de los Muertos y otras muchas actividades. También interesa Brasil, pues la comunidad brasileña aquí es gigante y hacen eventos en parques grandes donde va mucha gente.

Después de ese tipo de evento, puedes ver a japoneses bailando salsa. Y a mí me da mucha risa, porque ellos son muy observadores. Y claro, no tienen el ritmo, pero van contando, tú sientes que van contando. Y ahí van, no lo hacen mal.

Entonces sí, yo sí siento que si hay un interés mucho mayor por las cosas más extrañas. Con la comida ha pasado. Ahorita ya consigues arepas. Hay un muchacho venezolano que tiene un food truck: ya tiene una gran población japonesa que va a comprar arepa. La comida sí es realmente una de las cosas que más le encanta a los japoneses.

Con esto que dices, parece menos complicado tratar de venderles la cultura de otro país latino e hispano versus la cultura de otros países

-No, es complicado. Por lo menos en el caso de Venezuela es complicado porque es que no conocen nada. Aquí tú más o menos puedes buscar encajar con el beisbol, en donde Alex Ramírez ha sido muy destacado. Pero obviamente es un nombre relevante sólo para la población a la que le gusta el beisbol. “¡Ah, Rami-chan, ah! Venezuela”. Por ahí lo asocian. Pero bueno, ya él se nacionalizó, es japonés [tiene 23 años viviendo allá], entonces tampoco es que realmente ahorita sea la persona más venezolana quizás [ríe].

O sea, sí es más fácil vender algo de estos países muy conocidos [Brasil, México, España], pero sí es más difícil vender algo de un país como Venezuela donde desconocen casi todo.

¿Qué plataformas de streaming usan más allá?

-Netflix funciona muy bien. Y ellos tratan de crear siempre sus propias cosas. Es como Line, Line es una de las redes sociales más usadas acá, que al final es coreana. Por ejemplo, en cuanto a las plataformas de pago está Paypal, ¿verdad? Bueno, aquí usan más PayPay, que que es una plataforma japonesa. Ellos siempre van a tener una plataforma propia en la que confían más a la hora de dejar sus datos, porque igual son muy recelosos con el tema de dejar los datos. Incluso con el Gobierno. Aquí, por ejemplo, no hay cédula. Los extranjeros sí tenemos que tener, pero los japoneses no. Lo que se acerca más a la cédula es la licencia de conducir. Ahorita están pidiendo un número como lo que vendría a ser un RIF, para el tema de los impuestos. El Gobierno dio dinero para que se la sacaran: es una tarjeta con tu foto y un número. Uno como extranjero se la tiene que sacar y no puede negarse. Pero muchos japoneses, a los que les dieron estímulos financieros, no quieren sacársela porque no le quieren dar sus datos al Gobierno.

El tema de los datos es complicado. Por eso es cuando nosotros hicimos el Festival online, lo que nos preguntábamos era cómo íbamos a lograr que la gente nos dejara sus datos en una página que no conocían y que era una propuesta alternativa. Al final, es algo que vas construyendo. Vas construyendo una comunidad, vas construyendo confianza y así es la manera como les dices “mira, los datos los vamos a usar sólo para esto. No te vamos a enviar correos todos los días, no te preocupes”. Y tienes que mantener tu palabra.

Ya ellos saben que en el mes de octubre siempre va a haber un festival. Hemos hecho igual proyecciones fuera del mes de octubre, pero ellos saben que los correos que van a recibir no son correos invasivos y normalmente van a ser en septiembre, octubre.

¿Cuáles han sido las películas que crees que han tenido más éxito?

-Bueno, el documental de Carlos Cruz-Diez gustó mucho. Los hizo reflexionar mucho con el tema del color. Todas las películas que los inviten a pensar en otras realidades les gustan mucho. Por ejemplo, «Pelo malo», que además ese tipo de discriminación a ellos no les sucede mucho porque todos tienen el cabello liso. A todos les pareció fuerte esa película.

«La distancia más larga», que fue como de la primera edición, generó muchísimas preguntas entre el público. El documental de Anabel Rodríguez, «Érase una vez en Venezuela». Aman los documentales. O sea, ya me han pedido que no deje de poner documentales. Y fíjate que a otras personas quizás no les gustan tanto, pero ellos aman los documentales.

¿El japonés promedio prefiere el documental que el cine de ficción?

-Bueno, no sé, no puedo hablar del japonés promedio porque no trabajo en una empresa de cine masiva, pero quizás el que está más interesado en cine independiente, cine alternativo, está muy interesado en documentales, en algo que está basado en hechos reales.

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-En una edición anterior exhibieron «El barril», el cortometraje que antecede a «Once Upon a Time in Venezuela» y tuvo muy buena recepción. ¿Pasó lo mismo con la película?

-Sí. Nosotros además tenemos una entrevista con subtítulos en japonés a Anabel Rodríguez en el canal de YouTube. Entonces, la gente iba como del cortometraje al largometraje. La película obviamente los hacía hablar mucho de la política, produjo muchos comentarios en Twitter. En general, aplaudieron el trabajo de Anabel y quedaron súper conectados con la historia y con todo lo difícil que es hacer cine en Venezuela.

A veces cuesta mucho que ellos públicamente vayan a decir algo. En Instagram vas a ver que suben las fotos, agradeciendo y eso. Pero en Twitter es donde vas a ver realmente comentarios. Hay además muchos blogueros de cine que han escrito artículos de las películas venezolanas.

Los hace reflexionar mucho. Les cuesta creer que las cosas que muestran en las películas realmente pasan en Venezuela. Hacen muchas preguntas en términos políticos, porque es que aquí no llega tanta información del país. Y mucha información llega de los medios extranjeros, que al final yo no sé qué tantos japoneses consumen medios como el Japan Times o cualquiera de estos medios extranjeros.

Fíjate que exhibimos «Papita, maní y tostón», que tiene una comicidad muy venezolana, y había un gran reto en la traducción. Si la gente no se reía, pues el trabajo no estaba bien hecho. La traducción duró meses, la cuidamos mucho. Buscamos el kanji que realmente se asemejara a lo que quería transmitir la escena. Por ejemplo, lo del furruco, que además se mencionaba con doble sentido. Nos preguntamos cómo traducir eso, porque si sólo poníamos el kanji que hablaba del instrumento quizá la gente no iba a entender el chiste.

Hicimos pequeños focus group, le preguntaban a personas que si veían este kanji qué entendían. Y así, fue un trabajo de meses. Al final se logró: sala llena y todo el mundo muriéndose de las risas. Todo el mundo amó esa película. También porque, claro, el beisbol está muy presente. Entonces, la conexión fue completa. Y también pasó que la gente que vio la primera quiso después ver la segunda parte.

Volviendo al tema. ¿Cómo haces la selección de las películas para cada edición del festival?

-Lo decidimos en conjunto con los colaboradores, con las partes del equipo que son japoneses. Tomamos mucho en cuenta las peticiones, por ejemplo las de incluir siempre un documental. Para esta edición quería tener «Jezabel». Estuvimos muchos meses de conversación porque esa película ya tiene los derechos en Japón. Entonces parece que la estaban traduciendo, pero los que tienen los derechos no querían darnos respuesta. Hernán Jabes estaba encantado con la idea, pero no dependía de él. Al final, los dueños de los derechos para acá nos dieron respuesta muy tarde. Pues bueno, será para el año que viene. Y espero poder incluir también «Simón».

Tratando de ampliar la experiencia más allá del eje central del Festival que es siempre en octubre, este año proyectamos el documental de Carlos Cruz-Diez en verano, en Hayama, que es un lugar de playa. La gente iba a la playa y luego venía a ver la película, o viceversa. Entonces quizás hagamos otra proyección a final de año.

Generalmente, ¿cuántas proyecciones y cuántas salas comprende el festival?

-Este año vamos a usar una sola sala en Harajuku, que es un lugar súper turístico, que tiene una calle súper famosa donde consigues todos los cosplay y todas estas cosas llamativas de Japón. Es muy, muy, muy transitada. Gracias a uno de los asistentes del festival conseguimos esta sala.

Antes lo hacíamos en el Instituto Cervantes, pero el Cervantes este año ha tenido mucha programación. Y para nosotros es importante mantener que sea en octubre, porque ya hay un público esperando. Si lo hacemos en noviembre, perdemos la credibilidad. Yo siento que el público japonés es un público muy fiel, pero si haces las cosas como a ellos les gusta. Si te vuelves desorganizada, o impuntual, la gente pierde interés, desconfía y ya no te van a apoyar.

Conoces varios países, has trabajado en proyectos de diferentes países también y de diferentes continentes, ¿crees que es viable generar un producto de cultura venezolana que sea exportable. Y segundo, en caso de que creas que sí se puede, ¿cuáles consideras que serían las claves?

-Creo que sí es posible. Y lo he visto un poco con el cine, también creo que con la música. Aquí Guaco es un fenómeno, por ejemplo. De hecho, nosotros pasamos el documental «Semblanza», dirigido por Alberto Arvelo, y fue una locura.

Fíjate que Guaco hizo un disco del concierto en vivo en Japón. Mi hermano [diseñador gráfico, residenciado en Japón desde mucho antes que ella] hizo el diseño de la portada del disco justamente porque ellos querían que fuera súper japonés. Entonces, cuando proyectamos el documental gente de todas partes de Japón nos escribía diciendo que les encantaba Guaco.

Entre esos está Kawamootoo, que es una de las japonesas influencers que ama Venezuela, ella nos apoya todos los años. Cuando nosotros hicimos una convocatoria de voluntarios, ella lo reposteó y ahí fue que ganamos seguidores, que llegó mucha gente. Ella, al final, lo que ama es a Guaco y a partir de ahí le comenzó a interesar Venezuela.

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Luza, su hermano y parte del equipo de colaboradores japoneses

-¿Qué rama de nuestra cultura crees que sería más vendible? ¿Qué crees que es lo importante para poder penetrar en otros mercados?

-Creo que cosas que conecten globalmente. Siento que la música es algo que es muy fácil vender. Por eso nosotros también tratamos en el festival de no solamente hacer proyecciones, sino tratar de ofrecer una experiencia venezolana en la medida de lo posible: con comida o con música. Hemos tenido cierres musicales con el Grupo 5 años, que tocaban música venezolana siendo japoneses. Entonces, era la mezcla perfecta.

Pienso que en primer lugar la música, luego productos como el cine, porque la verdad que ahí tú ves que no hay barrera. Películas como «Papita, maní y tostón» en la que tienes una mayoría japoneses riéndose. Porque al final en el Festival siempre somos máximo ocho venezolanos en una sala, muy poquitos. Ahí tú dices que sí se puede.

Antes el cine venezolano se centraba mucho en la inseguridad, en esta tragedia, pero cuando empezamos a hablar de otras cosas es cuando empezamos a ganar premios también: «Pelo malo», «Desde allá». Hay tantas películas que ya empezaron a tratar otros temas… que sin duda van a estar dentro de la crisis venezolana, porque todos la vivimos, pero que no se centra solo en la crisis. «Yo y Las Bestias» al final es un músico queriendo hacer su proyecto, que sí está en medio de la crisis económica de Venezuela, porque además es una persona como de clase media; pero el centro de la película no es la crisis.

Cuando empezamos a hablar de otras temáticas, cuando empezamos también a mostrar otras cosas, pues pasan cosas maravillosas como los premios que nos hemos ganado.

«Simón» no la he visto, la quiero ver y sé de qué trata. También esos temas son necesarios y es necesario que sea contando por venezolanos. Siempre lo he hablado con Anabel: es necesario también que esos temas sean contados por venezolanos, no que sea la BBC, no que sea el Japan Times, porque al final la manera en que ellos van a explicar la situación en Venezuela no va a ser igual a como nosotros la vamos a contar.

Eres especialista en marketing. ¿Crees que hay una forma estándar, unos principios que se aplican en general en todo el mundo, o crees que el marketing se va adaptando en función al país?

-Se adapta totalmente al país, sobre todo en las culturas asiáticas. Cosas tan sencillas como un póster, o la manera de comunicar en un póster, los colores que van a usar. Y eso la gente no lo sabe, pero los colores también siempre tienen que estar adaptados. Aquí los colores también van mucho con las épocas: si es otoño, si es verano, si es primavera. Viene alguien de Venezuela, en donde no tenemos estaciones, y nada más usa sus colores, que son colores muy vivos, eso puede generar un rechazo al japonés. Y ya el público no lo va a atender ni se va a interesar. Entonces sí, todo, desde lo más mínimo, desde la manera de comunicar, la manera de escribir. Aquí también es muy formal la manera de comunicar, a nivel de texto, de correo electrónico. En este tipo de mercadeo, nosotros los occidentales a veces somos muy frontales y somos muy directos, y muy sinceros también, eso cae mal en Japón.

Y ojo, no es solo con Japón. En otros países como Francia, México, en los que quizá haya cierto parecido, también hay enormes diferencias: los venezolanos siguen siendo muy directos y muy rudos. Entonces, sí, sin duda hay que adaptar las comunicaciones, tanto digitales como presenciales, al mercado local.

¿Tienes planes de exportar el Festival a otros países? O sea, hacer el Festival de cine venezolano en otros lados

-No, no. Quizás otro país de Asia pudiera ser, ¿por qué no? Pero realmente lo primero que pensamos es exportarlo a otras ciudades de Japón. Y es lo que he tratado de hacer con estas proyecciones que hemos hecho especiales en otras ciudades para llevar las películas a otros espacios fuera de Tokio. Porque igual Tokio es una ciudad multicultural, donde hay muchas personas de todas partes del mundo, pero en los pueblos, en los lugares más pequeños, más remotos, donde hay menos eventos culturales, y donde hay menos este tipo de alternativas, es donde la gente también quiere conocerlo y quiere realmente entender otras culturas. Esa es nuestra meta a corto plazo.

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