Opinión

El día que Spiderman conoció a Maduro

Las Tortugas Ninja, Iron Man, Capitán América, todos trabajan en Nueva York. Esa parece ser la ciudad en la que hay mayores facilidades para ejercer el oficio de superhéroe: es céntrica, los albañiles trabajan rápido si destruyes algún edificio y las cámaras están instaladas en todos lados por si algún director de cine quiere hacer una película distinta cada semana.

Composición Gráfica: Gabriela Policarpio (@GabyPolicarpio)
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No se sienten explotados por eso. Estos profesionales de la ficción se agrupan en sindicatos: Los 4 Fantásticos, Los Vengadores, La Liga de la Justicia, pero en ninguno entra el Hombre Araña, el superhéroe freelance que tiene que matar tigres como fotógrafo, tratar que su novia Mary Jane no lo deje, y por si fuera poco, debe defenderse de las acusaciones del presidente de Venezuela quien lo culpa de la violencia juvenil en el país.

Maduro tiene rato repitiendo lo mismo, le da flojera dejar de ver televisión y asomarse por la ventana de Miraflores. Todos los enemigos de Nicolás son imaginarios: la Iguana Comecable, Pikachú, el holograma de María Bolívar y el pobre Spiderman.

Al Hombre Araña lo han culpado hasta de orquestar la Guerra Económica desde el Imperio. “Espaiderman se la pasa haciendo telaraña con Harina Pan que le da el pelucón de Lorenzo Mendoza. Es su materia prima ¿verdac? Yo no miento. Cilia, diles que yo no miento. La otra vez vimos Espaiderman 3 en blurey, que es como el dividi pero más fino, y se veía clarito cómo Mery-yein le montaba unas arepas a su novio, ¿verdac? Aristóbulo, pásame la caratula para que el pueblo vea”.

Luego de estas graves acusaciones, Spiderman quiso un derecho a réplica, pero en Miraflores le trancaban el teléfono:

-Presidencia, buenas tardes.

-Good afternoon, necesito heblar con Neecolas Maduurro.

-¿De parte?

-Spiderman.

-¿Vaciladorcito, no? Deja la llamadera, chico, o te echo Baygón.

Ante la negativa, Spiderman intentó venir hasta Venezuela personalmente, pero por ser estadounidense debía sacarse una visa. Así que decidió venirse ilegal. Le pidió prestado el avión invisible a la Mujer Maravilla, nave con permiso para sobrevolar el país, pues ya había aparecido en el video de Blah Blah Blah del Potro Álvarez, Chino y Nacho (sale al lado de una Hummer, frente a un yate, detrás de un Ferrari ¿no lo ven? #OpticaCaroní #VenyVerás #EstoEsPublicidad).

Spiderman estacionó en La Carlota. Se escondió y esperó que el helicóptero de Traffic Center despegara para guindarse en él y aguardar a que sobrevolara Miraflores, pero la telaraña no aguantó y el héroe tropezó con la torre de La Previsora, cayó de platanazo en Sabana Grande.

Cuando recuperó la conciencia estaba rodeado de niños que paseaban por el bulevar. Ya no querían sacarse fotos con los tipos disfrazados de Mickey Mouse y Elsa de Frozen (¿o es el andinito del Kino Táchira?). Los infantes deliraban por retratarse con “Espaiderman”, quien se hizo unos reales esa mañana.

Con la plata que reunió intentó conseguir los repuestos para sus propulsores de telaraña (que se dañaron en el viaje), pero, como era de esperarse, en ninguna ferretería venezolana encontró lo que necesitaba.

Recordó la cantaleta de Maduro. “Espaiderman hace telaraña con Harina Pan”, y quiso probar si eso era cierto. Spiderman se llegó hasta el Central Madeirense de Los Ruices. Allí trató de meterse en la cola de la tercera edad con su carnet de Marvel, en el que dice que tiene 54 años. Lo rebotaron. Luego intentó colearse y los Guardias lo pillaron. Le tumbaron los reales que cargaba y se lo llevaron detenido hasta el terrario del Parque del Este.

Estuvo encerrado junto a una iguana albina y una cascabel sin cascabel. Spiderman ya había sido tocado por el espíritu bachaquero, así que no tenía escrúpulos. Rompió el vidrio con una pepa de mango que estaba en su celda y huyó.

Los vigilantes trataron de atraparlo, pero son vigilantes, así que lo único que hicieron fue llamarse por radio entre ellos y ninguno hizo nada.

Fuera de su cautiverio, sin plata y sin poder lanzar telarañas, Spiderman tuvo que irse en mototaxi fiao hasta Miraflores.

Para hacer el cuento corto (porque ya llevo 4000 caracteres) Nicolás estaba en la entrada jugando perinola, sus ojos se iluminaron cuando vio al superhéroe. “Espaiderman, ¿eres tú? Pero…qué bonito, qué bello, qué hermoso. Del amor al odio hay un paso, y del odio al amor también, porque es la misma distancia ¿verdac? Yo he dado ese paso, Espaiderman. Tu corazón es rojo como tu traje, como la capa de Thor, de Superman y de nuestro comandante Eterno. ¿Quieres ser ministro de algo? de lo que quieras”.

Spiderman solo le pidió una réplica de la espada de Bolivar para defenderse mientras encontraba los repuestos para lanzar telarañas. También llegaron a un acuerdo: Nicolás no se metería más con él, sino con Batman. “Batman es burda de jevita ¿verdac? Y esa pelea entre Batman versus Superman es puro arañazo. Batman es mariconsón, no tiene esposa, como yo, que tengo a Cilia. Robin es el que le empuja lo bati-pelos ¿verdac?”.

Consternado pero más tranquilo, Spiderman regresó a Nueva York después de haber recordado dónde había dejado estacionado el avión invisible de la Mujer Maravilla.

A su llegada a la Gran Manzana, hizo la fila en migración y el espíritu bachaquero-coleón lo volvió a poseer, parece que iba a ser algo permanente cada vez que viera una cola.

Spiderman ahora era mitad araña y mitad bachaco…

(Esta historia continuará… primero que la de mi segunda cita con Arturo).

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