Kevin Fret, “el primer pato que tuvo el descaro” de hacer trap
Sorprendida por el personaje que irrumpe en la escena trap adoptando sus códigos y procesándolos desde la estética y discurso gay, nuestra columnista cantante reflexiona sobre su interés en el género
Kevin Fret fue asesinado el jueves 10 de enero en San Juan de Puerto Rico: lo mataron de 8 balazos mientras paseaba en su moto. Este texto lo publicamos el 26 de agosto del año pasado. Y aquí va nuevamente como pequeño homenaje
Este tenía que ser un artículo sobre Kevin Fret, el primer trapero abiertamente gay.
Abriría con un párrafo dedicado a la homofobia rampante en el mundo del hip hop y a como la irrupción de este personaje es síntoma de nuevos tiempos. Hablaría sobre el inicio de su carrera, las colaboraciones que ha hecho, en qué controversias se ha visto involucrado en los últimos meses y cómo no, incluiría una descripción bien adjetivada de su puesta en escena.
Una reseña, pues, sobre algo que espero pronto deje de ser noticia: la preferencia sexual de una persona.
Pero ¿qué es lo que realmente me llamó la atención de Kevin Fret? Además de su talento e irreverencia, de plantarse en un trono escarchado bajo luces de neón en el videoclip para su tema “Soy así” mientras se arregla el lip-gloss, este puertorriqueño hace su debut artístico en el seno de la escena trap latinoamericana. No en la electrónica, no en un video-meme, no como bailarín, sino en el trap, un género más sombrío dentro del espectro hip hop, más amenazante que el reguetón y más lento que el merengue (por lo menos en sus inicios).
Hay varias teorías sobre cómo empezó el trap. Algunos hablan de 2012 con el EDM Trap de Diplo y Flosstradamus y otros retroceden al 2000, a los barrios bajos del sur de Estados Unidos, donde el rap se enlazaba con la música electrónica y nacía el crunk, el primo loco del hip hop. De este matrimonio sale también el trap, la versión casi gótica de la familia, caracterizada por ese sonido sintético de la caja de ritmos Roland TR-808, esa palmada o chasquido seco que tienen casi todas las canciones.
Hoy lo escuchas en todas partes: en el autobús, en la radio, en fiesticas y en el carro de ese panita en la cola. Y como pasa con casi todo: el play incesante termina por agotarte, igual que las letras que generalmente son alardeos de tipos que garantizan follar mejor que otros (hay excepciones, lo sé). Sin embargo, el trap sigue llamando mi atención fundamentalmente por dos cosas.
Primero, el tempo. Uno de los antecedentes del trap fueron los mixtapes de tempo disminuido producidos por Dj Screw en Texas, que se disfrutaban mientras te tomabas un Purple Drank, una bebida en la que mezclaban refresco con caramelos y codeína. Una cosa incidió sobre la otra y esos beats ralentizados fueron cogiendo cancha.
Pero más allá del añadido químico, cualquier género popular que invite a bajar la velocidad en medio del carácter frenético de una rumbita tropical tendrá un espacio en mi corazón. Y ¿por qué? Porque creo que un beat más lento abre espacios para otro tipo de experiencia, menos bulliciosa, menos básica, menos evasiva incluso. Un tempo más lento nos lleva a un estado mental opuesto a la velocidad del día, donde la sensualidad, e incluso la tristeza, pueden salir a flote. El trap además es minimalista, no tiene una instrumentación compleja, facilitando este trance y haciéndolo más interesante.
Segundo, el tono. En una entrevista para Dj Mag el galardonado productor Drumma Boy, habló del carácter oscuro del trap: “La mayoría del trap tiene música terrorífica añadida o ambientación gótica. Me hace pensar a menudo en la Dimensión Desconocida”. El trap es un tipo de hip hop más oscuro y menos complaciente, al menos el original. Es un género que reta al automatismo gozón, de más fácil consumo.
En definitiva, nació musicalmente para sacarnos de nuestra zona de confort. Y por estos dos factores se gana mi atención.
En medio de todo esto aparece Kevin Fret, de 24 años, rompiendo el género como él mismo dice. En el video de su primer sencillo “Soy así”, el trapero que también ha colaborado con Mike Durán, se rodea de toda la parafernalia que históricamente ha validado al macho alpha del hip hop y el trap, dándole la vuelta con rimas potentes y poniendo de nuevo una importante carta sobre la mesa: el hip hop está repleto de machismo y homofobia.
Porque aunque cada vez son más los exponentes que critican posturas homofóbicas y abogan por los derechos de la comunidad LGBTI (como Frank Ocean, Angel Haze, Common, Childish Gambino, entre muchos otros) aún hay un largo camino por delante, que no sólo tiene que ver con la aceptación de la homosexualidad dentro del género sino con un cuestionamiento sobre los cánones de masculinidad que ha planteado el hip hop desde sus inicios.
Un buen ejemplo de esto fueron los comentarios del trío Migos en una entrevista para Rolling Stone el año pasado. El rapero iLoveMakonnen acababa de salir del clóset con el apoyo de sus fans y el trío cuestionó el hecho porque Makkonen solía rapear en sus letras sobre vender drogas en una esquina, como si la homosexualidad desacreditara su posición sobre las drogas. El culo en La Yaguara y las pestañas en Mampote.
Afortunadamente el hip hop y sus subgéneros van expandiendo los conceptos que una vez los definieron para ponerse a tono con los tiempos que vivimos. Para muestra: Kevin Fret. Ver a un chamo como él plantarse con garra en la escena oscura del trap, rodeado de Bad Bunnies, Ozunas y Jon-Z, llevándose por delante todos los estereotipos y dándole espacio a otra narrativa en la que se proclama como “el primer pato que tuvo el descaro”, es algo para celebrar.
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