Viciosidades

El cine es mentiroso y parece que lo acabas de descubrir

El estreno de "Blonde" disparó un tipo de indignación que reclamaba principalmente su mirada parcial a la vida de Marilyn, mientras que al mismo tiempo muchos espectadores asumieron que todo lo que vieron en la pantalla era verdad. Pero no, el cine miente. Y ya deberías saber eso

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No, Marilyn Monroe no vivió en medio de un tóxico trío sexual (que sepamos) con los hijos de dos grandes luminarias de Hollywood como se ve en “Blonde” de Andrew Dominik. No, el reino de Dahomey que presenta el film “La mujer rey” de Gina Prince-Bythewood, no es una versión histórica correcta. Tampoco lo es la muerte de Adolf Hitler en “Inglorius Bastards”, ni la forma como se hundió el Titanic que vimos en el cine (aunque James Cameron insista que sí), o la épica reconstrucción de la misión del Apolo 13 filmada por Ron Howard.

Mucho menos y a pesar de su opulenta, conmovedora y brillante puesta en escena, “La lista de Schindler” de Steven Spielberg no cuenta la verdadera historia del empresario al que rinde homenaje. O, mejor dicho, sí lo hace. Pero en forma parcial, con toda la intención de crear un precioso tránsito hacia la redención y de sostener la idea trascendente del bien que se enfrenta al mal, incluso en las peores condiciones. 

Lo que muestra el cine no es cierto en su mayor parte. No necesita serlo, además. Recordé esto con frecuencia, mientras una multitud enardecida de cinéfilos se inquietaban por la forma retorcida en que Dominik contó la historia de Marilyn Monroe en su film, basado en el libro de Joyce Carol Oates. La queja general era la visión “sesgada, amarillista y exagerada” sobre las desgracias que rodearon a la actriz y el hecho de que había mucho más que contar sobre ella que una colección de desgracias dignas de un mártir.

La pregunta que hice con frecuencia a los heridos cinéfilos fue tan simple que ofendí a más de uno. ¿Por qué no buscar una película que hable de esos temas y sí, exigirlos a una que no está interesada en tocarlos? La crítica era necesaria, me respondieron en varias ocasiones. ¡Marilyn merece mucho más que eso! Me dijo alguien y casi le vi en mi imaginación sacudiendo el puño con profunda angustia. Es una versión intencionada, tendenciosa y cruel, sobre una figura real, me contestaron en redes sociales. Al final, la conclusión era una: “Blonde” no era una historia justa o “ajustada a la realidad”.

Las grandes y bellas mentiras del cine

¿Alguna lo es? ¿Te lo has preguntado alguna vez? ¿Hay una película por completo justa, precisa, exacta, una reproducción sin ningún error sobre épocas? Piensa por momento en esas que consideras épicas, obras de arte. No, Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, general de las Legiones Fénix, no cambió la historia de Roma con su muerte en la arena de los gladiadores. Eso seguramente lo sabías, pero, aun así, te agradó mucho creer que pudo ocurrir. Además, sin duda te encantó como Ridley Scott lo convirtió en un clásico embustero. También fue bueno creer que William Walace era tan arrollador en carisma y liderazgo como lo plasmó Mel Gibson y que la historia es así, tan edulcorada y con una brutalidad medida y elegante que, sin duda, te hizo sentir parte de un suceso histórico mayor.

Pero, convengamos en algo. Sabes que el cine te engaña. Con las mejores y peores intenciones. Con trucos de guion, de argumento, con miradas cargadas de política y sesgo. ¿La agenda que desea pervertir a sus hijos? Lamento recordarte que el cine fue político desde su mero nacimiento  -¿qué podría decir D. W. Griffith con su “El nacimiento de una nación” sobre eso? - y que lo seguirá siendo. Incluso, cuando se proyecte en hologramas y todos seamos ancianos venerables, recordando el streaming como una época pretérita y polvorienta. El querido séptimo arte no es otra cosa que mentiras contadas de la forma más elegante, elocuente y maliciosa posible. ¿Eso resulta incómodo?

Parece que solo en ocasiones como en “Blonde”, recordamos que la industria del cine es un negocio peligroso como una bella criatura que puede arrancar la mano de un mordisco, la mano del iluso que quiere acariciarla. Una maquinaria que utilizó, devoró y destruyó emocionalmente a Marilyn Monroe, y también a Rock Hudson, Montgomery Clift, Judy Garland, Ava Gardner, Rita Hayworth.

cine

Cada una de esas estrellas sufrieron horrores como los que “Blonde” cuenta en tono de pesadilla onírica y tendenciosa. Judy Garland fue obligada a abortar varias veces, había una cláusula en el contrato de Gardner que le restaba beneficios en caso de tener hijos. La exhuberante y elegante Elizabeth Taylor fue obligada a contraer matrimonio con Nicky Hilton, con la intención de crear un cuento de hadas con su estrella adolescente más rentable. Que Hilton fuera un maltratador y que Liz se convirtiera en víctima, no parecía tan importante.

De modo que el cine es irreal, una fractura en las versiones verídicas. En toda su globalidad. En las películas, en los productos que vende -que son claro está, estrellas-, en cada elemento que reconstruye la realidad para hacerla más consumible y amable. O, al contrario, más temible y venenosa. No hay límites para contar historias y el cine decidió hace mucho tiempo que no los tendría, incluso al abordar la Historia.

La dolorosa, la peligrosa, la que conoces al dedillo. Es un hecho. Pero todavía más complicado, manipula. Lo hace como vehículo de ideas, como forma de expresión concisa, constructiva y en constante evolución. ¿Por qué exigir realismo ahora? ¿Qué es lo que hace que nos preocupe que “Blonde” retuerza la versión de las cosas a conveniencia?

No todo esverdad

No hablemos claro, de las épicas hipermasculinas y machomovies por excelencia del brillante Clint Eastwood, en las que siempre la cualidad de sus puntos de vista — sesgados o duros de admitir — quedan en relieve. El director tiene una opinión y la muestra en cada una de sus películas. Desde el uso de armas hasta su punto de vista sobre lo que ocurrió con el infortunado Richard Jewell. Eastwood dice lo que quiere y como quiere, no espera que nadie lo apruebe. Es su punto de vista de la historia. ¿Es válido? Por lo visto, nadie tiene las agallas para golpearle la mano al bueno de Harry, El Sucio.

Pero vamos a temas más neutros. ¿La versión de “Mujercitas” de Greta Gerwig fue una representación ajustada sobre las mujeres de la época que intentó plasmar? ¿Realmente una mujer como la Josephine de Saoirse Ronan podría llegar a una editorial y debatir sobre sus derechos editoriales?

Eso, en una época en que el género era un lugar implacable e inamovible sobre la estructura social. Sin embargo, los amantes de la película disfrutaron de ese final feliz y feminista. ¡Muy bien, Joe! ¡Conviértete en el próximo fenómeno de ventas de finales del siglo XIX! (Si tu marido lo permite, las leyes no te censuran o al final puedes reclamar las ganancias, como no pudieron hacerlo casi todas las escritoras de tu época).

Por supuesto, entiendo el punto del malestar sobre la llorosa y angustiada versión de Marilyn Monroe. Lo que no me queda del todo claro es por qué las quejas -la multitud de angustiadas, desconcertadas e insistentes quejas- surgen precisamente con “Blonde”.

¿Qué hace que la preocupación sobre la exactitud no haya aflorado con la versión edulcorada y maliciosa de Quentin Tarantino en “Once Upon a Time… In Hollywood”? Es inevitable, establecer comparaciones, porque en realidad, Sharon Tate tuvo una de las muertes más crueles de la crónica roja estadounidense y el director no solo la obvió -por toda una serie de interesantes razones-  sino que, además, “le salvó la vida”. Porque en el contexto de Tarantino, la bella Sharon Tate, apuñalada y convertida en tragedia colectiva, era solo eso: un personaje. Un símbolo de transición entre dos épocas. Una meca del cine dorado, espléndido y destinado a destrozarse por el impacto de un hecho sangriento que, en el film, jamás ocurrió.

De modo que te invito a pensar en el cine como lo que es: un escenario. Un lugar irreal, más allá de la presión de narrar algo más que su versión de las cosas.

Hace poco, el crítico de cine Sean T. Collins dijo sobre las adaptaciones  que solo deben aspirar a mejorar la obra de origen. Una frase que podría extrapolarse a las grandes historias reales que jamás sucedieron tal y como el cine las cuenta, pero que tanto nos gusta creer que sí.

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