Opinión

"Gran Turismo", la película que no podía ser aburrida... y lo es

Tenía todo el potencial para emocionar, pero "Gran Turismo" se extravió en la pista

Gran Turismo
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“Gran Turismo”, la adaptación en clave de biografía melodramática del videojuego estrenada en una docena de países antes de su llegada a Estados Unidos, decepcionó a la crítica internacional y es muy probable que se convierta en el enésimo chasco cinematográfico de los últimos meses.

Entre las docenas de experimentos fallidos del año fílmico, el de “Gran Turismo” puede que sea el más lamentable. Su director, Neill Blomkamp, es una de las grandes promesas de un tipo de cine pequeño pero sólido. El elenco, con David Harbour y Orlando Bloom a la cabeza, derrocha carisma y simpatía. Y por supuesto, la historia está basada en un juego conocido por su frenética mezcla entre acción y un espectáculo visual deslumbrante. No obstante, la combinación no fue suficiente para sostener un argumento en, al menos, tres graves problemas, que analizamos a continuación.

Sin alma, sin entusiasmo, ni energía

Cuando comenzó a venderse el videojuego “Gran Turismo”, buena parte de las alabanzas se enfocaron en su capacidad para reproducir, con un realismo casi escalofriante, la experiencia de conducir un coche de carreras. Por lo que el hecho de que su versión cinematográfica sea tan deslucida y poco atractiva a nivel visual, es casi un pecado mayor en la cultura popular. Más extraño resulta que el director Neill Blomkamp, conocido por narrar una invasión extraterrestre con apenas dos cámaras y efectos especiales limitados en “Distrito 9”, convierta la aventura en un drama sensiblero que evita, a cualquier costo, innovar.

Gran parte de la película intenta convencer al espectador de que no es una descarada publicidad al producto de PlayStation. Eso, a pesar de que durante su primera hora detalla cómo la habilidad de un jugador con la consola puede llevarle al estrellato. Todo gracias a la buena voluntad de compañías y conglomerados, unidos por el volante y su deseo de hacer realidad grandes sueños infantiles. ¿Se escucha ridículo? Sin duda, lo es. De hecho, el realizador se esfuerza en perfilar un drama intimista que termina por ser cursi y que se diluye en planos amplios de pistas y discusiones monosílabas. Todo a mayor gloria de repetir que “Gran Turismo” es la puerta abierta al triunfo.

Un guion lleno de baches y lágrimas

El juego “Gran Turismo” no tiene argumento. No hay grandes batallas que luchar, zombis que vencer ni regiones oscuras en mundos inexplicables para descubrir. Solo es un circuito de carrera clásico, recreado de forma hiperrealista. Algo que el guion de Jason Hall y Zach Baylin tiene en cuenta y trata de hacer algo más que solo enfocar la atención en las pistas.

¿Cómo lo logran? Narrando la vida del piloto Jann Mardenborough (Archie Madekwe en la ficción), un jovencísimo prospecto que la iniciativa GT Academy descubrió gracias al juego. Esta, creada por Nissan, fue promocionada por el ejecutivo de marketing Darren Cox y brindó a la reconocida figura de la vida real, una oportunidad para brillar.

Pero en el cine la historia pierde toda su conmovedora perspectiva del éxito en lugares inesperados, en favor de una colección de edulcorados clichés. Hay un joven prospecto brillante, que necesita desesperadamente demostrar su talento. Un padre preocupado por el futuro de su vástago y una aventura que terminará en redención y un triunfo previsible. En lugar de utilizar la potencia de la experiencia en consolas para apuntalar la historia real, el director prefiere dedicar tiempo — y aburrir a la audiencia — explorando puntos sensibleros.

Con tan poco tino y tan evidente necesidad de arrancar lágrimas, además, que varias de las peores secuencias del largometraje son justo cuando intenta ser más profundo. Conversaciones llenas de “sé que lo vas a lograr”, “tú puedes, muchacho” convierten al argumento en una mezcla de ideas que, evidentemente, no pasaron de la sala de montaje. Blomkamp tiene ideas brillantes, pero “Gran Turismo” es una historia en exceso sencilla para exponerlas todas. De modo que mientras largos primeros planos estáticos intentan expresar que los personajes meditan sobre el futuro, la película decae porque el verdadero interés está en la pista, los automóviles y la habilidad de los pilotos. Lo que lleva al tercer punto.

Sin nada que mostrar

El fallo más alarmante de “Gran Turismo” es que su fortaleza radica — o se esperaba radicara — en ser tan visualmente espectacular como el material del cual procede. Pero las contadas escenas en la pista están tan mal logradas y tan pobremente filmadas, que no soportan la comparación con proyectos mayores. Es inevitable recordar a “Ford vs. Ferrari” de James Mangold, “Rush: pasión y gloria” de Ron Howard o el clásico “Días de trueno” de Tony Scott, al ver la versión a escala pequeña, confusa y mal editada de Blomkamp.

Se echa de menos audacia visual, incluso tomas de riesgo que convenzan de que conducir es algo más que una afición por la velocidad. A cambio, “Gran Turismo” desea dejar claro que los grandes circuitos son el sueño de cualquier niño. Pero no explica — ni visual a través de su relato — cómo es la secuencia de hechos que pueden llevar a ese gran triunfo ideal.

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