Opinión

Jo Koy, mi primera chamba en los Globos de Oro

El comediante Jo Koy demostró que la línea entre contar chistes y ser verdaderamente gracioso, es difusa. Mucho más cuando el humor es una afrenta al trabajo y esfuerzo del público al que se supone que debe hacer reír: sin inteligencia, no hay provocación que valga

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La edición 2024 de los Globos de Oro será recordada por ser la primera en la que una nativa norteamericana ganó como mejor actriz. También, porque Christopher Nolan pudo llevarse a casa su premio luego de años de ninguneos. Pero en especial, a nadie se le olvidará el desastre sobre el escenario del comediante Jo Koy, quien puso de nuevo en el tapete las grandes preguntas sobre el humor contemporáneo. Eso, al intentar un monólogo más cerca de la burla sin matices que de la sátira, como al parecer era su intención. Más allá, al incluso no entender el motivo por el cual, la selecta audiencia que le escuchaba, parecía aburrida y puntualmente escandalizada por sus chistes. 

El maestro de ceremonias, que se ha hecho medianamente famoso por sus especiales en Netflix y Comedy Central, cayó en esa región difusa de la discusión acerca de qué es lo que hace reír en la actualidad. Una cuestión que se debate en redes sociales a diario y que ha levantado más de una ampolla. En particular, por el resbaladizo argumento que insiste en que no hay límites para el humor. Tal vez no los haya. Pero lo que sí es necesario, es real talento para usar esa falta de toda restricción y convertir a los supuestos chistes, en algo más que una colección de insultos.

En otras palabras, cualquier cosa puede hacer reír, pero para encontrar ese filón hay que tener la sutileza y la intuición precisas.Mucho más en nuestra época, en la que hacer reír pasa por un camino de críticas y reflexiones incómodas.

«Me encantóOppenheimer. Sólo tengo una queja: necesitaba una hora más, porque me parecía que necesitaba más historia de fondo.Mi propósito de Año Nuevo para 2024 es terminarOppenheimeren 2025.Me encanta Oppenheimer, sobre todo la primera temporada»

Jo Koy, en uno de sus intentos de chiste

El gran requisito es que incluso al borde del escándalo insultante, la provocación tenga un motivo y pueda orillar al debate. Pero Jo Koy, que admitió no haber visto las películas homenajeadas, comenzó con el pie izquierdo. Después de culpar a guionistas, a la organización del premio y a Christopher Nolan por aburrirlo, se quedó sin nada que agregar.

Como no podía simplemente quedarse callado, tomó la ruta de las malas decisiones: ponderó sobre el pene del actor Barry Keoghan, llamó a Barbie “una película sobre una muñeca de grandes pechos” y después, se burló de Kevin Costner. Todo, sin la más mínima gracia. Atrás quedaron los monólogos maliciosos de un Ricky Gervais en plena forma o las burlas retorcidas de Tina Fey y Amy Poehler. Koy cometió el peor pecado de un comediante, de cualquier época y a cualquier edad: aburrir.

Y aburrió porque burlarse de la duración de una película, cosificar con tono misógino un argumento que denuncia justamente eso o reírse sobre un desnudo masculino, no supone el mayor esfuerzo. Ni tampoco inteligencia. Los humoristas modernos deben luchar contra una audiencia que se ha educado con bromas grotescas que llegan de todas partes. La mayoría creció lidiando con un tipo de sarcasmo de alto calibre. ¿De qué sirve ser solo vulgar, obvio y necio en una época que justo exige lo contrario?

«El momento clave de Barbie es cuando pasa de la belleza perfecta al mal aliento, la celulitis y los pies planos, o lo que los directores de casting llaman ‘actor de carácter’»

Jo Koy, en otro de sus intentos

La restricción de cómo hacer reír en la actualidad, no es en los temas. Es en el hecho de que el humorista tenga la habilidad de causar revuelo y hacer reír, justo porque utiliza la polémica y el debate a su favor. Cuando Ricky Gervais pondera acerca de los roles sexuales, la orientación sexual o la necrofilia (lo ha hecho), maneja el tópico con una brillante sagacidad que roza la crueldad. Pero no deja de ser chistoso y obliga al espectador a preguntarse cómo es que algo semejante le da risa, si debería escandalizarle.

El humor real requiere la habilidad para encontrar el punto débil de una audiencia que no quiere reír a costa de temas delicados, pero lo hace. Mucho más, cuando el humorista sabe que se puede burlar de lo que sea, pero que dedicar su ingenio perverso contra alguien, destruye la fantasía de la crueldad modulada.

«La gran diferencia entre los Globos de Oro y la NFL es que en los Globos de Oro hay menos planos de Taylor Swift»

Y otro…

Koy, que con frecuencia ha sido acusado de inofensivo, intentó ser mordaz. De modo que usó el humor como brocha gorda sobre un lienzo delicado. Sus manchurrones provocaban vergüenza ajena, en especial, cuando se volvían cada vez peores. Con una torpeza alarmante, no supo traducir las risas corteses y los largos silencios. Para la primera hora, algo estaba claro: la ceremonia de entrega de los Globos de Oro fracasaba. Al menos en el apartado de ser un espectáculo que mantuviera la atención de su menguante público.Y todo por Koy, quien obtuvo el trabajo de anfitrión apenas diez días antes y luego de que otros comediantes lo rechazaran.

Para el final del programa y luego de encolerizar a la mismísima Taylor Swift, el pinchazo de Koy- cuyo nombre real es Joseph Glenn Herbert- dejaba una lección: sí, te puedes reír de lo que quieras, pero debes tener la inteligencia para comprender que el humor es un precario y brillante equilibrio entre algo que decir y decirlo con sorna y habilidad. Lo demás, es terreno frágil en el que es muy fácil caer y en el que, de hecho, Koy –un veterano de la escena- cayó y no precisamente en un escenario modesto.

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