Opinión

"Argylle: Agente secreto", no basta con tener a Dua Lipa

“Argylle: Agente secreto” de Matthew Vaughn, toma una de las historias más curiosas de la cultura pop y juega un ambicioso juego de metarreferencia en medio de disparos y peleas a mano limpia. Pero esta vez la fórmula resulta frustrante por todo lo que la película pudo ser y no es

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Antes de ver “Argylle: Agente secreto”, de Matthew Vaughn, hay algo que debes saber: el argumento intenta reimaginar uno de los sucesos más curiosos de la cultura pop actual. En el 2020, la autora Elly Conway se hizo famosa por su primer libro. Tanto, como para que Apple TV+ se apresurara a comprar los derechos de Argylle, la historia de un espía que arriesga la vida en un terreno complicado. Pero nadie sabe la identidad real de la autora. El seudónimo oculta — al parecer — a una estadounidense joven que escribió su libro debut sentada en una cafetería y ¡milagro entre milagros!, se hizo famosa de la noche a la mañana. 

Tampoco está claro si eso es cierto o no. Mucho se dice y nada se sabe de Elly Conway. Las especulaciones llegan al punto de decir que detrás de ese seudónimo está Taylor Swift.

La cuestión es que la identidad de este éxito de masas está en debate y parte de eso llega a la adaptación del director Matthew Vaughn (“Kingsman: El servicio secreto”). Durante su primera media hora, la película juega con la idea que todo lo que se ve en pantalla en realidad es un frío resabido de lo que ocurre con un misterio público. Incluso, que esa noción sobre lo verídico — y lo que no lo es — sostiene el argumento de la película. ¿Es cierto este enigma a dos bandas, una de una escritura que se oculta en un nombre falso y su implicación con el espionaje? ¿Se trata de un juego imaginativo de triples y cuádruples dimensiones?

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Bryce Dallas Howard es Elly Conway

«Argylle» propone ese dilema y es quizás por eso que cuando lo resuelve y se vuelve otra-película-de-espías, pierde todo su encanto.

La idea sugerente del realismo pop encauzado a través del cine a un público total, se desvanece, mientras un Henry Cavill con cara de circunstancias — la misma de siempre — baila con una debutante Dua Lipa, con peluca rubia para la ocasión. Pero lo realmente intrigante de la película y lo que se pierde es ese guiño a un secreto que no lo es tanto. O en el mejor de los casos, que en realidad sólo son líneas que se unen entre sí para narrar una historia de acción socorrida. Lo sentimos Matthew Vaughn, ya nos conocemos todos y cada uno de tus trucos.

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“The Matrix Resurrections” fue un desastre de crítica y de taquilla que golpeó en el orgullo a los millones de fanáticos que esperaban el regreso de Neo (Keanu Reeves, todavía disfrazado de John Wick), para mayor gloria de la ciencia ficción. Lana Wachowski tomó la decisión de convertir su saga en el ombligo de su propio mundo y apostó fuerte a hacerse referencias directas. Tanto, como para que la primera hora de la cinta — la mejor y la que se recordará, sin duda — fuera un juego en un salón de espejos incómodos. ¿Fue Neo la invención de un anciano programador que vivió sus mejores ideas y ahora delira al borde de la caída psicótica? Mientras el argumento se mantuvo en ese listón, fue brillante. Cuando cayó en un delirio místico de resurrecciones se volvió común y muy cerca de lo mediocre.

Lo mismo ocurrió con la enésima versión de “Scream”, en la que los protagonistas se parodian a sí mismos y hasta tienen una serie de películas que, a su vez, se burlan de su condición de víctimas. Los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett llevaron los límites de ese universo a la forma en que se desarrolla el laberinto de crímenes que culmina con la revelación. El nuevo asesino procede directamente de la primera película y el original grupo de sobrevivientes.

Argylle se quedó ahí

En “Argylle: Agente secreto”, Matthew Vaughn lo intenta también y razones no le faltan. El chisme de la escritora sin nombre, que es exitosa y además, podría ser la estrella de moda, así lo reclama. Pero Vaughn, que parodió hasta el cansancio el género de espías en su trilogía Kingsman, no sabe muy bien qué hacer con este acertijo que se parece mucho a varias películas.

A Vaughn le falta sutileza. La Elly Conway del argumento (Bryce Dallas Howard), es la autora misma. O su esencia, en cualquier caso. En «Argylle: Agente secreto», el personaje ya ha escrito cuatro libros de su saga del espía sospechosamente parecido a Superman y va por el quinto, cuando algo inaudito ocurre: las tramas que imagina comienzan a suceder en la vida real y ella parece ser el centro de una conspiración. El truco es una delicia y la actriz logra ser convincente al interpretar a una mujer posiblemente real, en medio de sus sueños más descabellados.

Pero de nuevo, el problema es el director, que desea mostrar a Henry Cavill como un 007 en versión AliExpress o lucirse con la larga lista de cameos de lujo que hacen de la película un disfrute para el cinéfilo: John Cena, Samuel L. Jackson, Bryan Cranston… Sin embargo, la cinta, que pudo ser muchas cosas a la vez, en realidad se queda corta. Se conforma con tiroteos y números de bailes sincronizados con balas, lo que resulta una decepción si se esperaba algo más.

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Hasta el gato es una celebridad

Para sus tramos finales, “Argylle: Agente secreto” despeja todas las dudas. Es una película de acción divertidísima, pero nada más.

Ni la sonrisa torcida y atractiva de Henry Cavill permiten apostar a que veremos de nuevo a Elly, con su gato a cuestas, salvando al mundo y a occidente. Lo más probable es que esta cinta, que pudo ser el inicio de un mundo en desarrollo en dos bandas — en la literatura y en el cine — se quede a medias. Todo porque su director, quería mostrar a Dua Lipa bailando y lista para matar. Y a Chip, el gato de Claudia Schiffer. Lo entendemos… pero no es suficiente.¿O sí?

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