Opinión

Arrivederci, Pitti Fragranze!

Pitti Fragranze, en Florencia, es la feria de perfumes a la que siempre querré volver porque entraña la calidez y cercanía justas para gozarme la perfumería que me gusta, mientras alterno sin tirantez con sus hacedores. Encapricharse de aromas solo disponibles al otro lado del mundo es la única pega

pitti fraganze
Roberto Colmenares
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Empecé a interesarme en cómo iluminaban los pases de las modelos sobre la pasarela, o a mirar con desdén el vaivén de trapos o el postureo del front row, y por fortuna ya no se justificaban mis incursiones en las temporadas de desfiles de moda en Milán y París. Ese trance coincidiría con mi hastío en ascenso al entrar a una perfumería y capear las variaciones sobre el vaho repetido de una tienda a otra, insuficientes hasta para solazar horas muertas entre un vuelo y otro confinado en un duty free. No me reponía del regusto tras descubrir las aceitunas deshidratadas cuando el caso de oler Chergui de Serge Lutens en una Sephora acabó por distanciarme de las perfumerías al uso.

Ya era tiempo de comenzar a ole(e)r y las ferias de perfumes asomaron en mi norte olfativo. Mas lo inmediato fueron las propuestas alternativas, uno que otro taller, visitas a Grasse, los pequeños negocios con ofertas curadas –literalmente– con mucho olfato, los lanzamientos respaldados por una narrativa más que olorosa, capaz de sobrepasar la importancia de producto tan vano y efímero como el perfume.

Pitti Fragranze

Mi debut en las ferias de fragancias fue con Esxence; ya despuntaba como el afectado hervidero –tan milanés– en que ha devenido y no volví. Probé Pitti Fragranze antes del hiato pandémico y ni las tres dosis de vacuna china me inmunizaron de la persistencia del buqué. Repetí no solo esa feria, sino también el mismo local a un costado del Arno con las únicas melenzane alla parmiggiana horneadas, ¡no fritas!, que he encontrado en Florencia.

Ole(e)r una feria de perfumes es mi clave para sobrevivirla. Como si fuese una librería, la selección es cardinal; entonces suele ser infalible la maña, esa tendencia instintiva curtida en el hábito, en la expectativa repetidamente satisfecha.

Oportunidades como Pitti Fragranze, con el lomito de nuestra apetencia olfativa servido en bandeja, son un harén en el que tenemos patente de corso para meter il naso a discreción, en especial cuando actuamos sin directriz ni compromiso alguno. Yo, para no pecar de casquivano y llegar al hotel moqueando sangre (mi mucosa nasal lleva varias barridas quirúrgicas) reviso con antelación las marcas confirmadas, así como el repertorio de conferencias y eventos alternos. Entonces en cada jornada impera el balance entre catar solo las novedades –o lo muy icónico– de mi estricto interés mientras oigo a sus creadores, y enterarme de los entresijos del negocio en un coloquio con sus mandamases y perfumistas.

Pitti Fragranze
Pitti Fragranze
(Fotos: Roberto Colmenares)

La inteligencia olfativa hay que bien nutrirla y no basta con estimular la pituitaria amarilla. A las fragancias podemos llegar de sopetón y que impere la incertidumbre; pero prepararnos para el deleite gratifica con plenitud e intensidad. Cuando a un perfume nos conducen su empaque y su exhibición como (con)textos sinestésicos, suplementados por un pr efectivo en espolear la curiosidad, se desata una vorágine tan íntima como voluptuosa que acaba concitando al intelecto. Una cosa de gusto y cerebro que hasta guayabos suscita. Los amores a primer olfato, tan al día en estas ferias, rara vez acaban bien: el menudeo es un despropósito, las novedades suelen demorar en llegar a tiendas, y yo cada vez recaigo más en antojarme de marcas de países sin despacho a nuestras latitudes.

¿Tan así es este tema de ole(e)r? Sería una exageración para quien en tiempo de guerra halla trinchera en cualquier hueco; o simplificación banal para quienes paladean hasta el último acorde bienoliente. Me quedo con la decisión de repetir la experiencia de tener a puertas de nariz lo más granado y novedoso de la perfumería alternativa, la artesanal e indie, esa que me sorprende y actualiza mi wish list, la de insumos excelsos, la que me adelanta qué oleré por ahí en los próximos años cuando las propuestas vencedoras sean diktak para los parásitos de la creatividad y sus descarados –amén de rentables– remedos. También la que decepciona: “esto ya lo había olido…” es el temido retintín que me hace cuestionarme el viaje trasatlántico. Por fortuna ocurre poco; ¿o acaso racionalizo para acabar convencido de que Pitti Fragranze bien vale la (re)visita?

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