Sexo para leer

#SexoparaLeer: el poder de las pantaletas

Bombacha, blúmer o hilo. La prenda íntima femenina es en sí misma un objeto sexual que puede desencadenar la fantasía, o ¿el recuerdo?, para inspirar la historia de este relato erótico

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Todas las noches al salir de su trabajo Sofía caminaba hasta el apartamento que compartía con su novio, era la manera como distraía su mente. Le gustaba ver todo lo que aparecía a su paso, se detenía en las tiendas de ropas íntimas hasta conseguir las pantaletas que más le excitaban.

Elegía el color y la talla, revisaba toda la tienda imaginando que caminaba desnuda mientras se probaba todo, parecía no tener límites al sentir cada pantaleta con olores frutales y a su novio, quitárselas con placer.

Como primera opción probó con la amarilla que resaltaba su gran trasero. Luego la verde manzana que transparentaba toda su abultada y recién afeitada vagina y por último, el cachetero blanco que de solo verlo puesto deseaba unas ricas nalgadas. Decidió llevar las tres y regresó a casa ansiosa para usar su preferido.

Antes de acostarse se bañó con agua tibia enjabonando su bello monumento mientras imaginaba cuales pantaletas usaría para dormir. Secaba las gotas de agua que corrían por su piel, se impregnaba con crema, abría la gaveta donde guardaba su más preciado tesoro, eligió la más transparente de todas y la que más se ajustaba a su cosita.

Se movía lentamente alzando una pierna y luego la otra mientras la subía hasta apretarla contra sus labios, se miraba en el espejo sorprendida al ver lo grande que la tenia, tocaba suavemente por delante y por detrás mientras veía la delicada y bien formada raya que dividía su trasero.

Tenía ese ritual porque conocía como excitar a Joaquín y porque le producía morbo hasta el punto de masturbarse con la pantaleta puesta y así lograr el rico orgasmo para luego dejar que se la quitara con la boca. Mojada más que nunca las usaba de nuevo para que el olor despertara a Joaquin, quien repetiría lo que ella en unos minutos antes disfrutaba sola, con la diferencia de que esta vez él la penetraba poco a poco hasta conseguir que aquel inmenso y duro miembro entrara por completo en su vagina.

Siempre con la pantaleta puesta, le pedía al oído que la cogería toda la noche sin quitárselas, eso la excitaba más que nada en el mundo. Se levantaba y se sentaba en la cara de Joaquín teniendo un orgasmo instantáneo.

Sentía como bañaba la cara de Joaquín con todo su espeso y transparente fluido y sin esperar comenzó a lamer toda su cara, sabía que necesitaba al menos dos orgasmos más para tranquilizar su hambrienta vagina.

Se levanta y busca la amarilla porque ahora quiere sentirlo por el culo para conseguir el segundo, se chupa los dedos y se mete dos con cara de inocente, los saca y los sorbe nuevamente, acaricia sus nalgas y ahora en voz baja le dice -“como no sentirme así con algo tan grande y duro adentro de mis nalgotas”-.

La carga hasta quedar en frente del espejo para visualizar su rico sexo. Sofía se pone en cuatro, abraza la almohada y pide que la coja fuerte hasta hacerla llorar de placer. A punto de conseguir el orgasmo grita una sola vez y sonríe. Esta vez es Joaquin quien se levanta y saca de su gaveta un nuevo regalito, -“te compre este hilo rojo, porque lo que más me gusta es el poder de tus pantaletas”.

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