Sexo para leer

#SexoParaLeer: Tengo una fantasía

Y ahí estaba yo, en el lobby de un hotel céntrico bastante lujoso, al que él me había citado

FOTOGRAFÍA: TIM WRIGHT (UNSPLASH)
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Esperaba sentada en una de las mesitas del café tomando un exprimido de naranja cuando llegó. Era alto, de ojos expresivos, corpulento y de cabellos marrones. Era un hombre guapo. Un ejecutivo que importaba juguetes sexuales y organizaba fiestas swingers (de intercambios de parejas).
Lo había citado para entrevistarlo para un artículo que publicaría sobre el tema. Aunque la conversación era estrictamente de trabajo, su simpatía y mis risas fueron suavizando la conversación, y sin darme cuenta comenzó a develarme intimidades.
“Tengo una fantasía” interrumpió. Un escalofrío repentino invadió mi cuerpo. Mi mente se nubló. Se me erizó la espalda, se me bloqueó la garganta y la mano que sostenía el jugo de naranja automáticamente se separó de mi cuerpo, dejando mi boca abierta y a solas. Ya me había imaginado lo peor, o lo mejor, depende cómo se lo vea. Este hombre me va a cargar entre brazos y me va a llevar a una habitación y quién sabe qué hará conmigo. Si hace fiestas swingers no creo que le importe compartir su cuerpo con otras mujeres que no sean su novia. Es decir, conmigo. ¿Conmigo? ¿Pero cómo se me ocurren estas cosas? Mi mente es demasiado sucia. Claro, debe ser por eso que me encargaron este artículo a mi, por supuesto. ¡Ya basta! Enfócate. Enfócate. Yo estaba descompensada. Completa y absolutamente. Mi corazón latía con desesperación mientras mi cerebro buscaba un equilibrio homeostático en mi cuerpo que le permitiera disimular frente a ese -aún-desconocido, que su frase no me ponía nerviosa. Tragué fuerte, sonreí y me incorporé a la mesa, cruzando las manos y apoyando los codos paralelamente sobre esta. “¿Sí? ¿Qué fantasía?”
“Tengo la fantasía de organizar una fiesta grande de intercambio de parejas. En un gran jardín. Habrá espacio para bailar, pasear, cubículos privados… y no tan privados también. Imagínate. En la entrada dos medias columnas, una al lado de la otra coronada cada una con un bol transparente. De un lado, vibradores bala. En el otro, controles remotos”.
Mi imaginación volaba a la par que su cuento recreando el escenario. “Las mujeres acceden por el lado derecho y al entrar eligen un vibrador que introducirán en su interior. Del lado opuesto, entran los hombres y cada uno toma un control remoto cualquiera, que accionará cuando lo desee”.
Me miraba fijamente a los ojos a medida que hablaba. Yo no sabía si retirar la mirada y mantener mis ojos fijos en los suyos. Hablaba con tanta pasión del tema, que sentía que su mirada me quemaba. “Imagínate a mujeres paseándose por la fiesta sin saber quién las controla, pero disfrutando de esas oleadas de placer repentinas. Y hombres apretando botones como locos.
Entonces, yo -y se señala a sí mismo- comienzo a manipular mi mando a distancia y en cuanto veo a una cuya vibración se escapa de su cuerpo, sé que ahí está mi coche. Con ella me voy a la cama. ¿Qué te parece?”

Puedes leer este y otros relatos en: ‘Que pase el próximo’.]]>

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