Viciosidades

Yumber Vera, Google Maps y el Niceto Club de Buenos Aires

Desde hace más de trece años vive en Buenos Aires quien alguna vez fuera el jefe de prensa de la fundación nuevas bandas y destacado periodista musical en varios medios de comunicación venezolanos: desde El Nacional y Urbe hasta La Mega y la radio del Ateneo. A comienzos de este año, se convirtió en el artífice de un ciclo de conciertos en el legendario Niceto Club llamado “Martes Indie-Gentes” que se ha vuelto la primera referencia de la vanguardia musical que sacude a la ciudad de la furia

Fotografía: Carlos Crinigan
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Para quien lo conoce, sabe que lo suyo siempre ha sido la investigación melómana de las tendencias de vanguardia, la difusión de espacios y contenidos para la música joven y un empeño, casi obstinado, en darle legitimidad a la contracultura y los sonidos subterráneos.

Y es básicamente lo que sigue haciendo en Argentina, como colaborador de planta en el prestigioso diario Página 12 o desde la radio que se escucha en la Capital. Pero ha sido realmente a partir de marzo de este año que los llamados “Martes «Indie-Gentes” organizados por Yumber, se han instalado en la vitalidad del legendario Niceto Club de la avenida Cnel. Niceto Vega 5510 en el corazón de Buenos Aires, una espacioso bar con sala-show donde concurre lo mejor de la movida musical porteña e internacional. El lugar de encuentro de mucha gente joven en busca de presentaciones en vivo y fiestas alternativas.

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Ahí también acordé encontrarme con Yumber, luego de haberlo visto por última vez hace unas cuantas lunas en Caracas con un extraño acento sureño y particularmente abrigadito.

Taquilla de pago con ventanilla. Portero. Gorila rockero. La entrada cuesta 80 pesos – unos 6 mil bolos- pero yo figuro en la lista de invitados. Pienso que llevo muy poco tiempo en Buenos Aires para ser ya VIP. Que fortuna. No es un mal comienzo. Ni siquiera tuve que sacar de la cartera la credencial de prensa.

Una vez traspasado el umbral de entrada me doy cuenta de lo grande del antro. Dos barras amplias con todo tipo de bebidas. Hay servilletas y también maní en pequeños pocillos.

Tengo hambre y estoy a punto de comer, pero me acuerdo de la película esa con Ben Stiller y la jeva de Friends. Sí, esa. Y me abstengo de comer maní. Pienso en lo sólidas que pueden ser las convicciones que se instalan en el aprendizaje del hombre a través de la industria cultural. Me pongo filosófico y por un momento siento también que estoy en Caracas pero inmediatamente despierto a la realidad porque el fenotipo humano de los presentes no corresponde.

Las “minas” son muy blancas y todos los hombres usan barba. Hay más tatuajes de lo normal y el público, aunque me duela decirlo, se comporta muy civilizadamente, diría que al extremo, a punto del aburrimiento. Además, de nuevo, hay servilletas sobre la barra. Muchas.

No obstante, con los 15 grados de lluvia que castigan la calle casi sorprende la abultada concurrencia, el ánimo y la circulación de gente.

Me pido una Stella Artois en vaso. La bartender, que me recuerda a una vieja amiga llamada Magaly, me pregunta si la quiero “con o sin espuma” a lo que no tengo nada que responder. Nunca me habían hecho semejante pregunta. Que sofisticación. Etiqueta de la mala muerte.

Se la trato de poner difícil y le digo que “espuma media, por favor..” a lo que asiente sin ningún problema llamándome “Chico”. De nuevo me siento en Sabana Grande y por unos segundos me abstraigo en otros pensamientos: una disertación inútil sobre lo que ha podido ser la escena nocturna de Caracas, de Valencia o de Maracaibo y de como se truncó también un crecimiento que correspondía a una evolución natural. Pero que va. El hampa no da tregua. La última vez que estuve en La Mercedes de noche parecía “ciudad- escolta”. Solo había extraños agentes de cuerpos de seguridad desconocidos con chaquetas negras y motos más negras.

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Pero vuelvo al centro de Niceto.

La música comienza con una banda novata que viene de Uruguay. La guitarrista me sorprende. Una jovencita que le pone la fuerza al grupo entero. Son un grupo de rock un poco psicodélico, quizás. Tienen la euforia y las ganas no cabe la menor duda. Se llaman “Carmen SanDiego”.

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En el intermedio me encuentro con Yumber Vera quien me lleva a la parte de atrás del local, a los camerinos. Allí, hay una cómoda y acogedora oficina administrativa, nos cruzamos con Sergio Rotman, saxofonista de los Fabulosos Cadillacs y finalmente nos instalamos en lo más profundo del sitio, acomodados en unos sofás.

Ahí está Yumber. Con una barba de proporciones bíblicas -de hecho parece Moisés o el apóstol Juan- con ese mismo acento que a veces desconozco. Hablando como dos “semitonos” por arriba de su timbre acostumbrado. Gran sonrisa. Abrazos. Mucho afecto de por medio. Muchos años sabiéndonos.

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“La fecha de hoy es de Rosario Blefari, ella es la artista más importante del indie argentino, lo que viste fue el primer grupo” me aclara antes de cualquier pregunta.

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-¿De qué se tratan los “martes indie-gentes”?

-Es muy curioso que la idea venga de aquellos tiempos en los que organizábamos martes de conciertos con la fundación nuevas bandas, en un local que se llamaba Rockatanga en El Rosal. Te estoy hablando de hace más de 20 años. Por ahí vino la idea porque el martes es un día poco común para salir. Aquí, a pesar de que la sociedad es muy festiva no es lo que pasaba siempre, entonces hemos tenido muy buena acogida del público. Es algo nuevo.

Sobre el emprendimiento, asegura que se trata de “una curaduría muy personal” en donde él mismo se encarga de toda la conceptualización que ha sido ciertamente un éxito en la escena porteña. Sus carteleras son publicadas hasta en el suplemento S! del diario Clarín

-Con tanta oferta nocturna en Buenos Aires, ¿cómo ha sido recibida esta iniciativa?

-Muy bien. Pero fíjate, acá si bien es cierto que existe una tradición con la cultura del rock lo que es “la vanguardia”, si se quiere, las nuevas tendencias, no están muy atendidas. Tiene que ver un poco con la costumbre de que el “rock barrial” –como lo llaman aquí- es lo que corresponde a la jóvenes que salen a la calle, entonces no están muy atentos a lo nuevo que pasa en el mundo de la música. En Caracas es muy distinto, porque si bien no hay una “cultura rockera” como tal, si existe, de lo poco que hay, una minoría que siempre está en la vanguardia mundial. Una elite muy informada.

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-¿Cómo se logra que asista el público un día martes?

-A las marcas les ha gustado mucho. Tenemos noches de Red Bull, hemos tenido eventos con Converse también. Pero hay que estar siempre atentos a lo que pasa en la ciudad. Sí hace mucho frío suspendemos o, por ejemplo, cuando hay juegos de fútbol muy importantes debemos correr las fechas.

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-¿Se han presentado artistas venezolanos?

-A principios de año estuvo La Vida Boheme, el 17 noviembre se presentará la nueva banda de Héctor Castillo (Dermis Tatú, Sentimiento Muerto) que se llama Masa, junto a Didi Gutman, también los -barquisimetanos- de Tan Frío El Verano y por ahí de repente nos traemos a Desorden Público. Vamos a ver. Sin embargo, este es un espacio pensado, diseñado y conceptualizado para artistas que rotan en Argentina y el mundo entero.

Palabras más, palabras menos, la conversación termina siendo un encuentro fraternal.

De vuelta en el local. el público sigue aún en buen pie. Toca la apoteósica banda de Rosario Blefari. Suenan duro.

Encuentros cercanos, algunos borrachines no correspondidos. Puede ser en Caracas o en Guadalajara. Santiago o Guayaquil. El amor es el mismo.

Perdí de vista a mi amigo Carlos, pero mi amiga “Stella” nunca me dejó. Salgo a la calle helada. El viento me perfora los cachetes.

Nadie en la vía pero puedo sacar mi teléfono y sintonizar mi ubicación con Google Maps sin temer por vida. De hecho camino con el teléfono en la palma de mano como si fuera una brújula clásica. No necesito ni siquiera preguntarle nada a nadie. Nada. A Nadie. Pienso en la soledad de nuestra era. De nuestros tiempos.

Pienso en cómo voy a empezar a escribir esta nota.

O terminarla.

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