Viciosidades

El sexo también es un deporte paralímpico

El canal ESPN ha estado pasando los resúmenes de los Juegos Paralímpicos en horarios de madrugada. Desconozco si es por bajo rating o si imágenes como las de Ibrahim Hamadtou, un egipcio sin brazos que juega tenis de mesa con la raqueta agarrada por los dientes, se consideran “sensibles” para cierto tipo de audiencias. De repente resulta que la discapacidad, una etiqueta social que ponen los presuntos capacitados, en el fondo es tan provocadora como la pornografía

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Conocí brevemente a la mayoría de los 24 atletas venezolanos que viajaron a los Paralímpicos Río 2016 y que regresan con seis medallas, la mejor cosecha de todos los tiempos. Unos tienen varios grados de pérdida de visión, alguno anda por ahí con una pierna casi 10 centímetros más larga que la otra, otros son amputados, van en silla de ruedas o están clasificados en categorías como parálisis cerebral o “impedimento intelectual”. Que yo sepa, ninguno compite en discapacidad sexual. El deseo no va en muletas. A algunas de las muchachas las he visto en fotos de Facebook luciendo unos cuerpazos en traje de baño y pasándola bien. Uno tiene cuatro muchachos de madres diferentes. De otro, me contó su entrenador, que es picaflor, le gusta trasnocharse y tiene problemas de disciplina. Muchos de ellos han tenido hijos, incluso alguno que supuestamente carece de movilidad en la parte inferior del cuerpo.

“Se tiene la concepción que una persona con discapacidad es asexual y está condenada a un caparazón. Más allá de demostrarnos que somos otros los que estamos limitados, estas personas viven su vida en una totalidad del ser y el hacer, por lo tanto, su sexualidad no se ve obstruida más que por convencionalismos de aquellos que suponen saber qué quieren, qué sienten y cómo sienten”, me contó Flor (nombre modificado), una venezolana que, aunque no está clasificada como discapacitada, tuvo su primera experiencia sexual con un hombre cuadrapléjico, es decir, de escasa o nula movilidad en sus miembros inferiores y superiores.

Flor incluso me envió fragmentos de relatos eróticos que escribió sobre sus experiencias con su amante discapacitado: “Recuerdo aquellas sábanas esa tarde, tan sudadas cómo la primera vez que me tocó. Eran sus besos el éxtasis de un sueño que inundado en pasión me poseía cada vez que era suya. Sus manos casi inmóviles, guiadas por las mías, se deslizaban por el contorno de mi cuerpo como si de moldearlo se tratara, aquellos rizos caían sobre sus hombros mientras abrazada a su torso manteníamos el equilibrio de una locura que siendo censurada por el resto me hizo su más fiel amor y amante. Sus besos bajaban a mis muslos, sumergiéndose en medio de mis piernas. Su boca, más que hacer remolinos con su lengua, transitaba cada pliegue de mi piel haciéndome morder aquellas sábanas. No hubo limites, ni movimientos torpes, no hubo miedo a ser juzgados o condenados, no importó qué maniobra, no fue un obstáculo la gravedad o el equilibrio, no hubo barreras, sencillamente porque mentalmente ya estaban rotas”.

Una búsqueda rápida en Google muestra que, para lo bueno y lo no tan bueno, un atleta paralímpico está lejos de ser poco más que un casto ángel que sirve de inspiración para que dejes-de-quejarte-y-luches-por-tus-sueños-por-encima-de-las-dificultades. En los juegos de Londres 2012, tres deportistas jordanos de potencia (equivalente a levantamiento de pesas para limitaciones en miembros inferiores) fueron expulsados con todo y sus sillas de ruedas por cargos de ataque sexual, uno de ellos contra una niña. A otro se le acusó de invadir un vestuario femenino. A propósito de los paralímpicos de Río 2016, la marca británica de chucherías Maltesers tuvo un exitazo en la vía hacia la desdramatización de la discapacidad: sus creativos estrenaron una cuña en la que una actriz con parálisis cerebral real, Storme Tollis, protagoniza un chiste sexual mientras habla con dos amigas.

Ernesto (nombre ficticio) es un andino que sufrió la fractura de tres vértebras hace 16 años, cuando se lanzó de clavado a un río, y también vive con una condición de inmovilidad parcial o total en sus cuatro miembros. Aunque a muchas personas de entrada les pueda parecer asqueroso, está conectado al mundo gracias a su lengua: con ella manipula las aplicaciones y atiende las llamadas de su teléfono celular móvil. Dice que le gustan las mujeres delgadas, de piel blanca y ojos claros, y dista de ser la Madre Teresa de Calcuta, que probablemente tampoco era tan santa. En la seducción, la labia le permite ser un conversador cómplice, encantador y sorprendente. Con ayuda de una compañera y sabanas de tiempo por delante, es capaz de experimentar erecciones.

“Como escribo con la lengua, siempre sale alguna amiga chalequeadora que me dice que con esa lengua se hace mucho. La sociedad todavía percibe a un discapacitado como un ser asexuado. La ausencia es de movilidad, pero no de pensar, ver, oler y apreciar la belleza de una mujer, mucho más en Venezuela. El órgano sexual que hay que ejercitar todo el tiempo es el cerebro. De hecho, cuando hice le terapia de rehabilitación, en la clínica se ponía énfasis en la recuperación sexual como parte del redescubrimiento de la autoestima. El siquiatra me recomendó ver todas las películas porno que pudiera, incluso de manera didáctica. He entablado relaciones con varias mujeres que me han presentado mis primos y mis amigos. He conocido lo sublime y también un poco de lo salvaje. A partir de la cuadraplegia me he dado cuenta de lo erógenos que pueden ser puntos de mi cuerpo como las orejas, los labios, la piel del rostro y el pecho”, me detalló Ernesto. Eso no está muerto, no me lo mataron, como dice la canción de Silvio Rodríguez.

El cine también ha documentado el sexo como el menos cronometrado de los deportes paralímpicos. A veces con una visión castradora, como el director Oliver Stone, que en Nacido el 4 de Julio mostraba a Tom Cruise como un veterano de Vietnam paralítico que se degradaba lingualmente con prostitutas de México antes de sublimar su frustración erótica en la causa pacifista. En otras ocasiones de manera más cómplice, como e lo escabroso en la que James Spader le hacía el amor a través de una cicatriz abierta a una lisiada Rosanna Arquette. La amputación de las dos piernas por culpa de David Cronenberg en Crash (1989), una película sobre una especie de subcultura de fetichistas de los carritos chocones que incluía una escena para la antología duna orca de acuario no impide a Marion Cotillard hacer cosas nuevas que no se han inventado en De óxido y hueso (2012): de liberen a Willy a liberen a Marion. Helen Hunt, quien lo diría, se suelta el moño en la novísima profesión de asistente sexual en The Sessions (2012), en la que satisface el último deseo de un poeta paralizado de cuello para abajo por la poliomielitis.

“Sentarme a tomar un café con mis amigas y escucharles sus experiencias sexuales era algo a lo que no estaba invitada, pues ellas creían que, como mi hombre era cuadraplégico, no tenia nada qué compartir. Lo que no sabían es que, mientras ellas se quejaban de su intimidad monótona y sin chispa, yo podía vivir cada noche un encuentro entre caricias y roces, con toques de delicadeza y lujuria”, agrega Flor.

Con los Juegos Paralímpicos aprendí a no voltear la mirada ante un adulto que se come los mocos o la asimetría de un brazo amputado. Ahora sé que ellos tampoco voltean la mirada a la posibilidad de expresarse eróticamente. La Venus de Milo también puede transmitirte una venérea. Discapacitado es el nuevo sexy.

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