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Santiago se va de José Urriola, (en torno al arte de seducir haciendo documentales falsos)

Santiago, personaje central de la segunda novela de José Urriola, desaparece apenas empezando la historia (algo similar ocurre en Experimento a un perfecto extraño, su primera novela). Pero antes de esfumarse hacia terrenos de nórdicas imprecisiones, le pide a un amigo que haga un documental sobre él.

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Lo particular del documental: pues que todos los entrevistados son mujeres. Las mujeres de la vida de Santiago. La novela presenta dos paquetes o grupos de entrevistas, con una distancia de diez años entre ellas, pero a las mismas personas, es decir a estas mujeres. Ellas son: la primera novia, una prima, una amante, una esposa, una hermana, la madre. La segunda tanda de entrevistas, cabe decir, incluye la lectura de unas cartas que envió Santiago en el transcurso de esos años.

En medio de estos dos grupos de entrevistas, se acomoda otro paquete, esta vez de escritos de Santiago. Se trata de sus proyectos imposibles: notas sobre el soundtrack de la vida: nacimiento, vida, muerte y amor; una galería magistral de predicciones, notas surrealistas y científicas de alto vuelo; un texto sobre una máquina para los amores imposibles que intercala poemas de Darío Jaramillo Agudelo y Rafael Cadenas; un comentario sobre un centro para la paz espiritual; un texto sobre la energía de la estupidez; otro sobre el mundo como novela gráfica y, si no me equivoco, uno sobre la supervivencia en pareja en relación con una teoría particular del sistema olfativo. Todos estos textos, debo decir, me recuerdan las máquinas de Duchamp, las maravillosas máquinas de Duchamp, así como las de Picabia y las de Tenguely.

Toda la novela nos lleva siempre hacia una pregunta: ¿Quién es Santiago? Orson Welles, también como si hubiese hecho un documental, inició la indagación de la vida del magnate Kane por medio de distintas entrevistas.

El ciudadano Kane es de 1941. En 1922, Ryonouske Akutagawa había publicado el cuento «En el bosque». Allí, en cada secuencia del texto, un personaje-testigo cuenta su visión del asesinato de un samurái ocurrido en el bosque. Cada versión nos va a demostrar que la verdad absoluta no existe, que cada quien tiene su versión de la realidad y que, de algún modo, todos tienen razón.

Esto nos lleva a preguntarnos, ¿de qué color es el vestido, azul y negro o blanco y dorado? Hace poco esa polémica sacudió las redes sociales. Expertos de todo el mundo fueron entrevistados, el asunto fue tomado muy en serio. Conclusión: aquel vestido puede variar de color según la edad del observador, la posición de la luz, la hora del día, la cantidad de bastoncitos que usted tenga, el monitor en el que se está viendo la imagen y las ganas que tenga usted de joder… Es decir, la realidad está allí, claro que está allí, pero la realidad, para cada uno de nosotros, incluso desde el punto de vista físico, digámoslo así, tampoco es la misma. De modo que, si hasta en algo que debería ser un acuerdo más o menos estable —el color de un vestido—, tenemos desavenencias, imagínese usted cuando se trata de la realidad humana, de una persona. ¿Quién es alguien?, sería la pregunta. ¿Quién es Luis, quién es Pedro, quién es Santiago? El observador tiene su propia idea de la realidad, y también la modifica.

Si bien dijimos que ya para 1922, Akutagawa había publicado «El bosque», adelantándose con esto a cierta estructura de Citizen Kane, también podemos decir, que ya en 1920, el padre del documental, Robert Flaherty estaba filmando la vida del esquimal Nanuk, considerando que lo que había filmado en 1913 no le había servido de nada, porque había filmado con distancia fría, digamos incluso, que desapasionada. Para 1920, Flaherty eligió un protagonista, es decir a Nanuk, cosa que no había hecho antes, y comienza a contar una historia desde este esquimal y su familia. Flaherty, en Nanuk, el esquimal, el documental considerado el primero de todos, no modificó la realidad, pero digamos que influyó sobre ella. Fue inventando el film durante el rodaje, hizo planos a conveniencia, retomó rituales ya en desuso y, sobre todo, se centró en un personaje y su historia. Flaherty narra, y al narrar, en cierta manera, hace ficción. En 1954, Jean Rouch estrena Les maîtres fous, un documental sobre un ritual del culto hauka en Ghana. ¿Qué va a decir luego Rouch? Que descubrió que su presencia había modificado el ritual. Es decir, todo observador modifica la realidad. Una presencia que mira a otros, y otros que se saben mirados. Allí siempre va a influir una cierta representación, una cierta interpretación del mundo.

Pensemos en la novela, en las dos tandas de testimonios o entrevistas. ¿Qué ocurre en la segunda parte? Pues dos cosas: el tiempo y la intervención del observador o experimentador. Santiago, al inicio, en la primera tanda, está más o menos cercano a las entrevistadas. Luego, en la segunda tanda, han pasado diez años. ¿Cómo es Santiago en una segunda pasada? ¿Cómo es este personaje que, además, ellas no han visto durante diez años? ¿Cómo se decanta? ¿Se deforma, como un cuadro de Francis Bacon? ¿O va hacia los rasgos esenciales de su ser, como en una caricatura, que muestra lo fundamental de un rostro en breve trazos? No obstante, aunque él no ha sido visto en una década, este científico loco del arte, han intervenido, ha influido, al mejor estilo de Flaherty, sobre la realidad. ¿Cómo lo ha hecho? Pues a cada una de sus mujeres le ha enviado una carta conmovedora.

En la novela de Carlos María Domínguez La casa de papel, Bluma Lennon, catedrática muy conocida de Cambridge, es atropellada por un carro por ir leyendo distraída una colección de poemas de Emily Dickson. Sus alumnos, en honor a ella, hacen una serie de foros que giran en torno al lenguaje y la realidad. ¿Qué tanto influye la palabra sobre la realidad? Pues bien, a Bluma el lenguaje la mató, no cabe duda. En el caso de la novela de Urriola, ¿qué tanto influyen las cartas enviadas sobre los nuevos testimonios de las mujeres de la vida de Santiago? Es muy posible que bastante. Es muy posible que su influencia, sutil, sea definitoria, incluso tiránica.

Podemos decir, por esta vía, que José Urriola ha escrito un documental falso. No porque no se trata de un documental, pues en la ficción hacemos el pacto de creer que estamos ante un documental verdadero; es decir, nadie piensa que cuando un personaje muere en una novela, ha ocurrido una muerte falsa. Dentro de los límites de su mundo, en la ficción, el personaje ha muerto de verdad, como dentro de los límites de su mundo, este documental está siendo producido. Digo, en cambio, que es documental falso, o mockumentary, porque las reacciones de las entrevistas en la historia que leemos no son espontáneas, sino que parecen estar milimétricamente controladas por el argumento, por la mente científico-criminal de Santiago. Por cierto, entre los antecedentes del falso documental, también contamos a Orson Welles. ¿Recuerdan la transmisión falsa de La Guerra de los mundos que hizo Welles en 1938? Ciencia ficción pura, como de la ciencia ficción se alimenta nuestro autor.

Estamos pues ante otra magnífica novela de José Urriola, que retoma, como en Experimento a un perfecto extraño, la fascinación por las máquinas y el juego de referir a un personaje ausente, un personaje trágico y al mismo tiempo hermoso. Santiago se va llega a ocupar uno de esos extraños lugares más o menos vacíos en la literatura venezolana. Entre el realismo, la prosa poética, el forzado tema del exilio y la novela histórica, se sitúa Urriola, haciéndose un lugar en el espacio de una narrativa donde destacan autores como Eduardo Liendo, Ednodio Quintero, Armando José Sequera, Roberto Echeto, Julio Garmendia, Alberto Jiménez Ure, Israel Centeno, Carolina Lozada, Pepe Alemán, Luis Britto García, Eloi Yagüe, Lucas García, entre otros. Urriola nos aporta profundidad, inteligencia, imaginación, originalidad y sobre todo experimentación estructural y de géneros en esta novela que seducirá a sus lectores. Porque cabe decir, eso sí, que esta es otra novela seductora de Urriola. Mucho más que la primera. Aconsejo a su señora esposa que cuide a ese muchacho luego de publicada esta novela. Porque Santiago se va es, definitivamente, una novela seductora que no sólo habla de máquinas sino también de amores imposibles con una maestría realmente única.

Paradójico, ¿no? Un libro lleno de máquinas, un experimento, y la realidad como un lugar sin certezas absoluta donde sólo la seducción de la literatura nos salva. Ciencia y literatura. La ciencia como una duda, la literatura como una verdad narrada. No sin razón, José dice en el perfil de su blog que es hijo de escritor y bióloga. De algún modo, él mismo, es un experimento.

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