Venezuela

Las cosas que solo pasan en Venezuela…

A pesar de la crisis política, económica y social que vivimos hoy en día, hay cosas que solo se ven de este lado de la tierra.

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“Esto solo pasa en Venezuela”, es la típica frase que sale a relucir cuando nos ocurre algo que no es común en otras partes del mundo. Hay venezolanos que, una vez que salen del país, no se sienten en su ambiente. Tanta tranquilidad y rutina, a veces, no los hace sentir como en casa.

Sin embargo, hay otros que simplemente no se ven aquí: el tráfico vehicular, el ajetreo para ir a un banco, la falta de oportunidades, el estar paranoicos a cada rato y la crisis económica es algo con lo que no pueden convivir.

Ante tantas dificultades, el venezolano trata siempre de salir adelante pero, sobre todo, de reír. En octubre de 2014, la empresa Jetpac elaboró un ranking, a partir 150 millones de mensajes publicados en Instagram, de los 124 países más felices del mundo. Venezuela ocupó el séptimo lugar.

A pesar de la crisis política, económica y social que vivimos hoy en día, hay cosas que solo se ven de este lado de la tierra, hay personas que se acostumbran a vivir de una determinada manera y se quedan aquí porque son optimistas y aman a su país.

Buenas o malas, hay algunas costumbres que podríamos cambiar si cada uno de nosotros pone, aunque sea, un granito de arena. Pero hay otras que no porque simplemente están implícitas en el sentir del venezolano…

– Una “ayudaíta”. No importa si el 10% del servicio está incluido en el total de la cuenta, la mayoría de los venezolanos deja así sea “un poquito más” de propina porque la atención fue buena o porque el mesonero nos cayó bien. En las gasolineras pasa lo mismo: no basta con que nos pongan el tanque full, sino que siempre damos un poco más y nos despedimos con el “déjelo así señor”.

– Carga full. Quienes no tienen carro en este país se resuelven como pueden. Hay autobuses que, a veces, van tan repletos que quienes están en la entrada se tienen que bajar para que los de adentro puedan salir. Televisores, un mercado completo y hasta bebés recién nacidos hemos visto viajando en motos. En horas pico, los usuarios se vuelven como locos para entrar a un vagón del metro y, cuando ya está por arrancar, un mal acostumbrado “empujoncito” nunca está de más.

– Mal “paraos”. En algunas zonas, los conductores de transporte público recogen a los usuarios en cualquier sitio, menos en las paradas establecidas para ello. Otros son más respetuosos e incluso se comportan de manera diferente cuando transitan por un determinado municipio del país. En ocasiones, los rallados amarillos en las aceras están “de adorno” y el conductor sólo le da importancia cuando ya la grúa está en su pleno “apogeo” o cuando la tiza sobre el asfalto nos indica el lugar donde descansará el vehículo.

– “Bien cuidaíto”. Quienes cuidan carros en la calle tienen zonas delimitadas y hasta tarifas que establecen ellos mismos. Si es de noche, lo más seguro es que ese billetico aumente. Hay quienes incluso cobran su cuota de “bien cuidaíto” apenas el conductor se estaciona. Prefieren asegurar su dinerito de una vez para que luego no los agarren descuidados. El servicio ha llegado a ser tan completo que pueden también lavar el carro por un módico precio.

– “Cazando” de todo. De un tiempo para acá, la escasez ha hecho que muchos rubros ya no se consigan con facilidad. El venezolano se ha vuelto un “cazador” innato y, si tiene algún contacto que le avise que “algo” llegó, pues mejor todavía. Los descansos laborales, cumpleaños y reuniones familiares han centrado su atención en el tema, y es que todo el mundo habla de “qué, dónde y cuándo” consiguió determinado producto. Estas ocasiones han servido incluso como especie de “intercambio de alimentos”, donde algunos llevan lo que otros necesitan.

– “Salud compadre”. La crisis económica y la inseguridad no impiden que el venezolano se “caiga a palos” en cualquier sitio. Basta con que sea quince o último, cuando ya está planeando qué hacer. En cualquier buen restaurant o discoteca, un servicio de whisky puede llegar a costar entre 8.000 y 10.000 bolívares, hay quienes lo pagan, pero hay otros que con una buena musiquita y una gavera de cerveza son felices en alguna casa. La cavita nunca falta para la playa y las licorerías y supermercados siempre colapsan antes de una ley seca.

– Rutina paranoica. El venezolano se ha convertido en un experto paranoico. La inseguridad ha hecho que el ciudadano tome sus propias previsiones. Algunas mujeres tienen monederos y celulares alternativos de menor costo en el carro, por si son sorprendidas, y hay quienes dejan de hablar por teléfono en aquellos lugares en los que “están pagando”. Las joyas lucen mejor a escondidas y la fiesta nocturna ha pasado a disfrutarse en casa. Vivir entre rejas se ha convertido en una rutina.

– Una “carrerita”. Según un ranking publicado por Bloomberg, Venezuela ocupó el primer lugar, de 62 países, con el precio de la gasolina más barata del mundo. Sin embargo, la tarifa de taxis también pudiera llegar a ser una de las más altas, si comparamos que el combustible en otras naciones es muchísimo más caro. El costo mínimo es de 200 bolívares, mientras que una carrera hasta el aeropuerto de Maiquetía, puede llegar a costar hasta 900 bolívares, si es de día. Una conocida línea de taxi informó que las tarifas de las rutas las da el mismo conductor y en Margarita algunos cobran más porque tienen aire acondicionado. Definitivamente, esto solo pasa en Venezuela.

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