Tú también puedes ser Marleni Olivo y ver cumplido tu sueño antes de morir, tú también puedes tener tu casa. El mango tiene múltiples usos y posibilidades en Venezuela. Más que una fruta es una metáfora. Sirve para prevenir de un peligro: “cuidado, puede ser una concha e’ mango” o le sirve a las señoras para chismorrear sobre un apuesto joven: “es que es un verdadero mango”.
Los llaneros, sin embargo, usan la memorable fruta originaria de la India para señalar un defecto del carácter: “es más flojo que morrocoy comiendo mango”. Tal vez, éste sea el sentido más extendido en el imaginario del mango en Venezuela: “es que somos así porque siempre hemos tenido el mango bajito”. Pero el mango que Marleni Olivo lanzó al Presidente Maduro va más allá en todos los sentidos porque sirve, también, para denotar una muy peculiar forma de patrimonialismo en el siglo XXI.
Como bien lo señaló Max Weber, el patrimonialismo era una forma de ejercicio del poder propio de las sociedades premodernas, caracterizado por el uso de los recursos públicos como si fueran propiedad personal del gobernante. Los favoritos, escogidos por lealtad, simpatía, simple interés o afán promocional, se veían beneficiados por los dones aleatorios del mandón sin que a éste se le exigiera rendición de cuentas.
El mango con el teléfono de Marleni sirve, adicionalmente, como una lección de filosofía de la historia, porque, más allá de los grandes números, muestra la cara anecdótica de la historia, la pequeña historia personal que, por encima de la realidad general, se convierte en imagen de la esperanza. La parábola del mangazo de Maracay resume el dilema central de la sociedad venezolana: una población dependiente, necesitada de llamar la atención del mandatario y de recibir la caridad del gobernante. La justicia anecdótica es, sin embargo, una serpiente que se muerde su propia cola. No lleva a ningún lado porque es, por el contrario, el obstáculo principal de la equidad y la justicia como principio general.
Es una justicia azarosa derivada de la concentración de poder, del dominio arbitrario del autócrata. Los reyes también daban regalos a sus súbditos. La parábola del mango es la manipulación política de un pueblo sumido en la debilidad y el desamparo, de un ciudadano pasivo y sufriente que necesita urgentemente salir de su posición de damnificado para convertirse en actor y dueño de su propio destino. No habrá cambio mientras sigamos esperando que alguien nos regale nuestra casita.