El gobierno del presidente Maduro ha iniciado una estrategia agresiva de establecimiento de agenda pública, que pretende mantenernos interesados en temas que aunque pueden ser importantes para el pueblo no son los urgentes.
OLP, Estado de excepción, paramilitarismo, Colombia, Guyana, el semanario 4F, las elecciones del 6 de diciembre, Uribe, Santos, Leopoldo López, la oposición, el magnicidio, y hasta el Papa son tema de agenda de los voceros del gobierno, mientras la oposición limita su agenda a la posible victoria electoral, Maduro, Diosdado y Colombia, pero ninguno de los actores «polarizados» habla de lo que discute la gente en el Metro, en las camioneticas, en el abasto, el supermercado o en la esquina de cualquier ciudad o pueblo: la escasez, la carestía de la vida, el salario depauperado, la corrupción, la inseguridad.
Hoy el pueblo que soñó y vivió la revolución con Chávez y que en su mayoría confiaba en su líder, se siente defraudado por la incapacidad del actual gobierno de garantizar la continuidad de un proyecto que aseguraba profundizar la lucha por aquellos que viven de su trabajo y de aquellos que habían sido excluidos del sistema.
Pero lo que más preocupa al pueblo es la ausencia de un gobierno que le diga la verdad de una crisis que padece cada minuto. El mutismo de los voceros oficiales, e incluso de una oposición que ha pactado para llegar a las elecciones del 6 de diciembre, sobre las causas, consecuencias y propuestas de resolución de la crisis que hoy vivimos, no sólo deprime las expectativas de un pueblo guerrero, combativo y capaz de afrontar las peores adversidades, sino que frustra las esperanzas y además alimenta la bomba de tiempo social que de manera sorprendente se acumula sin capacidad de que los más conocedores analistas políticos y sociales puedas proyectar su límite.
Yo soy uno de esos que ya no alberga esperanzas en que este gobierno o uno de oposición de derecha tenga la capacidad resolutiva de la crisis que vivimos como pueblo, pero ante la sordera, sigo gritando (mientras emerge una alternativa real y concreta), ante aquellos que hoy tienen alguna posibilidad de incidir en decisiones que reorienten el destino de la patria, para que trabajen en preparar el terreno que facilite el renacimiento de un proyecto político mayoritario que devuelva la esperanza de una mejor Venezuela, así como fue posible con Chávez, con sus errores, y que deseamos volver a vivir desde su ángulo positivo, corrigiendo las fallas y adelantado nuevos retos.