Venezuela

Tan sólo una vida normal

Los venezolanos, sin duda, necesitamos urgentemente un cambio de guión pero es ingenuo y malsano aferrarse a las elecciones del 6 de diciembre para depositar en ellas todas las esperanzas de transformación. 

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No es mucho pedir. No queremos nada excepcional. No deseamos revolucionar la historia, no aspiramos a un destino especial, no pretendemos ser o tener más que otros, no aguardamos un futuro lleno de esplendor ni de gloria. Tan sólo queremos una vida normal. Un mundo en el que podamos pasear con la familia en la noche, en el que el aire libre ventile la conversación sobre un café, en el que nos baste un salario para llegar a fin de mes.

Queremos, simplemente, un espacio donde cada quien pueda dedicarse a su oficio,  sentirse persona en su quehacer. Ya se me pierde en la memoria el momento en que la fantasía heroica se nos atravesó en el camino y, a cuenta de pretender cambiar todo, nos metió la política en la cama para robarnos la vida normal. No queremos más decretos de felicidad colectiva.

Los venezolanos, sin duda, necesitamos urgentemente un cambio de guión pero es ingenuo y malsano aferrarse a las elecciones del 6 de diciembre para depositar en ellas todas las esperanzas de transformación. La vida normal es un logro civilizatorio armado sobre un conjunto de prelaciones mentales que la revolución socavó y destruyó. Salir del hueco negro en el que hemos caído exige necesariamente un pacto de transición y reconstrucción nacional.

Rota la normalidad es imposible volver con los mismos preceptos al mismo sistema que previamente la definió y sostuvo. La crisis y la patología pueden convertirse en normalidad. Ya no se trata de retornar a un modo de vida anterior, de sustituir a una élite por otra o de cambiar electoralmente a quienes detentan el poder. Se trata de transformar el propio poder, de redefinir la relación entre derechos individuales y colectivos, de organizarnos mucho más allá del Estado nacional que se ha hecho disfuncional.

Cuidémonos, entonces, de emotivas simplificaciones. La revolución bolivariana es el síntoma de la descomposición de una sociedad pero también de la incompetencia del sistema democrático. Una idílica unión de los defensores de la libertad en contra de la tiranía no llevará a la cura de la enfermedad a menos que se opere en las causas. Y no es posible desinfectar y tratar el mal si permanecemos en él, si no redibujamos totalmente el cuerpo institucional de la sociedad venezolana, el sistema de toma de decisiones colectivas. El 7 de diciembre significará muy poco si llegamos a ese día sin nuevas ideas.

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