La cola de la lagartija
Todos hemos visto moverse, con más rapidez que con vida, la cola recién cortada de una lagartija. Sus movimientos espasmódicos no duran mucho, finalmente se trata de un miembro amputado próximo a morir.
Todos hemos visto moverse, con más rapidez que con vida, la cola recién cortada de una lagartija. Sus movimientos espasmódicos no duran mucho, finalmente se trata de un miembro amputado próximo a morir.
Esa es la imagen que mejor describe al gobierno. Un proyecto vacío, errático en sus movimientos, sin mayor objetivo que hacer que gobierne, que seguir siendo gobierno. Es un proyecto sin vida, ingobernable, loco y sin futuro. Pero aún así se mueve, hace ver que está vivo y, lo más importante, sigue impidiendo que el país tenga una salida.
Como un miembro desconectado del cuerpo (social), se mueve pero sin cabeza. Ni una sola de sus medidas tendrá el efecto que anticipa, sus diagnósticos son falsos, sus declaraciones hilarantes, sus alternativas descabelladas.
Esta semana fueron Dipro y Dicom, dos nuevos hermanitos que nacieron para llamar distinto a lo que es lo mismo. La semana pasada la agricultura urbana: ridícula medida que pretende sustituir los campos por balcones. La ante pasada fueron los motores de desarrollo, o lo que es igual, una cartelera de liceo decorativa para la cátedra de geografía económica. ¿Cómo será el anuncio de la próxima? Cómo los anteriores, como la cola de la lagartija, simples movimientos que no conducen a nada.
De los movimientos visibles…
Para visibilizar al gobierno se abusa de las enseñanzas Chávez y el eterno repetir de los actos de gobierno, basados en las peroratas del presidente frente a un sonreído auditorio de aplaudidores.
Por la ausencia de contenido, el formato es tragicómico y sin sentido. Saludos van, saludos vienen. Chistes malos que aburren, que no dan ni risa ni pena, sino rabia. De vez en cuando se inventa un cuento, se dicen mentiras, unas son blancas, otras son gordas, todas ellas innecesarias.
Casi siempre los ministros y otros funcionarios salen al auxilio. ¿Qué opinas fulano? Unas palabras allí compañero zutano. Nuevamente a los saludos y las reiteraciones. No importa de qué se trate, cuál sea el tema, todo siempre tiene su lado económico, político, social, cultural, moral, internacional, militar y, nuevamente, todo debe ser analizado o reflexionado en los social, lo económico, político, moral.. Y así hasta completar otra vuelta completa al círculo.
La referencia a la oposición es obligada, permanente, casi obligatoria. Si no fuera por el contrario no tendrían ni un solo tema y mucho menos un argumento. Tienen el cuidado de referirse a la oposición como trasvase de un enemigo mayor. La oposición debe ser minimizada. El decreto de Obama es una bendición, una oportunidad para la acción sin dirección. El cuento de la Guerra Económica más que un recurso, es una necesidad para poder hablar con el espejo, para justificarse, para seguir creyéndose en lo correcto.
En estos repetidos actos, el gobierno anda en un “ojalá los minutos fueran horas”. Es como si hablar mucho, como si alargar el tiempo fuese nuestro mejor remedio. Quizás sea cierto, quien cree estar haciendo lo correcto sólo espera ver los resultados, aunque lleve años esperando que lleguen. La esperanza es lo último que se pierde, en especial cuando es lo único que se tiene.
Pero el formato tiene rato siendo bastante aburrido. Falto de contenido y de imaginación. Sino fuera por la tragedia de todos los días, de los problemas que estallan, de la inmensa irresponsabilidad de la inacción, podríamos acostumbrarnos a no tener gobierno.
¿Qué de lo que allí se dice prospera? ¿Algo de lo que hacen sirve para gobernar? ¿Algún anuncio impacta la realidad? ¿De qué tratan todos esos actos? En otras palabras ¿no son acciones, pulsiones, gesticulaciones igual de inútiles que los movimientos de la cola cortada de la lagartija?
… a los disimulados
Hasta no hace mucho la inacción del gobierno desesperaba. Por no ser neutra, tenía su precio. Los problemas, aunque se hagan los locos, no se arreglan solos. No era verdad la predestinación al éxito, el horizonte sólo pinta cómo la condena al fracaso.
Por mucho tiempo fue así, seguir sin hacer nada, y sin dejar que otros hagan. En esos tiempos nunca fue tan cierto aquello de convertirte en problema cuando no se sabe, o no se quiere, aplicar la solución.
Hoy es peor. El axioma más cierto de la política se hizo realidad, todo es empeorable y el gobierno se superó a sí mismo. Obligado a hacer algo, apremiado por la derrota del pasado 6 de diciembre y convencido de que la caída de los precios del petróleo llegó para quedarse, empezó a inventar imposibles.
Medidas económicas que no llegan a tales, formulación de objetivos sin medios para lograrlos, convocatorias productivas que no pueden sino caen en sacos que ellos mismos rompieron, son algunos de los aspavientos de quienes hacen que gobiernan, simulan que enfrentan los problemas, como quien dispara en la oscuridad esperando dar al blanco por pura casualidad.
Pareciera que de verdad creen que si anuncian les obedecen, que si piden les dan, que si desean ocurren. Nada de eso es verdad. No importa cuantos motores se inventen, en cuantos actos lancen o relancen, con cuanta fe invoquen. Nadie va a invertir, nadie se va a casar con sus deseos, no hay forma de secundar sus locuras. No se trata de conspiración o enemigos, no es cierto que están luchando contra adversidades. Solo se trata de la camarilla de un megalómano que trata desesperadamente de aferrarse a los privilegios que heredaron.
Nunca entenderán que el problema del gobierno es de credibilidad y confianza. Que no existe la más mínima posibilidad de que la recuperen. Sólo un nuevo gobierno podrá recomponer esas dos condiciones. Asumirlo, para iniciar algún transito, algún cambio, no sólo es duro sino imposible para quienes están al frente de esta comparsa.
… hasta los poco visibles
No tenemos la menor duda de que vamos a un desenlace. Entramos en los capítulos culminantes, como se promocionaba antes, en esta novela que alarga su final. De ser guionista de estos tiempos propondríamos tres posibles finales, sin saber cuál es el bueno, el que prefiere la audiencia.
Inclinarse por alguno de los tres tiene que ver más con deseos que con probabilidad. Ninguno esta necesariamente escrito, aunque el segundo sea la apuesta de la oposición, el gobierno juega macábramente al tercero. En realidad todos dependen de la voluntad de los agentes políticos, de los propios y de los extraños, quienes desde la cabeza y no desde la cola, traten de gestionar el inevitable cambio social que está en nuestro futuro.