Venezuela

El asesinato de Jofran o el pésame del futuro

El país de las oportunidades pasó a ser el país de los anacronismos y de los obituarios prematuros. Los desenlaces inciertos adquieren un nuevo significado en una sociedad de dolientes y guerras autodeclaradas.

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FOTO: ANITZA GUILLEN

En la Universidad Católica Andrés Bello  (Ucab) es época de cerrar etapas, los brindis y actos de grado están a la vuelta de la esquina. Luego de cinco años de parciales, alguna que otra materia raspada e infinitas conversaciones de pasillo, llega ese día que los universitarios esperan para recrearse con planes visionarios y atestiguar que “valió la pena”. Sin embargo, entre proyectos de grado y una ceremonia de entrega de diplomas a semanas de distancia, el estudiante de comunicación social Jofran Zamora de 23 años fue asesinado por delincuentes en su casa en Catia La Mar -La Guaira-. Su acto de graduación sería el próximo 28 de abril.

Mientras Jofran esperaba el título de Comunicador Social en la mención de Audiovisual de la Ucab, se desempeñaba como productor del programa radial de la periodista Eva Gutiérrez en la emisora Adulto Joven 88.1 FM  en Caracas, donde tenía pocos meses trabajando.

La noticia traspasó a una generación de veinteañeros que figuran por efecto y defecto como el relevo de Venezuela. La información «oficial» que se conoce es que unos delincuentes habrían irrumpido en su vivienda, donde se encontraba solo en el momento, para robarlo. Sin mayores detalles se conoció que  luego del proceso judicial las autoridades constataron que Jofran  fue degollado en su edificio.

El cuerpo encontrado por sus familiares en horas de la mañana del viernes 18 de marzo presentaba múltiples golpes. La conclusión: fue asesinado por sujetos que lograron ingresar al apartamento. Este se encontraba en completo desorden y faltaban objetos de valor, según reseñó una nota de El Universal.

El martes 29 de marzo la Universidad Católica auspició una misa por el descanso de Jofran en la capilla de la institución. Ante la presencia de unas 60 personas la pregunta salió al aire sin que nadie lo inquiriera; el padre Marius, director de Desarrollo Estudiantil manifestó:  ¿Ustedes se preguntarán porqué quedarse en un país donde nos quitan la vida?

A pesar de continuar con un discurso optimista  -como es de esperarse en estas situaciones- la pregunta sigue siendo la del millón.

27.875 ausentes

El Observatorio Venezolano de Violencia publicó en su último informe -el 28 de diciembre del 2015- que la tasa de homicidios en Venezuela alcanzó la cifra histórica de 90 por cada 100 mil habitantes. Esto significa que una de cada cinco personas que mueren asesinadas en América es venezolana.

Los estimados del OVV concluyeron que para el final del 2015  en el país habrían fallecido 27.875 personas. El año pasado se habrían cometido en América Latina y el Caribe un total de 145.000 homicidios, Venezuela representa el 19% de esta cifra.

El periodista Alexis Correia en un artículo para la revista Climax sobre la migración de los estudiantes, cita a profesores consultados de distintos colegios privados quienes expresaron que los bachilleres ya no se quieren quedar en Venezuela. «El país está perdiendo a sus futuros profesionales”, señaló una docente del colegio Santiago de León de Caracas.  

«Del colegio Champagnat, en Caurimare, se habrían retirado más de 100 muchachos. En el Agustiniano Cristo Rey de Santa Mónica se eliminó una de las secciones del cuarto año de bachillerato. En el Cristo Rey de Altamira, la deserción habría sido equivalente a la de un salón de clases completo. En el San Ignacio de Loyola, al parecer, la cifra de familias que abandonaron la comunidad asciende a más de 40» escribe Correia.

El texto también señala que según una fuente vinculada a la Unidad Educativa, de un aproximado de 60 alumnos que se graduaron en bachillerato, 57 se fueron al extranjero para seguir con sus estudios universitarios.

Por otro lado, según Julio Materano la organización Cecodap -una ONG venezolana abocada a promover los derechos de la niñez y la adolescencia- reportó 263 robos y hechos de vandalismo en instituciones académicas durante el primer semestre de 2015. Una cifra que se duplicó al finalizar el año. Esto significa que 26% de las instituciones han sido víctimas del hampa.

La paradoja del montón de arena

Un grano de arena no forma un montón. Dos granos de arena, cinco, seis o veinte tampoco forman un montón. Si varios granos de arena no son suficientes para formar un montón entonces al añadir uno más, este pasa por desapercibido. Como si no existiera.

¿De qué depende que veamos un conjunto de granos de arena yuxtapuestos como un montón con demasiados granos?

¿De qué depende que 27.875 venezolanos fallecidos en manos de la violencia sea un número desmesurado?

Esta cantidad de cifras y declaraciones suelen pasarse por alto. Por costumbre, por rutina. A fuerza de repetir tanto la palabra «muerte» los granos de arena que se van ausentando adquieren una cualidad indivisible. De tantas personas asesinadas se olvida que cada uno cuenta, y entre resta y resta las matemáticas no parecen conciliar en el país.

En comparación con el promedio mundial de homicidios por cada 100 mil habitantes, la tasa en Venezuela es 10 veces superior .

La muerte de Jofran se adhiere entre la juventud venezolana para un listado más de desaliento y malas noticias. Un futuro vetado por el silencio y consejos que parecen superfluos -como el clásico “estudia para que seas alguien en la vida”- le resultan chocante hasta al más optimista.

El país de las oportunidades pasó a ser el país de los anacronismos y de los obituarios prematuros. Los desenlaces inciertos adquieren un nuevo significado en una sociedad de dolientes y guerras autodeclaradas.

“Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud”, Quino

Es posible que la muerte natural se haya convertido en el menor de los comunes dentro de una civilización plagada de vicios, guerras y enfermedades; pero si las piedras que hay que saltar usualmente en el camino se cruzan con balas y una obstinada delincuencia, si las ilusiones son amortiguadas por desconocidos atados a un incontrolable ciclo de violencia, el testimonio de Quino se observa desde la distancia y la incertidumbre con todas las letras del término: como ese algo borroso e indefinido que no nos deja “inventar” nuestra propia juventud en Venezuela.

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