Venezuela

Pueblo que destruye pueblo

¿Los de arriba contra los de abajo? ¿O son, más bien, los de abajo contra los de abajo? La desigualdad es, sin duda, un problema descomunal, una perversa deformación inherente al modo de acumulación capitalista y una de las grandes injusticias y turbaciones de nuestro tiempo, pero la narrativa sobre su origen y desarrollo está, en demasiados lugares, totalmente falseada.

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Tomemos, como ejemplo, el caso Venezuela. La retórica tercermundista repetida hasta la saciedad levanta su dedo acusador contra unas élites explotadoras que exprimieron a un pueblo bueno, excluido, marginado y condenado a la pobreza. El hecho histórico nos dice otra cosa.

En Venezuela, la desigualdad es un producto de la intervención del Estado –no de los mercados- y ha sido principalmente el resultado de la descomunal corrupción de clases insurgentes que asaltan el poder con el apoyo y la anuencia popular.

El chavismo no es más que el último capítulo de la historia del saqueo del pueblo –de la nación- por el pueblo, de cómo las poblaciones se destruyen a si mismas, por ideas equivocadas, por resentimiento, por ignorancia, por lo que usted quiera. Hagamos un breve recorrido de nuestra historia.

Para el momento del nacimiento de la República, la vieja élite mantuana que había regido el país durante la época colonial había prácticamente desaparecido. De todos los firmantes del Acta de Independencia del 19 de abril de 1810, sólo dos, Miguel Peña y el Obispo Méndez, tenían alguna injerencia en los asuntos públicos en 1830.

El reducido círculo de la clase dominante que apenas 20 años antes controlaba la colonia había sido aniquilada, o emigrado, en una cruenta guerra que no sólo frenó el crecimiento vegetativo de la población sino que la disminuyó en más del 25%. José Antonio Páez, ascendido desde peón de hacienda a máximo líder político y militar de la nación, fue una personificación del pueblo venezolano que conquistaba el poder.

También los godos fueron personeros de una nueva clase emergente. Nada distinta fue la hegemonía de Acción Democrática durante la segunda mitad del siglo XX. Ante la mirada atónita de las élites medinistas, con los adecos, Juan Bimba llegó al poder. El motivo se repite. Con los chavistas -como con los adecos- “manda el pueblo”, un pueblo que, reiteradamente, una vez que se apodera del Estado, se convierte en depredador del propio pueblo.

¿Quién es el responsable de las decenas de miles de jóvenes asesinados en los barrios venezolanos? ¿Quién es el causante de las incomprensibles y nunca antes imaginadas muertes por falta de medicamentos? ¿Quién es el culpable del hambre que sufre hoy el pueblo venezolano? ¿El que decía irresponsablemente: “Exprópiese!” o el que lo aplaudía?

El carisma es una relación en dos direcciones. El primer actor y principal responsable de lo que ha ocurrido en Venezuela es el pueblo chavista que soportó un liderazgo psicopático y dio apoyo popular a una clase política enferma, que refrendó un sistema de saqueo y dominación del que estaba suficientemente advertido que produciría escasez, violencia, hambre y mayor pobreza.

Muchísimas personas lo anticiparon y denunciaron de mil maneras pero el pueblo escucha a quien quiere oír.

Las clases políticas, en su afán de buscar la aprobación y el amor popular, no dejan de alabar a un pueblo injustamente oprimido y engañado por un régimen revolucionario convertido en la más pérfida voluntad de poder que se haya visto en la historia venezolana.

Un régimen dictatorial capaz de la mayor vileza y destructividad con tal de permanecer en el poder. ¿Pero, de nuevo, quién llevó y sostuvo a Chávez en el poder? ¿Quién consintió y celebró sus desvaríos? ¿Quién acató sus designios? Un pueblo que se sentía despreciado, excluido, marginado y empobrecido y que hoy vuelve a serlo con mucha más intensidad y mucha menos posibilidad de redención. No mas locus de atribución externa. Somos responsables de nuestro destino.

Somos un pueblo que mata al pueblo, una población que pretendió igualarse hundiendo a todos los demás, una sociedad que se destruye a sí misma. Los de abajo contra los de abajo, contra todos.

@axelcapriles

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