Venezuela

Poner una huella cuesta kilómetros de irregularidades

Irregularidades. Es la palabra que describe la tercera jornada de validación del 1% de firmas, en muchos puntos a nivel nacional.

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FOTOGRAFÍA DE REFERENCIA | DAGNE COBO BUSCHBECK | TEXTO GABRIELA GONZÁLEZ

Irregularidades que pasaron los «problemas técnicos» para dar paso a una nueva modalidad: operadores de máquinas enfermos.

En Plaza Venezuela, el punto central de Distrito Capital, cuyas colas de firmantes alcanzan más de cuatro cuadras, el proceso se ha vuelto particularmente «lento» con el correr de los días.

Un centro que alberga once máquinas, que están presentando fallas constantemente.

Voluntarios de la MUD también denuncian que los operadores se «paran constantemente al baño» y frenan el proceso.

Otra forma de retrasar el proceso, según las denuncias de los opositores, es el tiempo que tardan entre persona y persona y que puede superar los 20 minutos.

Este miércoles, además, muchas personas denunciaron que funcionarios del CNE no quisieron recibirlos porque sus cédulas «parecían copias». Esto se dio en la mañana.

Entre lluvia y sol, ánimos que, por momentos se desvanecían y hasta el aprovechar de hacer la cola para dos «canillas», transcurrían las horas en lugar poco transitado en condiciones normales.

La gente seguía llegando. La cola seguía aumentando.

El cansancio cobraba algunas víctimas. Otras, tomaban decisiones.

«Vámonos a otro punto». Y así, se montaban en los autobuses dispuestos para «descongestionar a Plaza Venezuela.

Unos llegaron a Macarao y fueron recibidos con una bomba lacrimógena. Otros con «más suerte», tardaron más de una hora en subir al Junquito.

Un autobús repleto de historias que se compartían entre extraños unidos por la intención de colocar cuatro huellas.

Carmen es gerente de Recursos Humanos. Se escapó de su trabajo para validar este miércoles. Se montó en el autobús sin pensarlo.

Como tantas familias, en la suya conviven «chavistas y opositores». Su mamá y abuela apoyan al «proceso». Carmen no entiende por qué. Recuerda que cuando era niña su mamá la llevo a Disney, «¿y sabes en qué trabajaba? Limpiando una farmacia. Me llevaron a un crucero, compraron casa y yo, ahora, con un sueldo de gerente no puedo llevar a mis hijos a Disney (…) hasta tengo que pensar si me compro una Coca-Cola si estoy en la calle porque eso puede significar no poder comprar comida».

Carmen seguía preguntando como buscando responderse así misma. «Yo le digo a mi mamá y a mi abuela que eso es como un matrimonio. Te ofrecen mucho y luego te pegan. Así es este gobierno. No entiendo. Es como un enamoramiento con Chávez».

A su lado, una señora le daba la razón al tiempo que relataba que trabaja en Fontur. Desde hace 20 años. «No tengo miedo. A mí no me van a poner rodilla en tierra».

Kilómetro a kilómetro, la ansiedad luchaba con el cansancio. Entre el 9 y el 12, se veían largas colas frente a los abastos de la zona. También alcabalas a lo largo de la montaña.

«Hacia adentro» del kilómetro 12, llegaban autobuses por las angostas calles. Muchos de esos «cientos» de personas que se bajaban de los autobuses tampoco «lo lograron».

Sacar gasolina del carro para activar la captahuella

En este punto, se fue la luz a las 11:00am pero no en la zona. Solo en el registro donde están ubicadas las máquinas.

Cuando regresó, los funcionarios del registro alegaron que no podían restablecérselas al punto porque afectaban el funcionamiento de la oficina. Esto, según versiones de los voluntarios apostados.

De esta forma, las máquinas operaron sin luz y con una planta eléctrica.

Pero no era tan sencillo. Los voluntarios y presentes para validar, contaban la gran hazaña. Tuvieron que sacar gasolina de los carros que habían subido para poder encender la planta que funciona con 15 litros de gasolina de 91 octanos… Y siguió la jornada.

En el Junquito están dispuestas tres máquinas. Desde las 10:00am y por espacio de casi una hora- antes que se fuera la luz- solo trabajó una máquina.

¿La razón? Uno de los operadores se quejó de sufrir del estómago y tuvo que ausentarse para estar en el baño. Otro, argumentó tener un «fuerte dolor de cabeza». Enfermos y sin suplentes. Pero las denuncias continuaban.

El tiempo para atender a las personas aumentaban. Algo tan perceptible y palpable hasta para efectivos militares que resguardan las captahuellas, quienes admitieron el «retraso» del proceso.

Las personas seguían estoicas. Se conocían, intercambiaban historias y críticas hacia el gobierno. Otros, rezaban el rosario. Heladitos caseros, tostones y agua ayudaban a los «elegidos» para validar, a pasar la jornada, rodarse, paso a paso por la cancha y, finalmente, atravesar el angosto pasillo que los llevaría a la meta: estar frente a la máquina y poner sus cuatro huellas.

«Validaremos donde sea», ha sido la frase recurrente desde el inicio de la jornada el paso lunes 20. Y con cada día, se escucha más.

El centro hizo un corte a las 12:00pm, mientras almorzaban, de 438 validados. Al cierre, «superaron la prueba» 757.

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