Venezuela

El Padrino de Maduro

En el pináculo más dramático de la marcha de la crisis social, política y económica, el alto gobierno venezolano, presidido formalmente por Nicolás Maduro, conquista la terraza más alta en materia de militarización, centralización y planificación de las mercancías y alimentos transables en el mercado venezolano.

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Padrino
FOTOGRAFÍA: ARIANA CUBILLOS | AP

Para bien y para mal, pero sobre todo para mal, Maduro se coloca en manos de los militares para terminar de salvaguardar los excesos de todos sus compañeros. El capital político chavista, de forma increíble, parece camino a extinguirse en medio del odio popular. Es imposible resistirse a pensar que Maduro corre a buscar compañía porque se siente acorralado. El colapso en Venezuela se puede agravar terriblemente mientras se desarrolla este perverso laboratorio.

Vladimir Padrino, Ministro de la Defensa, ha dicho que nadie debe tomarse lo anunciado esta semana como una militarización: la medida persigue colocar disciplina. Lo cierto es que, interpretando el catecismo chavista, esto es un nuevo capítulo de la Unión Cívico Militar, la relatoría de la quiebra y la ruina nacional. Recuerda al tristemente célebre Sinamos (Sistema Nacional de Movilización) con el cual Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez destrozaron la economía del Perú a fines de los años 70. Operativos cívico militares de siembra en tierras confiscadas, comercios expropiados y propietarios acorralados.

La precariedad de los CLAP, la laguna de la escasez adonde vinieron a desembocar los excesos y la corrupción del chavismo, encuentra su expresión administrativa máxima con la recién anunciada Misión Abastecimiento Seguro. Desde hace rato que al chavismo no le quedan cartuchos.

Maduro ha decidido, en estas circunstancias, seguir dinamitando todos los cimientos de la economía al colocarle rango estatal a los controles y los tipos de cambio variable. Los dirigentes chavistas han llegado a afirmar que lo que hacen tiene como norte “proteger el salario” de los ciudadanos. La tasa interanual de inflación puede estar sobrepasando ya el 600 por ciento y la economía se desploma por completo por tercer año consecutivo.

El gobierno coloca en las manos de Vladimir Padrino una gigantesca encomienda administrativa de carácter logístico. Su nuevo cargo tiene cierto halo de carta de negociación al momento de una transición. La gran misión otorgada a Padrino estriba en hacer posible aquello que, en circunstancias normales, en cualquier economía sana, no serían sino procesos rutina. Comida suficiente en los automercados a un precio que se puede discutir.

No son corregidas las distorsiones cambiarias, la sobrerregulación que hace oficial la coima, el abandono del campo, los negocios millonarios con las importaciones que han desangrado a Venezuela, y han hecho millonarios a muchos funcionarios del Psuv y las Fuerzas Armadas.

Mientras Maduro y Padrino hacían oficiales este nuevo cúmulo de inútiles y disparatadas disposiciones, tradicional terreno fértil para el despilfarro irresponsable, dos días antes, en la frontera en Colombia, un tropel desesperado de venezolanos corría camino a Cúcuta, para poder comprar en la nación vecina los insumos elementales para una vida decente que no puede ofrecerle el actual gobierno bolivariano de Venezuela.

SI vamos a atenernos a los resultados, Nicolás Maduro y sus ministros deberán estar avergonzados. Es un gobierno sin brújula, sin ideas y sin futuro. Cada día cuesta más defenderlo. Algo parece crujirse en el piso donde se para. Pero no, no tienen vergüenza.

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