Cuando Christian, de 17 años, cargó a su hermano en la tarde del 21 de julio, supo que no se podía hacer nada. En un primer momento quizás vislumbró alguna posibilidad de salvarlo, de que viviera, pero cuando ya había salido de la casa, supo que cargaba un cadáver.
El hermano de Christian, Kennedy, de 14 años, sordomudo y con trastornos de crecimiento, murió ahogado. No se tragó algo. Más bien, a él, de a poco, se lo tragaron. El informe de autopsia detalló la causa: asfixia mecánica por parásitos intestinales, reseñó el diario El Correo del Caroní.
¿Qué tanto puede expresar la frialdad de un informe forense, más allá de una sarta de palabrejas indescifrables, ese papel desprovisto de todo sentimentalismo, requisito burocrático para corroborar que una vida ya no es? No mucho. Lo que puede expresar demasiado es el recuerdo de Christian con su hermano en el regazo. Del cuerpo huesudo de Kennedy y de las lombrices que le borbotearon por su nariz y por su boca. Eso fue lo que vio. Ese recuerdo que ahora se le traslada sin resquemores a las pesadillas y se le aloja en los días para insistir en que la miseria y el hambre lo mataron: Kennedy, como ahora se hace norma en Ciudad Guayana, también murió desnutrido. Otro venezolano que mató el hambre.
Más información en El Correo del Caroní